No es cierto el tópico de las películas: a los extraterrestres no les interesa solo Estados Unidos. En España hubo un tiempo donde el que alguien dijese haber visto un ovni no tenía nada de novedoso. Apasionados de la materia se reunían en tertulias; los sacerdotes teorizaban acerca de si las cien ovejas de la Parábola de la Oveja Descarriada representaban los otros mundos fuera de la Tierra; los alienígenas, en vez de llamarse Spock, Klaatu o Chewbacca, atendían a nombres como Francisco, según aseguraba, por ejemplo, un conquense en 1968 al periódico La Actualidad Española a propósito de un supuesto encuentro en el parador del Castillo de Alarcón.
El antropólogo Ignacio Cabria (Santander, 67 años), antes dedicado a la investigación ovni, la ufología, y exmiembro del Centro Investigador de Objetos Volantes Extraterrestres (CIOVE) de Santander, recoge ahora esta fiebre por los platillos volantes bajo el franquismo y posfranquismo en el libro Historia cultural de los ovnis en España 1950-1990 (Reediciones Anómalas). Planteado inicialmente como revisión de un libro anterior de Cabria, Entre ufólogos, creyentes y contactados: una historia social de los ovnis en España (1993), es un repaso exhaustivo a las investigaciones locales, sus métodos, el asociacionismo y el eco mediático de unos casos que podían de lo esperpéntico a lo berlanguiano. El autor explica que su intención, esta vez, era acercarse al fenómeno como historiador cultural, pese a que, cuando escribió aquel trabajo, ya era escéptico y crítico de los ovnis.
Ello no le impide, sin embargo, esbozar un “elogio de la locura”, como dice en su conclusión, homenajeando a aquellos que soñaron con la realidad del contacto extraterrestre y pusieron el toque costumbrista a las historias de fuera sobre Roswell y el Área 51. Personajes como Fernando Sesma, Màrius Lleget, Enrique de Vicente o el padre Severino Machado pueblan las páginas de un libro donde también se abordan con gran detalle polémicas como la del contacto con el planeta Ummo, el elaborado engaño con falsos mensajes extraterrestres y fotomontajes que se extendió durante los sesenta y setenta hasta que su autor intelectual, el escéptico José Luis Jordán Peña, fue descubierto y aseguró haberlo hecho movido por un experimento social.
Llama la atención cómo su trabajo ensalza el esfuerzo de algunos ufólogos o incluso su perfil intelectual, como el del Premio Nacional de Literatura Carlos Murciano. ¿Cree que hay una desacreditación injusta hacia este mundo? La ufología se ha desacreditado a sí misma. Al menos, cierta ufología, por su falta de rigor, su comercialismo o las medias verdades por las que ha optado. Para los que quieren creer, la ufología no está desacreditada.
En Historia cultural… se muestra más duro con escépticos como José Luis Jordán Peña –autor, a mediados de los setenta, de la farsa de Ummo, que derivó en escándalo sexual– que con quienes se lo creen. Puedo entender mucho mejor a los que fueron víctimas. Toda esta gente bienintencionada que sentía pasión por los extraterrestres estaba muy motivada por la idea de contactar con una civilización exterior, aunque se dejaran engañar como pardillos. Siento más empatía por ellos que por un personaje siniestro como Jordán Peña, que, por una parte, era un tipo muy inteligente, que colaboraba con los ufólogos en los años setenta, dando siempre una visión racionalista y escéptica, y al mismo tiempo era un obseso de la manipulación social y de grupo.
¿Son las fabulaciones extraterrestres una especie de lienzo sobre el que la gente proyecta su visión del mundo? Los contactados, cuando hablan de esas sociedades del cosmos que nos están tutelando, que nos hacen dar un salto evolutivo, ir a otro planeta a perfeccionarnos y no sé qué, lo que están haciendo es proyectar ideas sobre la sociedad. Normalmente, ideas bastante conservadoras en lo religioso, por ejemplo. Se transmite una sociedad patriarcal, jerarquizada. Los guías extraterrestres de los que habla Misión Rama [grupo contactista de origen peruano] son militares. Hay escalas jerárquicas, están los ancianos de la galaxia, los comandantes de las naves… Esos conceptos de sociedades ordenadas, con planetas donde solo se habla un idioma y solamente hay una raza y una religión, ya nos dicen bastante.
