“Hacíamos cada vez más colaboraciones que consistían en posicionar productos en videojuegos y entornos sociales”, cuenta Cohen. “Era un proceso enrevesado, el tema de las licencias era complejo y tampoco es que para los consumidores la experiencia fuera la bomba”. El objetivo de RSTLSS consiste en eliminar esos estorbos y pemitir a los usuarios que personalicen la ropa digital de sus avatares, la acuñen como NFT y después la luzcan en diferentes entornos dentro del metaverso: en videojuegos, en mundos abiertos, como avatares de redes sociales, además de una versión física para llevarla en la vida real. Un cliente podría, por ejemplo, comprar una sudadera con capucha de Billie Eilish en RSTLSS y ponérsela en Fortnite, en Decentraland, en Twitter o para ir a clase o al trabajo.
Según Cohen, a la mayoría de la gente todo esto le parecerá algo habitual antes siquiera de que se dé cuenta. “Piénsalo de esta manera: ahora mismo estamos hablando a través de Zoom”, señala. “Nadie hablaba por Zoom antes de 2020. Igual sucedió con las redes sociales de la Web 2.0: al principio estaban los primeros usuarios y luego, de repente, tener un perfil en una red social se convirtió en algo completamente normal. Y de la misma forma que las redes sociales están fuertemente vinculadas a la identidad (escoges tu foto de perfil, eliges cuidadosamente el contenido de tu feed de Instagram), vestirte con ropa digital se convertirá en algo corriente que haremos todo el rato”.
Cuando esto se generalice, la naturaleza de la moda, de la identidad, experimentará una transformación como no hemos presenciado en siglos. Vivimos en una época en la que los ciclos de la nostalgia se han acelerado y amplificado, hasta el punto de que la moda Y2K, inspirada en los primeros 2000, es más rompedora hoy de lo que fue hace 20 años (la moda de la década de los 2010 es demasiado reciente como para que sea revisitada). Es posible que, pese a todos los riesgos y controversias inherentes a la Web3 en su encarnación actual, el metaverso tenga la llave para que la moda pueda, por fin, evolucionar.
Nadie sabe a ciencia cierta cómo será la siguiente fase, pero no parece que el concepto de marca corra el riesgo de desaparecer: siguen siendo un elemento importante a la hora de expresar la identidad, y nombres como Gucci y Nike continúan atesorando un considerable caché cultural, tanto en el plano físico como en el digital. En cualquier caso, el metaverso abrirá nuevos caminos para interactuar con nuestras firmas favoritas y con otras nuevas que vayan emergiendo a medida que se vaya transformando el paisaje.
Algunos expertos creen que algún día invertiremos más dinero en ropa digital, pero es poco probable que llegue a sustituir a la ropa física. Lo que sí que puede suceder es que surja un espacio aún más extraño y fascinante en el que, en lugar de que las prendas físicas inspiren los diseños digitales —pongamos, por ejemplo, que adquirimos la copia digital de unos pantalones de Balenciaga que la firma ya había presentado en una pasarela física—, ocurra más bien lo contrario. ¿Qué sucederá cuando la ropa que le pongas a tu alado avatar palmípedo de siete ojos comience a influir la ropa que te pones para ir a trabajar? ¿Cómo traducirán los diseñadores esa libertad que posibilita el metaverso a la hora de expresar nuestra identidad para esas ocasiones en las que queramos desconectar e interactuar en persona?
La moda —con todas sus frivolidades percibidas— sólo va a ser más esencial, más extraña, más expresiva, más artística, más poderosa, a medida que nos adentramos más y más en nuestro futuro alimentado por las criptomonedas.
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