Después de un año de retraso, la Cumbre de las Américas 2022 está intentando despegar. En un momento en que la región necesita un fuerte compromiso y sólido liderazgo para ayudar con la recuperación post pandemia, abordar el retroceso democrático, mejorar la seguridad ciudadana y responder a la creciente inseguridad alimentaria como resultado de la guerra en curso en Ucrania, la agenda vigente para la Cumbre tiene gusto a poco, demasiado tarde. De hecho, muchas voces en la región han criticado la agenda de la Cumbre por ser, en esencia, el reflejo de las prioridades políticas nacionales de los Estados Unidos.
En circunstancias normales, estas críticas darían paso a una ronda de debates preliminares en los que las cuestiones clave de la agenda podrían resolverse con anticipación. Por lo contrario, Estados Unidos ha estado tratando de contar con un número de suficientes invitados, ya que una creciente lista de países ha amenazado con boicotear la cumbre por completo. Esto incluye actores regionales clave como México, donde el presidente Andrés Manuel López Obrador ha iniciado una campaña pública para asegurarse que Cuba, Nicaragua y Venezuela reciban invitaciones para asistir. Varios otros países, entre ellos Bolivia, Guatemala y los miembros de la Comunidad del Caribe (CARICOM), también han asumido esta causa, lo que promete dar como resultado una cumbre teñida de asientos vacíos. Estas amenazas de boicot no solo implican casi echar por tierra la cumbre antes de que se lance, sino que socavan el espíritu de confianza mutua que se necesita para que reuniones diplomáticas como la de Los Ángeles generen resultados concretos y compromisos multilaterales.
Si bien las perspectivas para el 6 de junio parecen cada vez más sombrías, sigue habiendo posibilidades de que los países de la región muestren liderazgo y planteen cuestiones clave que no han recibido la debida consideración en la agenda actual. Países como Argentina, cuyo papel en la región se ha visto reforzado aún más al tener la actual presidencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), pueden beneficiarse al ir a los Estados Unidos con aportes para fomentar la colaboración. Al mismo tiempo, Estados Unidos debería escuchar más atentamente las prioridades expresadas por los gobiernos de la región en su búsqueda para colaborar y construir confianza en todo el hemisferio. A continuación se mencionan tres áreas a tener en cuenta en el contexto de la Cumbre y con posterioridad al evento.
No es descabellado afirmar que el comercio fue el propósito original de la Cumbre de las Américas. En 1994, cuando se convocó la primera cumbre en Miami, la mayor parte de las conversaciones giró en torno a los esfuerzos para unir a la región a través de una serie de acuerdos comerciales, el más ambicioso de los cuales fue la propuesta del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). En la actualidad, la conversación ha cambiado radicalmente, e incluso países como Ecuador y Uruguay, que se han acercado a los Estados Unidos en repetidas ocasiones para firmar Tratados de Libre Comercio, han sido rechazados.
Volver a plantear discusiones serias sobre el comercio resulta esencial para todo esfuerzo que se realice con el fin de impulsar la recuperación post pandemia en el hemisferio. Los acuerdos comerciales no solo generan condiciones más favorables para el intercambio de bienes, servicios y talento, sino que permiten una estabilidad institucional duradera. Para los inversores, que han sido sacudidos por años de alta volatilidad, el hecho de establecer reglas claramente delineadas por acuerdos será fundamental para plantear un nivel de base y establecer las reglas a las que se espera que se adhieran en los próximos años.
