La última edición del Festival de Cine de Berlín ofreció, a la hora de la entrega de los galardones, un notable reconocimiento. La película Manto de Gemas, de origen mexicano, obtuvo el Oso de Plata, que fue otorgado a su directora Natalia López Gallardo, una mujer doblemente latinoamericana ya que nació y vivió la mitad de su vida en Bolivia y actualmente reside en México. Se inició como montajista en los films de Carlos Reygadas, el director de la celebrada Japón –entre otras– y del argentino Lisandro Alonso, toda una seña para una estética cinematográfica poco habitual y no por eso menos potente: al contrario, el uso de herramientas fílmicas consideradas complementarias puestas en el centro de la construcción de la película conducen a la realización de una experiencia del cine para el espectador.
En Manto de gemas, Natalia López Gallardo introduce el mundo del narco mexicano a través de una mirada sobre tres mujeres de distintas clases sociales, atravesadas por una industria criminal y homicida que se expande hacia los aspectos más remotos de la vida. Se trata de un problema de la más estricta actualidad y su retrato, que dista del aleccionamiento, la narrativa con moraleja o el discurso maniqueo, muestra de modo descarnado y fragmentario una realidad que invade. Infobae Cultura conversó con Natalia López Gallardo en la semana del estreno argentino de su film y mientras espera la premiere en México durante las próximas semanas.
—Natalia, este es su primer film como directora y ganó el prestigioso Oso de Plata en Berlín.
—Sí, mi entrenamiento en este oficio ha sido a través del montaje y siento que sigue siendo mi oficio. Es una parte de la construcción cinematográfica que amo y creo que ha sido mi escuela de todo lo que he aprendido. Realmente creo en las películas que construyen significado a través de la yuxtaposición de planos, creo en las herramientas cinematográficas como en nada y he aprendido en todo ese tiempo a analizar el material y a confiar en todos los detalles que puede transmitir el sonido y la imagen más allá de la narrativa de la película.
—¿Cómo es eso?
—El uso de estos elementos cinematográficos se convierte en la narrativa de algún modo. Estamos en una época con una fascinación brutal por los clímax de la película y la narrativa en general. Siento que la narrativa o el argumento de la película o la historia, lo que se suele llamar historia, es una parte nada más de la película. Y siento que la importancia que le hemos dado y la supremacía que le hemos dado hace que todo lo demás esté en detrimento y que finalmente el objetivo del cine, que para mí es vivir una experiencia con el cuerpo completo, queda relegada al hecho de estar ligado a una historia en la que lo único que quieres es saber qué va a pasar. Es un poco como la religión, por ejemplo, cuando plantea que lo importante es la vida después de esta vida, entonces si pensamos así, entonces esta vida no vale realmente, lo que vale es lo que viene después y si lo que vale es construir la vida en el espacio, ¿entonces qué importan los ríos y los árboles?
—Usted les brinda importancia a las demás herramientas cinematográficas.
—Lo que sucede es que todos los elementos importan, pero no están presentes todo el tiempo: entra uno, salen otros. A veces la historia toma más relevancia; a veces el sonido; a veces el movimiento de cámaras. Lo que está por delante de todo a veces se abre espacio sólo para la música, entonces todo baila en conjunto y crea una especie de constelación. Siento que tiene que haber una especie de equilibrio en esta constelación para que se dé la experiencia, y la experiencia es una experiencia interior, es una experiencia en donde finalmente la humanidad de cada quien, lo que nos constituye como personas, nuestros valores, nuestra forma de percibir el mundo, nuestra memoria, nuestros deseos y frustraciones, y todo se pone en juego y entonces el corazón de lo cinematográfico se une con este corazón humano de la vivencia. Hay una experiencia, un compartir un poco el misterio de la vida, el misterio de ser humanos y que no sabemos bien de qué se trata esto.
—La cuestión de la experiencia cinematográfica está en discusión hoy con la proliferación de films que se ven en dispositivos de todo tipo y menos en pantalla grande.
—Se consume contenido audiovisual en las pantallas de los teléfonos. Yo veo a una tía que tiene 75 años y es fanática de ver series en su celular. No sólo eso: el contenido que vemos en las pantallas de nuestros teléfonos o en la computadora o en la televisión, que es lo que ahora se ha expandido con la serie, es la nueva televisión con un contenido codificado, porque tiene que cumplir una función muy concreta, que no es sorpresa que una serie le guste a un niño de 12 y a mí porque hay un contenido que tiene un mínimo común denominador donde el entretenimiento es personalizado y es general. Todo está codificado, entonces tú consumes algo que no te va a cuestionar de ninguna manera. No vas a estar conectado con eso, simplemente vas a consumir un algoritmo de alguna manera. Entonces efectivamente la experiencia está relegada, no solo por el espacio en el que se consume y por la plataforma, que ahora es nuestro teléfono, esta computadora, y ya no la sala de cine, sino por el contenido codificado y este manejo del tiempo que existe en este contenido audiovisual.
—Usted nació en Bolivia pero hace mucho vive en México.
—Sí, y mis papás son bolivianos los dos. Acabo de estar allá, de la película con gente en La Paz y en Santa Cruz. De alguna manera es parte de mí, pero no es mi universo actual. Vivo hace 23 años en México, pero obviamente esa parte está en mis sueños, está en mis recuerdos de todo lo que vincula a mi madre, mi padre y mis hermanos, mis abuelos.