Cita usted también una entrevista en ABC de un párroco de Mairena de Alcor, Enrique López Guerrero, en 1968, confirmando sin reservas la existencia de extraterrestres. ¿La Iglesia no dijo nada? Había una cierta tolerancia porque, al fin y al cabo, los curas que hablaban de extraterrestres eran inofensivos, ¡no hablaban de comunismo! Los religiosos estuvieron en el tema ovni ya desde principios de los años cincuenta, hablando de la posible redención de Cristo en otros mundos, de la existencia del Cristo marciano, de si el pecado original había llegado a otros planetas… Ahora parece ingenuo, pero en aquel tiempo teólogos muy serios se preguntaron y publicaron sus tesis acerca de estas cuestiones.
Su libro recoge dos avistamientos por parte del actual rey emérito, Juan Carlos, viajando en avión. Uno en 1980, donde el piloto aclaró que se trataba de un reflejo de Venus, y otro dos años antes, en el primer vuelo a China, donde viajaba también Iñaki Gabilondo, que hasta lo contó en Milenio 3. ¿De ese avistamiento se explicó algo? No, que yo sepa no hubo mayor investigación. Se quedó un poco en el chascarrillo y se habló en la recepción en la embajada en China, pero se quedó ahí.
¿Fue ese el origen del interés de la reina Sofía en los ovnis? Parece que el interés de la reina Sofía venía ya de antes. J. J. Benítez era su ufólogo de cabecera [ríe]. Desde el principio tuvo un interés en todo lo paranormal. Fíjate, a principios de los setenta los todavía príncipes, antes de la muerte de Franco, ya habían estado en clases o en presentaciones que había hecho la Sociedad Española de Parapsicología en la Universidad Complutense, en la sede de San Bernardo.
Llega a ubicar además a un miembro de ETA en la sucursal de Misión Rama en Bilbao. ¿Eran los ovnis un fenómeno totalmente transversal en el Estado? No lo conozco específicamente y no sé si se ha estudiado ese tema, el si había más creyentes en ovnis entre los abertzales o entre los otros [ríe]. Alguien me dijo en estas entrevistas que los del grupo de Misión Rama que había en el centro de Bilbao eran más bien señoritos, pero se ve que del otro lado del Nervión las creencias eran parecidas. Podría decirse que el tema ovni era un poco transversal sociológicamente, sí.
En el libro incluye, sin embargo, unas encuestas de 1979 que dibujan el perfil del creyente en ovnis como hombre joven, de izquierdas, ateo, de alto estrato, urbanita y, curiosamente, poco interesado en el fútbol. Son las personas jóvenes las que aceptan las nuevas ideas que les cuestan a los mayores. También están más abiertas a cambiar de creencias, a dejar la religión católica, que estaba disminuyendo rapidísimamente en plena Transición. Algunos encontraban en el tema de los ovnis una especie de sustituto de la religión, como proponían Félix Ares y Carmen Garmendia en aquellas encuestas que hicieron, con ayuda del CIOVE de Santander. Para ellos, funcionaba así. La crisis de creencias religiosas llevaba a abrirse a las sectas, a las creencias en lo paranormal, a la espiritualidad que luego se llamó new age…
La revista de Blas Piñar, Fuerza Nueva, en cambio, sí cargó duramente contra la hipótesis extraterrestre. ¿Por qué parece que ha habido un giro en los temas de misterio y ahora son parte del imaginario de los partidos de ultraderecha, con la conspiranoia contra las vacunas, la Tierra Plana, la teoría racista del Gran Reemplazo…? O incluso con la decisión de Trump de desclasificar todos los archivos sobre ovnis. Fuerza Nueva criticaba el interés por los ovnis igual que cualquier cosa contemporánea, como la televisión o fumar. Todo para ellos era un ataque a los valores tradicionales, así que los ovnis también. Las teorías conspirativas tienen que ver con ciertos extremos políticos. Investigadores de este pensamiento lo encuentran tanto en la extrema derecha como, aunque en menor medida, en la extrema izquierda, y el tema de los ovnis y los extraterrestres está en ese eje desde los noventa. No lo sé, esto es una mera especulación, pero quizás la desclasificación de archivos ovni de Trump tiene que ver con la obsesión de que hay verdades ocultas, que se ha tapado información.
Se queja en otro punto de que la prensa tratase a algunos líderes de grupos ufológicos como si fueran Charles Manson. No obstante, con casos como el de los suicidas de Terrassa [dos hombres que en 1972 se arrojaron a las vías del tren dejando una nota: “Los extraterrestres nos llaman. Pertenecemos al infinito”] o la evolución de ciertos grupos, ¿no acabó habiendo una cierta truculencia en el mundo ovni? No llegó a haber realmente un movimiento sectario. El caso de los suicidas de Terrassa es muy misterioso, no se sabe exactamente por qué [Juan] Turu Vallés y su compañero, [José Félix] Rodríguez Montero, se lanzaron a las vías del tren. Probablemente el mayor de ellos, Rodríguez Montero, fue el que forzó de alguna manera al otro. No sabemos si hay un componente sectario en aquello, fue muy extraño. Pero no hay más casos verdaderamente graves. A Misión Rama se le denunció, porque en los años ochenta y hasta los noventa había un cierto pánico hacia las sectas, que llegó a su culmen en 1997 con el suicidio masivo de Heaven’s Gate. Aquello le afectó a un grupo español en concreto que tuvo una denuncia como grupo sectario, que es el grupo Aztlán, y quedó en nada porque no había componente sectario ahí. En Interviú se publicaron algunas denuncias de casos individuales que aseguraban que Misión Rama era una secta, pero eran datos sacados de situaciones muy particulares, por ejemplo en Oviedo, que no tenían nada que ver con el movimiento a nivel internacional. Por este mismo descrédito, de hecho, es por lo que Sixto Paz [el líder] se desvinculó de aquello y acabó oficialmente con Misión Rama en 1990. Aztlán persistió un tiempo más, pero casi como grupo de amigos.
Pero Edelweiss sí era una secta relacionada con el mundo alienígena, ¿no? Con abuso infantil incluso. Pero no tenía nada que ver con los ovnis, utilizaron algún símbolo ummita y cosas así, sin ninguna vinculación con la ufología.
¿Ha visto la película española Espíritu sagrado, del pasado año? Me pareció que en quedaba un poco ridiculizado el ambiente de los creyentes en los extraterrestres y se les presentaba de una manera que creo que no es la habitual, ni es la generalidad de los contactados. Como si fueran unos papanatas que se dejan convencer por una persona fraudulenta. En la mayoría de los casos, la gente no es tan ignorante ni tan estúpida, realmente va buscando algo de manera individual y participa en un grupo. Al menos, en la mayoría de casos de grupos de contactados que ha habido. Pero no son realmente manipulados, porque generalmente no se ha hecho una captación de miembros. Creo que las personas que han estado en esto han conservado un mínimo espíritu crítico.
Hablando de espíritu crítico, mencionaba antes a J. J. Benítez, que no queda en muy buen lugar en su libro y que rechazó ser entrevistado. ¿Qué hubiera querido preguntarle? Entiendo que no me contestase. Ya le di un cierto palo en otro libro anterior y él también me criticó precisamente a raíz de Entre ufólogos… Aquí no queda en buen lugar porque es difícil tragarse su biografía, ¿no? Quería preguntarle si había cambiado de opinión con respecto a muchos casos ovni que han quedado refutados y que él defendía, si reconoce que ha habido engaños y en qué se echaría atrás de todo aquello. Y preguntarle también si mantiene las mismas ideas sobre los extraterrestres que cuando empezó. Hay una cosa característica de ciertos autores, que es que mantienen fijas sus ideas a lo largo de toda su vida, lo que dice bastante de su capacidad de aprendizaje. Creo que todos aprendemos en la vida, todos hemos cambiado de opinión en ciertas cosas porque hemos madurado las ideas. Pero en el comercialismo descarado del tema ovni que se ha hecho, para vender tienes que decir que todos los casos que investigas son extraterrestres.
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