El comercio también es fundamental si Estados Unidos desea cumplir las promesas de nearshoring creadas por la pandemia. Sin los tipos de convenios institucionales que se generan a partir de los acuerdos comerciales, será difícil convencer a las empresas para que consideren establecerse en los países de América Latina y el Caribe. Además del nearshoring, es decir, la reubicación de oportunidades de negocios más cerca de las fronteras de los Estados Unidos, las conversaciones sobre el comercio constituirán mecanismos importantes para promover el “friendshoring” y el retorno de las oportunidades de negocios a los aliados y socios de los Estados Unidos. Invertir en establecer lazos comerciales sólidos con los estados democráticos debería ocupar un lugar destacado en la lista de prioridades de Washington, especialmente dado que la brutal invasión rusa de Ucrania y la disrupción económica mundial que esta situación ha causado han mostrado los peligros que conlleva construir cadenas de suministro sobre las espaldas de regímenes autoritarios e irresponsables.
Aparentemente, aún más tabú que el comercio es el tema de la infraestructura. Para competir con eficacia en el mercado global, los países de todo el hemisferio necesitan puertos, centros de tránsito, centrales eléctricas e instalaciones de importación y exportación modernizados. Sin embargo, las empresas estadounidenses decididamente se han retirado de esta esfera, dejándole la puerta abierta a China para llenar este vacío. Si bien Estados Unidos a menudo ha hecho sonar la alarma, y con razón, cuando se trata de la naturaleza confusa de los contratos chinos, los niveles inmanejables de deuda acumulada y la falta de estándares laborales y ambientales, Washington tiene muy poco que ofrecer como contraoferta.
Por lo tanto, la cruda realidad no es que las empresas chinas están expulsando a las empresas estadounidenses para obtener grandes contratos de infraestructura, sino que las empresas estadounidenses ni siquiera son parte de la ecuación. Esto no solo obstaculiza los esfuerzos estratégicos de competencia de Estados Unidos, sino que socava el potencial de crecimiento económico de la región. La sana competencia por los contratos de infraestructura, que generalmente implican altos niveles de inversión y se ejecutan durante varios años, garantiza que los países puedan encontrar las mejores ofertas posibles, al mismo tiempo que pueden asegurarse de que los contratos se adapten a lo QUE SUS economías y ciudadanos más necesitan. Por lo tanto, la Cumbre debería ser la oportunidad perfecta para que Estados Unidos se plantee la difícil pregunta de qué se necesita para que el sector privado estadounidense vuelva a involucrarse en el desarrollo de infraestructura en el continente americano.
A raíz de la pandemia, el aumento de las economías ilegales ha empoderado a grupos delictivos en todo el hemisferio, generando así brotes de violencia e inestabilidad en todos los ámbitos. Al mismo tiempo, Estados Unidos se ha alejado de un enfoque hemisférico para abordar las redes de narcotráfico. En América del Sur, la producción de cocaína se mantiene en niveles altos y está alimentando el conflicto entre asociaciones delictivas sanguinarias y a la vez bien financiadas.
Una situación especialmente preocupante asociada a esta ola de actividad delictiva la constituye la “captura” de prisiones por parte del crimen organizado, lo que ha convertido a estas instituciones no solo en sitios de violencia, sino en centros de secuestros, tráfico y otras actividades ilegales. En Ecuador, decenas de reclusos han sido asesinados en una serie de brutales masacres carcelarias que sirven como indicadores de la creciente competencia entre carteles rivales. En Brasil, las pandillas que se originaron en el sistema penitenciario de ese país ahora ejercen influencia nacional y luchan por el acceso a las drogas y a las redes de tráfico en la Amazonia, así como en los países vecinos.
Abordar la creciente situación de seguridad en las prisiones regionales requerirá un redoble de esfuerzos para fortalecer los sistemas penales a fin de desbaratar las redes de comando y control delictivo dentro de las prisiones y desmantelar los sistemas de contrabando que canalizan armas hacia las cárceles y logran sacar de prisión a personas peligrosas. También servirá para mejorar la seguridad de los delincuentes no violentos mediante una mejor administración penal, que esté más profesionalizada. Finalmente, estos esfuerzos deben combinarse con un ataque concertado a la corrupción, que es el facilitador clave del comportamiento delictivo del que hablamos.
