“Un partido de fútbol no puede defraudar a un pueblo que estaba con la cabeza en Malvinas. Era un momento muy confuso y Argentina estaba preocupada por cosas que eran más importantes que una Copa del Mundo”. De esta manera se presenta José Van Tuyne, integrante del plantel argentino que disputó el Mundial de España 82 y que quedó eliminado en la segunda fase del certamen.
Previo a su debut en el Camp Nou frente a Bélgica, el seleccionado comandado por César Luis Menotti parecía que lustraba la chapa de candidato más que nunca, sobre todo porque contaba con campeones del 78 como Fillol, Passarella, el Tolo Gallego, Daniel Bertoni, Osvaldo Ardiles y Kempes, entre otros. Además, el grupo había sido reforzado con figuras del momento como Ramón Díaz, Juan Barbas y Diego Maradona, destacados campeones juveniles de Japón 79.
Tras la derrota ante Bélgica por 1 a 0, Argentina goleó a Hungría 4 a 1, con goles de Maradona (2), Bertoni y Ardiles. Días más tarde superó a El Salvador por 2 a 0 (Passarella de penal y Bertoni) y se clasificó a la segunda ronda.
Con un Maradona muy golpeado, el combinado nacional en la segunda fase perdió con Italia por 2 a 1 (Passarella). Y se despidió el 2 de julio frente a Brasil, con el que perdió por 3 a 1 (Ramón Díaz), tras sufrir la expulsión de un impotente Pelusa por un planchazo a Batista. En ese partido, el Diez sufrió la primera y única expulsión en un Mundial.
“Al llegar a Buenos Aires el recibimiento fue muy frío. No nos peleamos entre nosotros, más allá de que arribó la mitad del plantel. Sí dejamos todo en la cancha y los Mundiales son muy crueles, porque podés quedar eliminado en la última pelota en la última jugada. Un error derrumba todo lo bueno que hiciste hasta ese momento”, remarca Van Tuyne, quien no pudo sumar minutos en dicho torneo.
Mas allá del opaco rendimiento del elenco argentino, se trató de un Mundial amargo, además, por otro factor importante. Mientras se disputaba España 82, la Argentina estaba en guerra contra Inglaterra por las Islas Malvinas. Y, a raíz de eso, el plantel sintió en lo anímico el golpe de esa batalla que dejó una herida que todavía no cicatriza.
“Sentimos el golpe anímico de la guerra. Cuando nos fuimos a España, el conflicto estaba vigente. Nos íbamos empapando sobre el tema. Nosotros (futbolistas) nos reunimos y hablamos, porque cada uno tenía su versión de los hechos. Fue una situación muy difícil de llevar”, cuenta Van Tuyne en una entrevista exclusiva con Infobae.
Mas allá de su paso por la Albiceleste, el defensor debutó en Central en 1974. Seis años más tarde, se unió a Talleres de Córdoba durante una temporada. Al año siguiente, se fue a Racing Club. Y luego del Mundial de España se marchó a Millonarios de Colombia por tres temporadas para compartir cancha con Juan Gilberto Funes y Carlos el “Pibe” Valderrama, entre otros.
-¿Qué es de su vida, José?
-Viviendo en Rosario, mi ciudad. Alejado del fútbol desde hace mucho tiempo. Y prácticamente haciendo muy poco comercialmente, porque tengo a mis hijos grandes que están al frente de los negocios. Veo fútbol por televisión, ya que no voy a la cancha. Estoy alejado de las estadios y de la dirección técnica, de todo lo que he hecho en mi carrera.
-¿A qué se dedica hoy en día?
-Empecé con una guardería náutica en Rosario hace varios años. También, somos productores rurales con mis hijos. Esta actividad la hago durante la semana, pero muy tranquilo porque voy a cumplir 68 años.
-¿Por qué se alejó del ambiente del fútbol?
-Porque me dediqué a mis hijos y hoy, a mis nietos. Me llevan su tiempo y los fines de semana suelo estar con ellos. Somos una familia muy numerosa y tengo la suerte de tenerlos cerca. Los veo todos los días y los llevo a la escuela, hago una vida familiar tranquila.
-¿Qué fue lo último que hizo relacionado con este deporte?
-Hice un poco de todo. Fui entrenador, manager y representante, pero me alejé de todo eso. No tuve buenas experiencias en todas esas actividades. Luego de realizarlas, me di cuenta de que no era para mí. Así que me dediqué al comercio. Todo tiene su sacrificio. Estuve dirigiendo en las Inferiores de Rosario Central. Luego, fui ayudante de campo, dirigí la Primera División de Racing de Córdoba y fui manager del Canalla. Pero me di cuenta de que mi familia no podía seguir mi rutina de trabajo y decidí estar con ellos. Fui representante de jugadores también, pero no me sentí cómodo, y me dediqué a mi familia.
