Jacques Diouf, el emblemático director general de la FAO, dijo una vez: “El hambre no es un tema de caridad. Es un tema de justicia”. Actualmente, 810 millones de personas en el mundo, es decir, una de cada 10, padece hambre.
Por sus implicaciones para la humanidad, las Naciones Unidas incluyó Hambre Cero en los Objetivos de Desarrollo Sostenible rumbo a 2030. Pero la OCDE ya declaró que esta meta no se alcanzará, por los efectos del cambio climático en el sector agroalimentario.
Quienes más sufren son los que menos tienen. Según el Coneval, en México hay 55.7 millones de personas en situación de pobreza, y 10.8 millones están en pobreza extrema. Además, 23.5 por ciento de la población sufre pobreza alimentaria, y la Ensanut señala a 881 mil infantes con desnutrición crónica.
Estas cifras son infames e inmorales para un gobierno que dice defender a los pobres. El gasto más fuerte de los hogares en México se destina al consumo de alimentos, que se lleva 38 por ciento del ingreso; en aquellos con ingresos más bajos supera 50 por ciento. Por este motivo, 63 por ciento de ellos están en una situación de alto riesgo, agudizada además por la extraordinaria inflación.
Debido a malas políticas públicas y un contexto adverso, la inflación en junio llegó a 7.99 por ciento, la peor en dos décadas. El principal aumento lo tienen, precisamente, los alimentos y productos agropecuarios, que subieron entre 13.4 y 15 por ciento. Ninguna estrategia gubernamental ha frenado la espiral inflacionaria.
El ultraje es que un país con hambre sea también potencia mundial en alimentos. México lo tiene todo: tierra, gente y tecnología, y hay capacidad para reducir las importaciones de maíz, soya y arroz. Pero esto poco sirve cuando el gobierno tiene una visión del siglo XVIII sobre cómo reducir el hambre, pues recorta 50 por ciento el presupuesto para el campo e impulsa políticas erróneas. ¿Cómo explicar que México, siendo el pueblo del maíz, sea segundo lugar mundial en su importación?
A nuestro Presidente lo informan mal sobre innovación, competitividad, financiamiento, seguros y coberturas para el sector agroalimentario. Hay en el gobierno ideas retrógradas sobre la producción para el autoconsumo, que resultan incompetentes y absurdas en plena cuarta revolución industrial.
En 2019, sector privado y gobierno firmamos un Acuerdo para la Autosuficiencia Alimentaria, pero no vamos en el camino correcto. Inclusive nuestros socios comerciales apoyan a sus productores por motivos de soberanía alimentaria; aquí no se hace y eso traerá consecuencias.
Necesitamos una política de seguridad agroalimentaria que ponga un hasta aquí a la injusticia del hambre, y avanzar hacia el México con nutrición, salud y competitividad que sí queremos.
CUMULONIMBOS. De las tres subsecretarías que tenía la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, solamente queda una, donde impera esta frase de Octavio Paz: “La ceguera biológica impide ver; la ceguera ideológica impide pensar”.
POR BOSCO DE LA VEGA
COLABORADOR
@BOSCODELAV
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