Otra área en la que Estados Unidos podría impulsar la cooperación regional, a la hora de combatir el delito, es la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR). Este tema tiene múltiples intersecciones con desafíos económicos que afectan los medios de vida, preocupaciones ambientales, pero también constituye una oportunidad para que Estados Unidos fortalezca la cooperación de seguridad regional frente a China, que es el principal infractor cuando se trata de reglamentaciones pesqueras en el hemisferio.
Los esfuerzos conjuntos para combatir la prevalencia de la pesca INDNR representan un área natural de convergencia entre los intereses estadounidenses y regionales. Estados Unidos ha señalado con frecuencia su deseo de asociarse con guardacostas y las Armadas en toda la región. Sin embargo, este tipo de colaboración ha tardado en cristalizarse, mientras que el número de buques de pesca INDNR ha seguido aumentando. En consecuencia, existe una necesidad apremiante de recuperar el tiempo perdido participando en ejercicios conjuntos, compartiendo tecnología e información de monitoreo y coordinando políticas sobre la pesca INDNR en foros internacionales. El trabajo conjunto para abordar las violaciones a las leyes laborales también es un frente importante en la batalla contra la pesca INDNR, ya que los trabajadores de este tipo de embarcaciones a menudo enfrentan condiciones de vida deficientes y condiciones de trabajo peligrosas, así como la coerción de sus superiores en expediciones de pesca de larga distancia. Por último, la comunidad empresarial del hemisferio puede contribuir a estos esfuerzos delineando los costos tangibles de la pesca INDNR para sus ciudadanos y exponiendo el tema en términos sencillos a partir de conversaciones a veces abstractas sobre soberanía y derechos económicos marítimos.
Estados Unidos conserva importantes lazos culturales E históricos con UNA región con la que también comparte valores. La decisión de organizar la Cumbre en Los Ángeles refleja estas conexiones intrahemisféricas de larga data. Sin embargo, estas experiencias y sentimientos compartidos no deben darse por sentados y, de hecho, Estados Unidos debería hacer mucho más que simplemente elegir un lugar para la Cumbre si realmente desea promover su conexión con la región.
El intercambio educativo es una de las herramientas más poderosas a disposición de los Estados Unidos. Dado que cuenta las mejores universidades del mundo y una larga tradición de apoyo a las visitas de académicos internacionales a través de mecanismos como la Beca Fulbright, más de un millón de estudiantes extranjeros viajaron por año a los Estados Unidos antes de 2020. El intercambio educativo es particularmente importante para la formación de las futuras élites científicas, académicas y políticas de América Latina. Lamentablemente, la pandemia produjo una merma de estudiantes internacionales que aún no se ha recuperado. Incluso antes de esta situación, América Latina y el Caribe contribuyeron poco al total de estudiantes internacionales. Según Open Doors, solo tres países latinoamericanos, México, Brasil y Colombia, figuraron en los 20 PRINCIPALES lugares de origen de estudiantes internacionales durante el período 2019-2020, lo que representa un total combinado de aproximadamente 3,7% de todos los estudiantes internacionales.
Si bien es poco probable que el intercambio educativo ocupe un lugar destacado en la agenda de la Cumbre, no se debe subestimar la importancia DEL intercambio ACADÉMICO en todo el hemisferio. Las personas que estudian en los Estados Unidos en promedio tienen una percepción mucho más favorable del país, mientras que en el campo de las ciencias duras los estudiantes y académicos internacionales APORTAN GRAN TALENTO A las instituciones de los Estados Unidos que realiza contribuciones esenciales a la investigación, el desarrollo y la innovación.