-¿Pudo hacer un buen colchón de dinero para vivir cómodamente?
-No sé si pude hacer un buen colchón económico, pero sí tengo plata para hacer lo que quiero. No me falta ni me sobra nada, estamos bien. No vivo al día, tengo un buen pasar, pero las cifras de la época en la que me tocó jugar difieren mucho de las que se manejan ahora.
-¿Cómo llegó a debutar en Rosario Central?
-Llegué a los 15 años. Me llevó un vecino de mi barrio, que me vio jugar en una liga local amateur. Me preguntó un día sí quería ir a probarme. Le dije que sí. Me hicieron unas pruebas, me ficharon y quedé; tengo los mejores recuerdos. El año pasado nos reunimos con los muchachos con los que había compartido plantel en esa época. Ya logramos encontrarnos en varias oportunidades. A mí me hizo debutar Carlos Griguol.
-¿Qué recuerda de él?
-Lo tuve como técnico en las divisiones menores y debuté en la máxima categoría. Tengo los mejores recuerdos. Fue un gran formador en mi carrera profesional y en mi vida privada también. Aprendí mucho con él, no sólo de fútbol, sino de la vida misma. Nos aconsejaba sobre cómo había que cuidarse para llegar a Primera. Qué hacer y cómo manejarse cuando una debuta en la A. En qué gastar la plata cuando se gana el primer sueldo. Cómo manejarse dentro y fuera de una cancha como un hombre de bien. Fue un padre para nosotros.
-¿Qué recomendación le daba a quienes cobraban su primer sueldo?
-”Comprate primero la casa, luego el auto”, nos decía. Muchas veces le decíamos que sí, como para darle la razón. Pero él estaba encima de nosotros para que lo hiciéramos. Y te repetía: “Primero la casa antes que el coche, porque en el día de mañana por lo menos tenes donde ir a dormir”. Griguol fue nuestro espejo para aquellos que tuvimos la suerte de tenerlo en las divisiones menores.
-¿Cuándo fue el momento de mayor exposición durante su carrera deportiva?
-Cuando estuve en la selección argentina. Tuve la suerte de estar en dos juveniles. Luego, desde 1979 hasta 1982 fui parte de la Mayor, hasta el Mundial de España, inclusive. Fue lo más importante de mi carrera, porque tuve la suerte de estar con todos los campeones del mundo del 78. También se agregaron Diego Maradona, Juan Barbas, Gabriel Calderón, Ramón Díaz…
-¿Cómo eran esas concentraciones en Villa Marista?
-Muy duras, más para los que llegábamos del Interior. Muy complejas. Estuvimos cinco meses de pretemporada. Los sábados entrenábamos a la mañana y nos liberaban hasta la mañana del lunes. De esta manera, yo viajaba a Rosario y me volvía el domingo a la noche, pasaba muy poco tiempo junto a mi familia. A los del Interior nos costaba mucho llevar ese trajín. Fue muy difícil la convivencia.
-¿Por qué?
-Estábamos aislados. El predio era para nosotros solos. Generalmente se trabajaba muy duro y tras la cena, nos íbamos a dormir porque estábamos muy cansados. Sin embargo, tratábamos de quedarnos para hacer la sobremesa y charlar un rato. También, tratábamos de jugar a un juego de mesa, pero siempre tratando de ir a descansar lo antes posible porque al otro día sabíamos que íbamos a entrenar duro y el descanso era lo único que no se podía recuperar.
-¿Con quién compartía la habitación?
-Íbamos rotando. Primero estuve con Mario Kempes. Luego con Enzo Trossero, Daniel Passarella y Héctor Baley, entre otros. Con el Kaiser tuve la mejor relación. Es una gran persona, y para nosotros siempre fue y será el gran capitán. Como compañero, nos sentíamos muy seguros con él, por su experiencia y valentía. Como persona, lo respetábamos mucho.
-¿Lo sorprende que Passarella hoy este alejado de todo?
-No me sorprende, porque pasa con casi todos los campeones del 78. Se comete una gran injusticia con ese grupo consagrado, porque no se le da la dimensión que verdaderamente tuvo, como sí la tiene el plantel del 86. Está bien que se lo valore, pero creo que a los primeros campeones mundiales no les dan la misma trascendencia. Hoy, se festeja más el título de 1986 y no se habla del título de 1978. Les pasa a todos, no sólo a Passarella. Nadie lo busca para nada ni a él ni al resto de los integrantes del primer plantel argentino campeón del mundo; están olvidados por la sociedad argentina.
