Sería absurdo pensar que la juventud solo prefiere el reguetón. Los jóvenes viven la música y el arte de su tiempo, pero falta aprender sus lenguajes, saber sus intereses, jugar al seguro cuando se programa la cultura
Video: La cultura frente al síndrome de los públicos ausentes.
El tema no es nuevo, acaso reaparece de vez en vez y algunos se llevan las manos a la cabeza en señal de alarma. ¿Qué sucede con los públicos que apenas muestran su interés por la vida cultural? ¿Conocemos lo suficiente a nuestros destinatarios?
El inicio del verano 2022 en Sancti Spíritus trajo alabanza por la coherencia que se logró entre dos mundos coincidentes, pero diferentes: la cultura y la recreación. Ubicar en el Centro Histórico de la capital provincial las actividades centrales fue, sin dudas, un acierto de sus organizadores.
La Feria de los Güijes, organizada por la Dirección Provincial de Cultura y Arte en Sancti Spíritus, puso sobre la mesa un tema que muchas veces y durante años se ha reclamado: la mejor utilización de los espacios públicos urbanos y la coincidencia en ellos de instituciones, promotores, emprendedores, entidades comprometidas con la vida social y económica del territorio.
Pero más allá de la promoción, el entusiasmo, el movimiento cultural que se logró, está la ausencia de públicos, en particular los jóvenes, a las actividades más importantes. La imagen de muchachas y muchachos esperando que terminaran los conciertos del grupo musical Omega en la Casa de las Promociones Musicales y del Septeto Espirituano en la Casa de la Guayabera, da que pensar. Lo mismo ocurría en las tertulias y presentaciones literarias, las exhibiciones cinematográficas…
Sería absurdo pensar que la juventud solo prefiere el reguetón, que si ese género no está en el playlist de los centros que promueven la cultura mejor cierran sus puertas. Los jóvenes viven la música y el arte de su tiempo, pero falta aprender sus lenguajes, saber sus intereses, jugar al seguro cuando se programa la cultura.
En los últimos años —y no precisamente a causa de pandemia—, ha predominado una dejadez en la difusión de las agrupaciones y propuestas locales, ausencia de creatividad, demasiada confianza en la respuesta de las generaciones actuales, los repertorios de las agrupaciones y solistas están inamovibles en muchos casos y seguimos convocando al público en horarios de trabajo y de clases.
Una rápida lectura a las publicaciones en las redes sociales de las actividades que se realizan en las instituciones permite descubrir que casi siempre son las mismas caras, que tú me invitas a tu presentación y yo a la mía, que es un círculo de amigos que asiste a uno y otro espacio. Mucho se habla de fomentar el crecimiento de las propuestas en aras de asegurar la economía de los artistas, pero si no hay estrategias inteligentes seguiremos arando en el mar.
La resistencia de muchas empresas de servicios y de los emprendedores locales a la contratación de talentos no es casual. Saben que es más de lo mismo y no le resulta atractivo a sus clientes y usuarios aquellas propuestas que lastimosamente no han transitado de siglo. Los que se arriesgan apuestan a lenguajes más contemporáneos o de fácil recuperación en su inversión y aunque resulta incómodo para algunos, tienen un sentido más sensato del equilibrio que tanto se busca entre cultura y economía.
Es notable en los últimos tiempos la ausencia en estos predios de referentes nacionales de altos quilates y nos preguntamos cómo hay provincias que lo consiguen y aquí es una odisea, pero ese es tema para otro comentario.
El desconocimiento de los públicos, de sus intereses, de sus maneras y formas de asumir la vida en 2022 es una asignatura pendiente que trae consigo hasta el irrespeto hacia nuestros artistas. No se trata de hacer y ganar dinero. La cuestión está en acabar de entender que todos los paradigmas que conocemos se han desmoronado por la lógica de la vida y estudiar con cientificidad cada acción que se realice antes, durante y después no es una tarea de autocomplacencia.