Una familia se encuentra conformada por diferentes individuos encargados de cumplir un rol en particular dentro de ella. Sin lugar a dudas, uno de los roles principales es el que ocupa un padre.
Para Armando Mendiola ser Papá es un regalo de la vida, ya que disfruta del presente con su familia, pues tras sufrir un infarto cerebral hace 4 años y medio el pronóstico no pintaba nada bueno, especialistas comentaban que iba a quedar en silla de ruedas y mudo.
Ese fue el pronóstico que plantearon los médicos y que a través de los días fue evolucionando de manera favorable de tal forma que, cuando salió del seguro social 11 días después estaba en terapia del lenguaje y mejorando poco a poco. Empezó a poner líneas porque no podía como tal escribir, leer, ni entender nada. Era complicado pero al mismo tiempo se sentía por un lado muy agradecido con la vida y con la experiencia que estaba viviendo sin entender completamente lo que estaba entendiendo.
“Las personas no me entendían, tenía una afasia que es una lesión en el cerebro, porque primero tuve un infarto en el corazón y se creó un coágulo que subió al cerebro y afectó un poco al tema del leguaje principalmente todavía hasta la fecha tengo consecuencias de ello pero ya son prácticamente mínimas” comentó
Esta situación le dio un cambio radical e interesante en su vida pero sobre todo en la relación como familia y mi relación con sus hijos “Max y Paulo que en ese entonces tendrían 6 y 10 años. Me ayudaban a leer y escribir, también me ponían unas tarjetas y yo trataba de entender lo que significaba la imagen, empecé a hacer líneas y practicaba 5 horas al día para poder llegar a la etapa en la que estoy ahora. Buscaba un punto con el lápiz y me concentraba en ello para empezar a trabajar en una línea, mis hijos me ayudaron con trabajos de matemáticas pero sobre todo con cuestiones de escribir” agregó
Armando tenía como profesión la docencia en la Universidad de León, él cuenta con una maestría en Nutrición Clínica, desafortunadamente por azares del destino cambió su vida tanto profesional como personalmente, en momentos complicados siempre contó con el apoyo de su esposa e hijos para salir adelante.
“Ahora resulta que mis hijos me estaban enseñando a aprender. Eso fue fantástico porque lejos de caer en una neurosis que me provocara una mala relación con ellos, tuve que aprender a ser discípulo de ellos. Aprender a entender que me estaba ayudando y me estaban enseñando. Maximiliano asumió una actitud más responsable al estar pendiente de mí, por otro lado Paulo tuvo una regresión interesante donde lo que necesitaba era protección pero al mismo tiempo estar al pendiente también de papá. Entonces fue un cambio importante para mi familia» finalizó.
La resiliencia es la cualidad o característica de su familia. Él como persona tiene una cualidad, un valor que lo distingue, que es mantenerse en un estado de paz todo el tiempo y una sensación de bienestar sobre su cuerpo, ya que no sé imagina qué va a pasar mañana, porque tiene una capacidad cardiaca del 17%, lo único que hace es disfrutar del momento, día a día y compartir momentos con sus hijos.