—¿Fue en Bolivia su primer acercamiento fílmico?
—Mi padre era documentalista y antropólogo. Amaba el cine de Eduardo López Zabala. Entonces vi películas desde que era muy chiquita, él era realmente fanático y veíamos películas todo el tiempo. Entonces vi muchas películas con él, me han marcado emocionalmente muchas de ellas. Estudiaba arquitectura, llegué a México y tenía que definir más después de arquitectura, que sabía que no iba a practicar en la vida. En la Escuela de Artes Plásticas había cine al mismo tiempo, y me aceptaron en las dos y tuve que decidir. Y me decidí por el cine.
—Su película muestra una pintura total pero a través de mucha fragmentariedad, de muchos fragmentos que componen un fresco. ¿Cómo definiría la propuesta de su film?
—Creo que lo que uno percibe como primeros impulsos creativos son de alguna manera el deseo de una forma que después se va construyendo. El proceso de cada cineasta es diferente y esta es mi primera película. Creo que está determinada por el hecho de que es una película coral: son muchas personas y de alguna manera para incluirlos a todos y que todos florezcan lo suficiente como para tener contacto, necesitaba esta forma no apelada. La temática que yo fui intuyendo que era el corazón de la película era de alguna manera algo muy abstracto que se parecía como algo que compartimos todos: una especie de dolor, heridas que todos compartimos en diferentes niveles y de diferentes modos. Era algo colectivo. También el hecho de la fragmentación de la comunidad era algo colectivo, entonces siento que finalmente todas estas intuiciones que eran parte fundamental de la película hacen que tenga esa forma.
—También hay una mirada femenina muy fuerte sobre aquello mismo, ¿no?
—Sí. Yo creo, si soy completamente sincera, creo que la sensibilidad es humana. Pero por supuesto al escribir y al acercarme a las personas, escribí personajes femeninos. Me eran mucho más afines. Me siento muy afín a lo que pueda sentir mi madre, mi abuela, mi hermana, mi hija, mis amigas, las mujeres con las que trabajo, pues era muy fácil para mí proyectar esto que estaba tratando de discernir en una mujer ,y obviamente eso hace que de alguna manera haya la percepción de que el mundo está narrado a través de las mujeres. Finalmente yo además de ser un ser humano con las características que los demás seres humanos tenemos, soy una mujer y hay una construcción de un marco social, de un marco de valores, de un marco de percepción limitado en el que efectivamente soy una mujer. Pero no hay una intención de narrar lo femenino.
—Que a la vez son mujeres de distintas clases sociales.
—En México, al filmar de una manera transparente, honesta con lo que existe, el tema de clases va a surgir aunque no quieras. El tema de clases en México es parte intrínseca de la realidad y creo, además, que los grandes problemas sociales se pueden describir de una manera mucho más precisa cuando uno atiende problemas más humanos pequeños. Entonces, dicho esto, creo que la realidad y todas estas capas de la realidad mexicana hacen al tema del mestizaje, de las clases, de la violencia, del narco. Todo está ahí si uno se acerca a las cosas de una manera honesta, sin tratar de sacar un resultado particular. Mi intención no era hacer un manifiesto social sobre el tema y tampoco era hacer una película sobre la narcoviolencia, creo que cuando empecé a realmente a empaparme, a leer periódicos, prensa y además ver muchos documentales que son increíbles porque realmente se acercan a la realidad de las problemáticas de una manera muy acertada y muy política. Pero lo que yo estaba buscando era más una experiencia interior de algo que me di cuenta que me dijo una periodista: en Alemania el verbo es “obedecer”, en México es “resistir”, “aguantar”.
Lo que vi al acercarme a la gente era una especie de aguante infinito que estaba alimentando un dolor interior, una herida interior que se estaba pasando de generación en generación, porque lo que está pasando en México es muy grave, es una tragedia que está manchando el país de sangre desde hace muchos años y que no solo hay una violencia explícita entre las bandas del narcotráfico, sino que esto ha ido permeando todas las capas sociales. Hay gente misma que ha tenido que participar de secuestros, que ha tenido que ser cómplice, porque están en la tienda de al lado o porque juegan fútbol con algunos criminales. Todo está muy amalgamado y es parte de lo mismo. Para mí era muy importante transmitir la experiencia y el dolor interior que todos compartimos y de alguna manera es una dimensión psicológica. Era muy difícil para mí este acercarme a la vivencia de María o de la comandante de policía, que son personajes principales de la película, porque es difícil acercarse a la vivencia de una persona con la que no compartes realmente. Cómo es vivir en los zapatos de esa persona. Como la problemática es tan compleja, intenté acercarme de una manera de lado, saber que no es algo que puedes mirar frontalmente porque es algo tan complejo, tan doloroso, con tantas capas que había que intentar sentirlo, nada más. Es una película que trata de evocar la empatía por esta situación.530
* Manto de gemas se proyecta en la sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Corrientes 1530) el domingo 10 a las 21; el martes 12, miércoles 13, jueves 14 y viernes 15 a las 18 hs. También tiene funciones diarias en el Atlas Patio Bullrich a las 21.
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