En los últimos años, especialmente desde la irrupción del Covid, hemos estado inmersos en un periodo de incertidumbre permanente. Escasez de materias primas, tensiones de oferta y de la cadena logística, crisis energética, inflación generalizada, escasez de talento especializado, etc… Ha quedado más patente que nunca la necesidad de transformar nuestro modelo económico para asegurar la recuperación a corto plazo y la sostenibilidad a largo plazo. Y para hacerlo, la rápida reacción de los gobiernos europeos mediante la movilización de una cantidad de fondos sin precedentes, los conocidos Next-Gen, nos da una gran oportunidad que no podemos desaprovechar
Si ya desde hace tiempo, en cualquier proceso de transformación la tecnología jugaba un papel clave, la realidad es que la digitalización se ha acelerado drásticamente en estos últimos años, y nos encontramos por tanto en un sector que es un claro tractor de la economía, generador de riqueza y valor añadido, y de los que mayor impacto tiene en nuestro país. Así se refleja en los datos cuando analizamos el mercado de servicio de Tecnologías de la Información (TI) en España, en el cuarto puesto por tamaño en Europa, solo superado por Reino Unido, Alemania y Francia y que los analistas esperan que sea el que más crezca de aquí al año 2025, hasta los 22.000 millones de euros de facturación.
Para conseguir ser eficaces en este proceso de transformación, hay que encaminar de manera correcta nuestros esfuerzos, incorporando procesos de digitalización con celeridad, pero conociendo el punto del que partimos. En este sentido, el último Índice de Economía y Sociedad Digital (DESI) realizado por la Comisión Europea sitúa a España en el top 10 de los Estados miembros, aunque con ciertas particularidades.
Por un lado, las infraestructuras en España en cuanto a conectividad son muy avanzadas, hasta el punto de ocupar la tercera posición en Europa, si bien con mucha diferencia entre zonas rurales y urbanas. Pero por otro, la falta de capacidades digitales y de capital humano son dos temas que resulta urgente abordar en este proceso. A pesar de tener una tasa alta de graduados en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM) –bastante por encima de la media europea con más del 22%–, estamos en un escenario que combina un déficit de talento y un desequilibrio en el uso y adaptación de la tecnología, dependiendo de diferentes grupos de ciudadanos y territorios. Es importante afrontar esta situación, y para ello el Plan Nacional de Competencias Digitales prevé destinar una inversión de unos 3.500 millones a desarrollar estas carencias. Por último, otra peculiaridad española es el modelo de tejido empresarial, conformado principalmente por pymes, que suponen un 98% y que cuentan con una menor adopción tecnológica, principalmente por falta de presupuesto y de personal cualificado. Para abordar esta situación, serán clave iniciativas como el kit digital, que buscan motivar la adopción de las nuevas tecnologías en un millón de pymes y autónomos, y que está dotado con un presupuesto de 3.500 millones de euros. Se trata de una iniciativa que tiene como objetivo estimular la implantación de tecnología y soluciones digitales en pequeñas y medianas empresas, buscando un nivel de madurez digital que permita ir renovando sus capacidades digitales al ritmo del mercado, y que estas no se queden atrás.
En todo este contexto es necesario que las administraciones públicas, no solo modernicen sus propios procesos de manera que sean más eficientes y óptimos, sino que deben dar un paso más y alzarse como el ejemplo a seguir. Las administraciones públicas pueden ejercer de eje cohesionador hacia un modelo empresarial y productivo más digital, fomentando el cambio que verdaderamente necesita el país a través de un modelo colaborativo que busque el equilibrio entre los fondos gestionado por el estado y la aportación de las empresas y fomentando la colaboración público-privada.
La digitalización debe estar en el centro de todo y necesita seguir impulsándose. Es ahora cuando tenemos que afrontar el reto de crear capacidades tecnológicas diferenciales, que nos permitan convertirnos en un polo exportador de valor añadido y nos sirvan para consolidar nuestra riqueza. Capacidades como la inteligencia artificial –mediante la Estrategia Española de Inteligencia Artificial–, una realidad que en los próximos años va a cambiar el escenario de no pocas industrias y que nos podría colocar en la vanguardia tecnológica a nivel mundial.
La oportunidad de llevar a cabo una profunda reestructuración de los planes estratégicos, tanto de administraciones públicas como de entidades privadas es única. Todas las compañías y gobiernos ponen el eje digital como elemento fundamental sobre el que articular su estrategia. Y esto ha conllevado que el 2021 haya sido el año de mayor crecimiento de la última década.
No obstante, es importante que estas apuestas no sean temporales. Es necesario focalizar las inversiones para que estas sean duraderas, se alineen con una clara visión estratégica y estén ejecutadas en el marco de la colaboración público-privada, para que cuando no contemos con el impulso europeo de los fondos la rueda de la economía española no sólo siga girando, sino que lo haga a mayor velocidad que antes. Se trata de una ayuda temporal que se ha adoptado para acelerar la recuperación de la economía española, pero tiene una fecha de caducidad.
Y, cuando llegue ese momento, debemos estar preparados para sumar talento y tener preparadas las infraestructuras necesarias, que evolucionen para digitalizar la economía y la sociedad. Esto se traducirá en la creación de capacidades propias para la producción de bienes y servicios digitales que mejoren el modelo productivo y social del país. O, en otras palabras, haber construido y conseguido nuestra autonomía estratégica mediante la tecnología.
Sergi Biosca es CEO de NTT DATA España