-¿Qué balance hace de la participación argentina en España 82?
– Fue muy difícil nuestra zona. En el cuarto partido perdimos con Brasil y antes fuimos derrotados por Italia, que terminó siendo el campeón. La Verdamarela fue el mejor equipo de esa Copa. El Mundial para mí es muy cruel porque podés quedar eliminado en la última pelota de la última jugada habiendo hecho las cosas bien. Sobre la hora, un error derrumba todo lo bueno que hiciste hasta ese partido.
-¿Fue Italia el justo campeón?
-No, Brasil era un equipazo y tenía el mejor plantel de todos. Sin embargo, se consagró el seleccionado italiano. Argentina arrancó con el pie torcido, ya que debutamos con derrota por 1 a 0 contra Bélgica. Ese gol nos termina perjudicando porque clasificamos igual, pero tuvimos que ir al grupo más duro de la Copa. Si hubiéramos empatado, tal vez los rivales hubiesen sido otros.
-¿Cómo estaba físicamente el plantel argentino ?
-Estábamos bien. En la previa llevamos a cabo una preparación física muy buena y larga. Seis meses antes nos sacaron de nuestros equipos para estar a disposición del seleccionado. Durante la Copa hicimos lo mejor posible. Encima, teníamos a Diego Maradona, que lo mataban a patadas y no se lo cuidaba como podría pasar ahora que existe el Fair Play. Pero en ese momento no existía y lo que le hicieron fue una cosa alevosa para sacarlo del torneo. Fue lo que nos tocó vivir.
-¿Cómo tomaron en el vestuario la marca violenta de Gentile sobre Pelusa?
-Menotti siempre le decía a Diego lo que le iba a vivir dentro de una cancha, y le pasó no sólo contra Italia. Ante cualquier equipo que enfrentaba Pelusa tenía un hombre encima, que lo seguía por todos lados. Y el Flaco le advertía que iba a jugar así siempre. “Diego, te van a hacer esto, y se te van a colgar del cuello”, le adelantaba. Era muy difícil ser Maradona dentro y fuera de la cancha. Hoy, él hubiera sido diez veces mejor siguiendo las reglas actuales, por cómo se juega y con el Fair Play.
-Como jugadores y por lo que estaba sucediendo en Malvinas, ¿estuvieron de acuerdo con la decisión de la AFA de ir a disputar el Mundial a España?
-Con nosotros nadie habló sobre ese tema. No nos plantearon sí estaba bien o mal ir a disputar la Copa del Mundo. Nunca se habló de la posibilidad de no jugarlo, ni siquiera se dudó. En realidad, nadie sabía cuánto iba a durar el conflicto bélico. Entonces, era muy apresurado tomar una decisión, al no saber también cómo iba a terminar la guerra.
-¿El plantel sintió el golpe anímico por lo que pasaba en Malvinas?
-Sentimos el golpe anímico de la guerra. Cuando nos fuimos a España, el conflicto estaba vigente. En esa época, las comunicaciones eran muy difíciles, casi imposible de hablar por teléfono con los integrantes de tu familia. A pesar de todo, nos pudimos comunicar con ellos, que nos contaban lo que estaba sucediendo en Malvinas. También, lo que se estaba viviendo en nuestro país. Nos íbamos empapando sobre el tema. Entre nosotros, nos reunimos y hablamos, porque cada uno tenía su versión de los hechos. Fue una situación muy difícil de llevar.
-¿Tuvieron presión de la AFA y del gobierno militar para seguir participando del Mundial?
-No, no. Yo al menos que conviví toda esa época en la selección argentina en ninguno momento sentí la presión, ni se habló de nada para quedarnos sí o sí en España.
– Que recibimiento tuvieron en Buenos Aires tras volver de España?
-El plantel argentino se disolvió allá, tras la derrota con Brasil, porque había muchos jugadores que jugaban en ligas europeas y se quedaron. Otros se quedaron de vacaciones en tierras españolas. Del grupo, volvió menos de la mitad, porque cada uno tenía sus planes. Los dirigentes se quedaron viendo los últimos partidos del torneo. El recibimiento que tuvimos en la Argentina luego del Mundial fue muy frío. No nos peleamos entre nosotros. Sí dejamos todo en la cancha y los Mundiales son muy crueles.