Al mismo tiempo, China parece comprender ampliamente los beneficios del intercambio educativo. Entre 2009 y 2018, el número de estudiantes internacionales en China se duplicó con creces, y llegó casi al medio millón antes del inicio de la pandemia de coronavirus. China logró esta hazaña aumentando con rapidez su programa de becas, y recientemente ha firmado un acuerdo con la CELAC para ofrecer 5000 becas para estudiantes latinoamericanos. Por lo tanto, si bien Estados Unidos sigue siendo el estándar de oro en términos de la calidad de sus instituciones educativas, las puertas de estas universidades parecen SER CADA VEZ MENOS ACCESIBLES PARA muchos ESTUDIANTES Y PROFESIONALES DE la región.
Otra característica de la ubicación de la Cumbre es su proximidad al principal centro de innovación tecnológica y digital, ubicado en Silicon Valley. Esta es una de las principales ventajas comparativas de los Estados Unidos, que debe aprovecharse para satisfacer rápidamente las necesidades de una región que ESTÁ cada vez más conectada.
Durante la pandemia, la adopción de tecnologías digitales EN EL hemisferio occidental aumentó rápidamente, y AMÉRICA LATINA está bien posicionada para hacer un mejor uso de las tecnologías emergentes. Al mismo tiempo, la rápida adopción de estas tecnologías ha dejado a muchos varados en el lado equivocado de la creciente brecha digital. Estas oportunidades y desafíos van mucho más allá de simplemente proporcionar acceso a Internet y brindar capacitación sobre cómo usar las nuevas tecnologías para que las personas puedan tener ingresos sustentables, o asesorar sobre cuestiones de propiedad intelectual y las reglamentaciones sobre privacidad o bien establecer marcos regionales para apoyar aún más el comercio digital. Por lo tanto, si bien resulta tentador afirmar que Estados Unidos ha perdido frente a China DEBIDO A LA la expansión de 5G, el alcance y la diversidad de la economía digital se adaptan mucho mejor al modelo estadounidense, que se caracteriza por la competencia y la innovación.
No es solo Estados Unidos quien se beneficia de una mayor cooperación en el hemisferio respecto del espacio digital. América Latina es el “hogar” de seis de los 16 países destacados como “Digital Sprinters” por Google debido a sus enfoques innovadores y su rápido progreso en lo que respecta a la adopción de las nuevas posibilidades que brindan Internet y las nuevas comunicaciones. A fines de 2021, 47 empresas de toda la región fueron designadas empresas “unicornio”, valuadas en más de 1000 millones de dólares, y otra decena de empresas fueron valuadas en más de 100 millones de dólares. Hay empresas más grandes que también han forjado lazos profundos dentro de los Estados Unidos, incluida la compañía de software Globant, que tiene su sede en Argentina pero que hoy deriva la mayor parte de su negocio de SUS operaciones en los Estados Unidos. Por lo tanto, el brindar mayor apoyo comercial y regulatorio al sector tecnológico fortalecerá aún más la posición de los Estados Unidos y la región a medida que el mundo se convierta en un futuro cada vez más digital.
Un primer acuerdo comercial digital podría promover una mejor integración en este campo en todo el hemisferio. De hecho, ya existe una fuente de ideas al respecto: el capítulo de Comercio Digital del Acuerdo entre Estados Unidos, México y Canadá, que es considerado uno de los marcos regulatorios con más visión de futuro en esta área.
Puede que la Cumbre de las Américas no cumpla su promesa en junio, pero eso no significa que no haya espacio para que estos tres temas se discutan en profundidad. Es posible incluso que la Cumbre marque el comienzo de un diálogo más fructífero con América Latina, generando así una oportunidad para establecer una estrategia a largo plazo para la región. Los países del hemisferio pueden ganar mucho más asistiendo a la Cumbre y expresando sus posturas sobre algunos de estos temas que boicoteando el evento. Es más, es posible que luego de la Cumbre tengan lugar intensas rondas de negociaciones en las que la región pueda presentar alternativas y exigir medidas concretas.
*Juan O. Cruz es director del Foro Estratégico Argentina-Estados Unidos y Asesor Senior del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, Washington D.C.
Francisco de Santibañes es vicepresidente del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI)