Cuando se trata de implementar medidas contra el cambio climático, todo el mundo menciona rápidamente la posibilidad de reducir los vuelos, comer menos carne y limitar el uso del automóvil. Sin embargo, a menudo se pasa por alto que los perros y los gatos también tienen un impacto en el equilibrio ecológico.
Según cálculos científicos, un perro de gran tamaño ya puede generar la mitad de las emisiones de dióxido de carbono (CO₂) que todo ser humano debería provocar como máximo para no contribuir al agravamiento del cambio climático. “Si alguien va a una manifestación para protestar contra el cambio climático con un perro de 50 kilos y luego exige que se detengan los vuelos de corta distancia, es contradictorio”, resalta Matthias Finkbeiner, director del Instituto de Protección Técnica del Medio Ambiente de la Universidad Técnica de Berlín.
¿Cómo influyen entonces los gatos y perros en el equilibrio ecológico?
Un grupo de científicos en Berlín realizó en 2020 un cálculo para perros de diferentes tamaños. Para realizar el estudio determinaron el origen y la producción de los alimentos, así como el envasado y el transporte, pero también el impacto medioambiental de la orina y las heces y la consecuente limpieza de las calles.
Según los cálculos, un perro de 30 kilos provoca unas 19 toneladas de CO₂ en 18 años. Eso representa unos 1.050 kilogramos de CO₂ al año.
Una perra de la raza dóberman o un labrador están en el mismo orden de emisiones de dióxido de carbono.
Según la fundación suiza de protección del clima Myclimate, una tonelada de emisiones de CO₂ corresponde aproximadamente a un vuelo económico de ida y vuelta de Fráncfort a Las Palmas de Gran Canaria (1,1 toneladas).
Las emisiones de CO₂ son mayores en el caso de los perros más grandes, como el sambernardo o el gran danés, y menores en el caso de los perros más pequeños, como el pug o el maltés.
Matemáticamente, cada habitante de la Tierra solo debería emitir dos toneladas (2.000 kilogramos) de CO₂ al año para no sobrecargar más el clima. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), esa es la capacidad que la Tierra puede absorber de forma natural.
En Alemania, la emisión es bastante mayor. Según el Ministerio Federal de Medio Ambiente, la emisión por persona en 2019 fue de 8.500 kilos.
En 2019, el instituto de evaluación de impacto ambiental (ESU-Services), con sede en la ciudad suiza de Schaffhausen, calculó la evaluación del ciclo de vida de los animales domésticos, desde los caballos hasta los peces ornamentales.
La metodología utilizada por el instituto incluía, por ejemplo, los viajes en coche al bosque para pasear con el perro o la pérdida de calor a través de una gatera que permite que los gatos entren y salgan de una casa.
Los científicos concluyeron que mantener un perro de 29 kilos, como un labrador, durante un año equivale aproximadamente a las emisiones de CO₂ de un viaje en coche de 2.828 kilómetros.
En tanto, mantener un gato de 4,2 kilos equivale a las emisiones de CO₂ que produce un automóvil que circula 1.164 kilómetros.
Según resalta Michael Bilharz, de la Agencia Alemana de Medio Ambiente, el tema se descuidó durante mucho tiempo. Entre otras cosas, fracasó por la falta de datos sobre el impacto medioambiental de los animales domésticos.
Pasaron doce años antes de que los animales de compañía fueran incluidos en la popular calculadora de CO₂ de la página web de la agencia. Personas que abordaron el tema aseguran que a menudo deben enfrentar reacciones de hostilidad y rechazo. “¿Debemos sacrificar ahora a todos los caballos, perros y gatos?”, es uno de los comentarios recurrentes.
Sin embargo, los expertos subrayan que no se trata de poner en la picota a los dueños de los animales. “Pero tenemos que ser claros al respecto: todas las aficiones contaminan el medio ambiente”, señala el fundador de ESU-Services, Niels Jungbluth. “Una persona va a esquiar, otra a jugar al golf, la tercera tiene un caballo, un perro o un gato. Cada uno tiene que hacer su propia compensación”, destaca Finkbeiner.
“Tener un perro, comer carne todos los días, conducir un carro grande y volar mucho, tal vez sea demasiado”, agrega.
“Una persona vegana puede mejorar el balance de 800 a 1.000 kilogramos de CO₂ al año. Pero si al mismo tiempo mantiene un labrador o un retriever, este ahorro vuelve a desaparecer”, destaca Bilharz.
El número de perros en los últimos 20 años se duplicó con creces en Alemania. Según la asociación alemana de productores de suministros para mascotas, en 2020 se registraron en el país 15,7 millones de gatos y 10,7 millones de perros.
A raíz de la pandemia del coronavirus se adquirieron más animales de compañía, especialmente en las épocas de cuarentena obligatoria, por lo que el número de mascotas pudo haber aumentado considerablemente el año pasado.
Según Bilharz, en el caso de las mascotas, se trata efectivamente de un problema de volumen. “Una cosa es un perro guardián en la granja o un gato que cace ratones en el granero. Pero si hay una gran cantidad de gatos en una densa urbanización y todos ellos se desplazan por el patio trasero y salen a cazar, entonces no solo tenemos un problema de protección del clima, sino que pronto tampoco habrá pájaros allí”, afirma.
Muchas personas destacan el beneficio de tener una mascota, y eso es algo que hay que tener en cuenta. Además, alegan que los dueños de perros pasan más tiempo al aire libre y suelen volar menos y que los niños aprenden a ser responsables en el cuidado de los seres vivos.
Por otra parte, hacen hincapié en que los gatos pueden ayudar a personas con depresión u otras enfermedades mentales. “No negamos en absoluto los beneficios”, resalta Finkbeiner. “Pero tal consideración no tiene lugar en un balance ecológico. Al fin y al cabo, hay un beneficio incluso con los ‘productos malos’. El bienestar de una persona aumenta con un perro, el de otra con un Porsche”, subraya.
Hay muchas maneras de mejorar el equilibrio ecológico de las mascotas. “Con tres hijos, ¿hay que tener tres gatos o basta con uno? ¿No se puede también pasear al perro del vecino en lugar de tener uno propio?”, cuestiona Jungbluth.
Finkbeiner resalta que la contaminación ambiental causada por la orina y los excrementos puede reducirse, al menos en parte, recogiendo las deposiciones.
Afirma que la contaminación por CO₂ causada por la quema de la bolsa de plástico con los excrementos es menor que el daño causado por las heces en el exterior. Según los cálculos, la mayor parte del impacto climático se debe a la alimentación. “Es teóricamente posible alimentar a perros adultos y sanos con una dieta puramente vegetal”, precisa Volker Wilke, de la Universidad de Veterinaria de Hannover.
Una serie de ensayos realizados con dietas veganas, por ejemplo, a base de guisantes, lentejas, boniato o soja, y que incluían vitamina A, taurina y otros aminoácidos, no mostraron consecuencias negativas.
Sin embargo, a la hora de cambiar la dieta del animal es necesario el asesoramiento de un experto. De lo contrario, existe el riesgo de que se produzcan daños en el corazón y el sistema nervioso, atrofia muscular u otros problemas.
Wilke considera que para mejorar el equilibrio ecológico no hay que decidirse por comer carne sí o no. Subraya que ya el hecho de alimentar a la mascota con más cantidad de alimento seco en lugar de comida húmeda también marca la diferencia. “La comida vegana con una gran proporción de soja de Brasil y aditivos de otras partes del mundo, como comida húmeda en una lata, puede ser muchas veces más perjudicial para el clima que la comida seca que contiene carne que se produce aquí”, advierte el especialista.
El equilibrio también se mejora alimentando a los perros con carne y subproductos cárnicos que no comen los humanos, como las ubres o los pulmones de las vacas, o con insectos como fuente de proteínas.
En tanto, en el caso de los gatos es más difícil. “Es casi imposible alimentar a un gato con una dieta basada en productos vegetales”, comenta.
Sin embargo, se puede mejorar el equilibrio ecológico también en este caso si se utilizan alimentos con subproductos animales en lugar de mucha carne de músculo o con más alimentos secos.
De todos modos, muchos animales están sobrealimentados. “Adaptar la alimentación a las necesidades reales también tendría un enorme potencial en términos de sostenibilidad”, afirma Wilke. “Muchas mascotas sufren de sobrepeso. No solo en el sentido de la salud, sino también en el de la sostenibilidad hay que procurar que los animales domésticos se mantengan delgados”, concluye.