Esta semana voy a iniciar con una pequeña encuesta: ¿qué tan en serio te tomas tu hora de comida?
A. ¿Eres de los que comen en su escritorio (o frente a la computadora)?
B. ¿Sueles bloquear tu calendario a la hora de la comida, pero al final terminas trabajando (contestando emails, checando Slack… etc.) durante esa hora de todas formas?
C. ¿Eres de esas personas a las que de plano a veces se les “olvida comer”?
D. ¿O eres esa persona que se toma el tiempo para sentarse a comer propiamente en una mesa, fuera de la oficina o lugar de trabajo?
Yo he sido un poco de todo, dependiendo del mes o de la semana, salvo la opción C. He comido tarde, eso sí, pero jamás se me olvida comer. Este año mi meta es comprometerme de verdad a ser el tipo de persona D, esa persona para quien es impensable comer en menos de 10 minutos un triste sándwich en su escritorio. Hay culturas en las que la hora de la comida no se toca, pues es una oportunidad no solo para desconectar del trabajo, sino también para conectar con una misma y otras personas. Francia es un ejemplo.
¿Sabías que, hasta hace poco, en Francia era ilegal comer en tu escritorio?
Así como lo lees. Hace más de cien años, en 1894, el gobierno francés implementó una nueva sección en su code du travail (código laboral) en el que estipulaba que comer en el trabajo es perjudicial para la salud. En aquella época el tipo de trabajo que se realizaba en las fábricas y las condiciones de éstas eran razón suficiente para buscar que los trabajadores salieran, al menos por un par de horas, de sus lugares de trabajo altamente tóxicos, literalmente. Aunque mucho ha cambiado desde entonces, la costumbre se mantuvo y la ley permaneció vigente hasta febrero del 2021, cuando debido a la pandemia y la subida en los contagios por COVID-19, el gobierno francés rescindió la prohibición de comer en el lugar de trabajo. Pero la medida duró poco. En su artículo Covid-19, Workday Lunch and the French Labor Code, Martin Bruegel, historiador del Instituto Nacional de Investigación para la Agricultura, la Alimentación y el Medio Ambiente en Francia (INRAE por sus siglas en francés), defiende el propósito histórico y contemporáneo de la prohibición de comer frente al escritorio. Darse el tiempo y el espacio para comer no solo mejora la productividad, innovación, creatividad y compromiso de los empleados, también su bienestar. “La gente es simplemente más feliz cuando se toma un tiempo de inactividad durante la jornada laboral”, argumenta Bruegel.
Los beneficios de comer fuera de la oficina se reflejan también en la convivencia social en general, “las personas que comen juntas pueden hablar sobre problemas y pueden resolver tensiones u opiniones diferentes. Crean una cultura en la que es posible tener diferentes puntos de vista”, señala Bruegel. En resumen, la hora del almuerzo puede ser un motor para la convivencia. Un bien público, como dice Gregory Warner para NPR.