-¿Sienten que defraudaron al pueblo argentino o no lo tomaron de esa manera?
-No. Un partido de fútbol no puede defraudar a un pueblo que estaba con la cabeza en otra cosa por el tema de la guerra. Era un momento muy confuso y Argentina estaba preocupada por cosas que eran más importantes que un Mundial.
– ¿Le dolió en su momento no haber podido jugar ni un minuto?
-Me hubiera gustado jugar aunque sea un minuto, porque uno se entrena para poder estar, pero no todos pueden. Éramos una delegación de 22 profesionales y aporté todo lo que pude desde afuera, ya sea en los entrenamientos, en la concentración y como integrante del grupo. No siempre uno puede estar dentro de una cancha, por este motivo hay que hacer lo mejor como persona fuera de la misma. Me quedé con las ganas de haber jugado algún partido en un Mundial.
-¿Lo habló alguna vez con Menotti?
– Nunca lo hablé con él porque en 1981, durante una gira del seleccionado por Europa para disputar amistosos, fui titular y me lesioné ante la Fiorentina. A raíz de esto, estuve dos meses fuera de las canchas. Tal vez, si no me pasaba eso, hubiese jugado.
-¿Qué enseñanza le dejó Menotti?
-La mejor. Hubo un antes y un después con Menotti en la selección argentina. Yo tuve la posibilidad de trabajar en juveniles en AFA antes de su llegada. Luego, conocí cómo era su mecanismo de trabajo y empecé a jugar en las juveniles. Salimos campeones en el torneo de Toulón por primera vez con un Sub 20. Con su llegada, el Flaco cambió un montón de cosas y jerarquizó la Selección.
-¿Qué cambió?
-Le dio algo que no tenía: organización, soluciones a los problemas que había y un fixture con partidos en Europa. Después, fue un hombre que lo que predicó en los medios del juego bonito era lo mismo que nos inculcaba en el vestuario. Nos pedía no tirar la pelota la tribuna, ni pelearnos con los árbitros y menos con los rivales. Siempre decía: “La gente paga por vernos jugar y hay que darle un buen espectáculo. Por eso, no quiero que tiren la pelota afuera estando solos, ni que hagan tiempo. Así que salgan a jugar al fútbol”.
-Jugaba para Racing cuando fue citado para el Mundial de España 82. ¿Qué recuerdos tiene de su paso por la Academia?
-Los mejores. El tiempo que estuve en ese club fue poco porque me encontraba ligado al seleccionado. Jugué el año 81 y a la siguiente temporada disputé muy pocos encuentros porque estaba afectado al Nundial de España. Siempre me impresionó la hinchada, el club y lo importante que es Racing en todo sentido.
-En su momento dijo que “Racing no es una institución seria”. ¿Por qué lo manifestó?
-Porque había muchos problemas económicos. He tenido compañeros en la Primera División que no tenían para comer, ni para llevar comida a su casa para su familia. Estuvimos seis meses sin cobrar y fui un bendecido porque vivía de los viáticos que me daba la AFA, por ser jugador de la selección argentina. Ese dinero me ayudaba a sobrevivir. Pero no me podía olvidar de mis compañeros.
-¿Le hizo juicio a Racing en su momento?
-No le hice juicio a Racing por la deuda que todavía tienen conmigo. Tengo en algún cajón los documentos del dinero que no pude cobrar. Así y todo nunca le hice un juicio. La crisis que vivió Racing en 1982 fue tremenda. Nos llegaron a deber seis meses de sueldo. Había compañeros que no tenían ni para viajar. Fue un tema muy difícil de atravesar.
-Era José Pastoriza el entrenador de la Academia. ¿Había similitudes o diferencias con Menotti?
-Omar era muy parecido al Flaco. Le gustaba jugar bien al fútbol. Era un motivador, ganador. No eran iguales, pero sí tenían gustos parecidos en el juego.
-¿Por qué dejó el futbol a los 30 años?
-Por decisión de vida. Luego del Mundial me fui a jugar a Millonarios de Bogotá, me llevó Pastoriza. Tenía 27 años. Firmé un contrato por tres temporadas y mi mujer estaba estudiando abogacía en Rosario. Le prometí que iba a cumplir ese vínculo y nos volvíamos. Y lo cumplí. Me quisieron renovar en Colombia, pero les dije que no. Volvimos a mi ciudad y abandoné el fútbol. Ya había cumplido mi contrato y quería cumplirle la palabra a mi esposa. Además, ya tenía dos hijos que empezaban a estudiar en Rosario. Y aquí nos quedamos.
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