La Agencia Internacional de la Energía (AIE) entra de lleno en el debate sobre la nuclear. Y lo hace tomando parte de manera clara: puede desempeñar, dice, un “papel significativo” tanto en la transición hacia un modelo “dominado por las renovables” como en la actual coyuntura de crisis energética. “El momentum para este tipo de energía está creciendo en muchos países, dado el incremento de precio de los combustibles y las crecientes preocupaciones sobre la seguridad [de suministro], pero su éxito dependerá de los Gobiernos y la industria”, se lee en un informe publicado este jueves por el brazo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, el think tank de los países ricos) para temas energéticos.
Los técnicos de la AIE creen que el desarrollo de sistemas energéticos sostenibles y basados en las energías limpias será “más complicado, más arriesgado y más caro” sin el concurso de la nuclear. “Los países que eligen continuar o incrementar el uso de energía nuclear podrán reducir su dependencia en los combustibles fósiles, reducir las emisiones y permitir a sus sistemas eléctricos integrar más energía eólica y solar. Estas liderarán el impulso, pero necesitan ser complementadas con recursos gestionables”, argumentan.
“En el actual contexto de crisis energética global, precios de la energía fósil por las nubes, desafíos sobre la seguridad de suministro y compromisos climáticos ambiciosos, la energía nuclear tiene una oportunidad única”, enfatiza el director ejecutivo de la AIE, Fatih Birol. “Sin embargo, de ninguna manera se puede dar por garantizada una nueva era: dependerá de que los gobiernos establezcan políticas sólidas para garantizar el funcionamiento seguro y sostenible de las centrales nucleares en los años venideros, y de que se movilicen las inversiones necesarias, también en nuevas tecnologías”.
La industria nuclear, continúa Birol, “debe abordar rápidamente los problemas de sobrecostes y retrasos en los proyectos que han afectado la construcción de nuevas plantas” en los países ricos. “Como resultado, las economías avanzadas han perdido el liderazgo del mercado, ya que 27 de los 31 reactores que comenzaron a construirse desde 2017 se han diseñado en Rusia o en China”. Dada la “oposición política y de la opinión pública” hacia esta tecnología, el organismo evita formular recomendaciones concretas a los países “que prefieren no hacer uso de ella en su mix energético”. Y reconoce que tanto el riesgo de accidente como los residuos generados por las centrales son las dos cuestiones más espinosas desde el punto de vista de la “aceptación política y social”.
Según las cifras de la Agencia, a pesar del auge de la eólica y la solar fotovoltaica y el cierre paulatino de los reactores más antiguos, la atómica sigue siendo la segunda mayor fuente de energía libre de emisiones. Seis de cada diez centrales, repartidas por 32 países del mundo, tienen más de tres décadas a sus espaldas: fueron construidas en los años inmediatamente posteriores a la doble crisis petrolera de la década de los setenta del siglo pasado. Además de ser muy costosas, levantar una de ellas toma años, por lo que difícilmente podría sería una opción para salir del atolladero energético a corto plazo. En la actualidad, solo 19 naciones están construyendo nuevas centrales.
La AIE proyecta una reducción de un tercio en el número de centrales en operación en los países ricos de aquí a 2030, por el cierre de las unidades más vetustas. Justo lo contrario de lo que recomienda el organismo con sede en París: su hoja de ruta para alcanzar el objetivo de cero emisiones netas en 2050 pasa por duplicar el volumen de energía atómica. Para eso, añade el texto publicado este jueves, es necesaria la construcción de nuevas plantas “en todos los países que se muestran abiertos a esta tecnología” y el desarrollo exitoso de tecnologías “que aún no son viables desde el punto de vista comercial”, como los reactores de menor tamaño (SMR, en la jerga del sector). Incluso si así fuese, la nuclear solo supondría el 8% de una matriz eléctrica global que estaría —en todos los escenarios— claramente liderada por las renovables.