Tras la llegada del presidente Joe Biden al Medio Oriente este miércoles, se especula mucho sobre lo que este viaje podría significar para las relaciones entre Israel y Arabia Saudita.
La administración estadounidense ve esta visita como una importante oportunidad para comprometer a los sauditas en la producción de petróleo en un momento en que los precios de la gasolina en Estados Unidos están en su punto más alto en la historia, y al mismo tiempo sentar las bases para restablecer las relaciones bilaterales a la luz de la continua mancha por el asesinato de Jamal Khashoggi, periodista del Washington Post.
Suponiendo que Estados Unidos y Arabia Saudita logren algún modus vivendi en estos asuntos, ya que los intereses estratégicos de ambos estados dependen fuertemente de ello, hay razones para pensar que, simultáneamente, las relaciones entre Israel y Arabia Saudita entrarán también en una nueva fase. Existe una larga historia, que se remonta a la histórica visita de Anwar Sadat a Jerusalén en noviembre de 1977, de líderes árabes que dieron un salto al terreno del compromiso diplomático con el Estado de Israel para reforzar los lazos y obtener beneficios estratégicos de Estados Unidos. De hecho, en aquellos días se decía abiertamente que el camino a Washington pasaba por Jerusalén.
El contexto de esta última versión de este tema es la combinación de fuerzas negativas y positivas en la región. En relación al Medio Oriente, se suele estar en terreno más seguro si se considera que las fuerzas negativas son más significativas. Por tanto, no se puede sobrestimar el impacto de la creciente amenaza iraní —tanto para Israel como para Arabia Saudita— y su papel en el acercamiento de ambos Estados.
Para Israel, la mezcla del tema nuclear —que cada día parece más peligroso— y la creciente agresividad iraní en Siria y Líbano es la prioridad de los líderes militares y estratégicos del Estado judío.
Por su parte, los saudíes también se preocupan por la expansión desenfrenada de la República Islámica y su abierta disposición a desafiar la influencia saudí en distintas partes de la región. Estos factores contribuyen a que el Reino se asocie con Israel a la luz del compromiso del Estado judío de enfrentar la amenaza iraní, recientemente demostrado por Israel al derribar drones de Hezbolá sobre el Mediterráneo. Esto hace que el apoyo militar y diplomático de Estados Unidos sea más crítico que nunca.
En el aspecto positivo está la tendencia de los estados árabes en la región hacia la normalización de las relaciones con Israel, iniciada por los Emiratos Árabes Unidos en 2020. Desde el comienzo de estos acontecimientos, que ahora incluyen a Bahréin, Marruecos y Sudán, se asumió que no podría haber ocurrido sin al menos una aprobación tácita saudí y se especuló con la posibilidad de que los saudíes también se involucraran en algún momento.
Teniendo en cuenta el cauteloso comportamie
nto de los saudíes a lo largo del último siglo, no es de extrañar que no haya habido muchas noticias sobre el tema desde Arabia Saudita, incluso cuando otros Estados estaban estableciendo interacciones con el Estado judío, incluida la Cumbre del Néguev de junio de 2022, en la que también participó Egipto.
Sin embargo, dejando a un lado la precaución, a medida que el compromiso con Israel se hacía más habitual y apenas despertaba interés periodístico, las futuras decisiones de Arabia Saudita respecto a sus propias relaciones con Israel debieron hacerse algo más fáciles, aunque aún cargadas de preocupaciones y temores.
Y así llegamos al momento actual. En primer lugar, hubo historias que sugerían que una exitosa reunión entre Estados Unidos y Arabia Saudita tendría como consecuencia la autorización para que los vuelos de Israel sobrevuelen el espacio aéreo saudí, incluyendo un posible vuelo directo entre Israel y Arabia Saudita para los musulmanes que hacen la peregrinación del Hajj. Y luego surgieron historias sobre la posibilidad de una reunión tripartita entre funcionarios israelíes, saudíes y estadounidenses después de la reunión bilateral.
Independientemente de los detalles que surjan, parece claro que esta combinación de fuerzas negativas y positivas genera un ambiente que hace inevitable algún tipo de avance en el frente saudí. Esto, como se ha señalado, sería el gran premio para Israel, no solo por la influencia económica del Reino sino también porque alberga las instituciones religiosas y los símbolos centrales del mundo islámico.
Si efectivamente se produce un avance, será histórico. También planteará preguntas sobre cómo afectará al régimen iraní y su agresividad en la región. Y también planteará preguntas sobre su impacto en la cuestión palestina. El hecho de que las relaciones con Israel ya no dependan de los palestinos, ¿significará, como muchos sugieren, que la cuestión perderá importancia y los palestinos serán ignorados? ¿O las numerosas relaciones nuevas en la región, que crean un entorno diferente, generarán un cambio de actitud tanto entre los palestinos como entre los israelíes que podría abrir nuevas posibilidades de compromiso y soluciones pacíficas?
Hay mucha incertidumbre, pero se está haciendo historia.
*Kenneth Jacobson es Vicedirector Nacional de la Liga Antidifamación (@ADL_es)
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