Martín Borchardt (33) pensó que esto podría ser una buena idea en 2018, cuando el argentino entonces era CEO de Nubi -una fintech del país vecino que tenía alianzas con Paypal y VISA- sufrió en carne propia los dolores de ser empleador: por la crisis macroeconómica y la devaluación de la divisa trasandina, de un día para otro el 50% de sus desarrolladores le pidieron aumentar su sueldo al menos al doble.
Era imposible. La mayoría renunció, pues preferían trabajar para empresas en Estados Unidos y recibir sueldo en dólar.
Así, el 2019 estuvo entrevistándose con ejecutivos de la industria tecnológica, hablando con las academias de tecnología y con amigos del sector. Todos tenían el mismo problema, no había suficiente talento tech para la gran demanda y “la industria educativa no estaba haciendo delivery de este tipo de perfiles”, afirma Borchardt.
Las universidades se enfocaban en carreras tradicionales y las academias tecnológicas eran exclusivas y caras, concluyó. “Ahí dije, esto es un gran problema para el montón de personas que está buscando trabajo y para todas las empresas que buscan perfiles tech: falta el puente que es la educación de calidad en tecnología”, comenta el argentino.
Empezó una empresa que daba créditos para estudiar en estas academias, pero le fue mal, nuevamente se devaluó la moneda y los créditos en dólares se hicieron impagables. Además esta educación era introductoria y no necesariamente ayudaba a encontrar trabajo, pensó.
Tras varias vueltas, estudios, pivoteos y MVP (del inglés Minimum Viable Product, o Producto Mínimo Viable), logró un producto. Una academia para estudiar programación sin conocimientos previos y a costo inicial cero. Se paga al encontrar trabajo en cuotas hasta llegar a los US$ 4 mil. El 90% de sus 2.500 egresados ya trabaja y han cuadruplicado sus ingresos, según su CEO. Le pusieron HENRY, que es la abreviación de high earner, not rich yet (con altos ingresos, pero no rico todavía).
Junto a su hermana Luz Borchardt, Leonardo Maglia, Federico Hernández y Manuel Barna fundaron la empresa a principios de la pandemia, fueron acelerados por YCombinator -donde conoció al equipo de Políglota- y hace un mes cerraron su serie A con caras conocidas.
Fueron US$ 10 millones, y entre los inversionistas está: Kayyak Ventures, el family office de Patricia Angelini, Amarena y el fundador y CEO de Betterfly, Eduardo della Maggiora, quien se sumó como asesor.
Formar 100 mil programadores al 2025
Borchardt sueña en grande, y mientras habla se ve en la pantalla de Zoom un fondo espacial lleno de estrellas. Dice que una de sus principales motivaciones es ser un motor de movilidad social, por eso idearon una carrera que no tiene riesgos financieros para los estudiantes. Cuenta que están recibiendo 25 mil postulaciones al mes de países de toda la región, y actualmente cinco mil personas están cursando la carrera de data science o full stack. En Chile, el 100% de los egresados ha encontrado trabajo.
Quieren haber formado 100 mil estudiantes al 2025 y dice que para esta fecha Chile va a necesitar 700 mil programadores para suplir la demanda local e internacional. Actualmente trabajan 105 personas en la startup y no existen oficinas, el 100% es remoto. Igual que sus cursos.
“Resolvemos dos problemas, uno es el acceso a educación de alta calidad para cualquier persona. Ofrecemos un puente para tu primer trabajo en tecnología, no nos importa el nivel socioeconómico previo. Y además, le damos acceso a talento para las empresas tecnológicas”, asegura el emprendedor. Ya tienen 1.500 empleadores y esperan lograr el punto de equilibrio el próximo año.
Si bien el mercado chileno aún es incipiente, según Borchardt es el que paga mejores sueldos iniciales en la región. Parten desde los US$ 1.400, mientras que en Colombia son US$ 900, Argentina US$ 1.000 y México US$ 1.200. El 50% de sus estudiantes son argentinos, 25% colombianos, 15% mexicanos y el resto chilenos, ecuatorianos y peruanos.
“Estar en crisis te obliga a pensar en grande desde el primer día”
Borchardt tiene historias con nuestro país, vivió dos años entre Santiago y Viña del Mar mientras cursaba un programa para emprendedores latinos llamado Exosphere y se quedó trabajando en un proyecto.
Recuerda que tuvo acceso a las primeras muestras de la mayonesa de NotCo cuando era cocinada en el quincho de Muchnick. Además, estaba en contacto con della Maggiora: éste trabajó con su hermano durante casi una década en JP Morgan y lo asesoró para irse a estudiar a Silicon Valley a la Draper University.
Es un apasionado de la vida outdoor, afirma desde su casa en Uruguay. Su padre estuvo en el directorio de empresas Transoceánicas del grupo Schiess y su hermano mayor, Juan Carlos -a quién define como su mentor personal- es el el head of tech de Credit Suisse.
Cree que lo que se está viviendo en la industria de startups chilenas es similar a lo que ocurrió en Argentina hace 20 años y de a poco van a ir saliendo nuevos unicornios, lo que se denomina el “Silicon Valley effect”.
“En Argentina ya tienes dos generaciones de padres e hijos que trabajan en este mundo, entonces hay mucha más afinidad con el ecosistema, es un tema de tiempo, va a pasar lo mismo en todos lados porque los mejores trabajos van a estar en tecnología”, adelanta el CEO de Henry.
Asimismo, afirma que la disparidad entre el éxito de las empresas tecnológicas y las políticas económicas de su país, se debe a que “por la naturaleza de estar constantemente en crisis, estás obligado a pensar en grande desde el primer día, fuera del país, porque sabes que el mercado local va de crisis en crisis. El argentino piensa en conquistar Latinoamérica desde el día uno, algo que sucede hace poco en Chile”.
Además de querer impulsar la movilidad social en el continente con Henry, Borchardt es fundador de la Fundación El Potrero, que busca fomentar la igualdad de oportunidades a través de los valores del fútbol. Empezó hace 10 años en Buenos Aires y hoy tiene cuatro sedes, más de 200 niños participando y varios de ellos han sido probados en clubes como Vélez Sarsfield, Tigre o Lanús, de la primera división argentina.