Hasta ahora apenas superan los 180 casos -ninguno de gravedad- diseminados en una docena de países, incluido uno sospechoso en Argentina. Obviamente, la noticia ganó la primera plana de los medios del mundo y dio un nuevo tema de preocupación a infectólogos y público: se trata de un brote epidémico de una rara enfermedad que es, hasta ahora, muy poco frecuente: la viruela del mono.
Endémica del África central, el primer caso del actual brote se identificó a principios de mayo en Inglaterra, en un viajero que volvía de Nigeria. Hasta ahí nada extraño. Sin embargo, a los pocos días comenzaron a confirmarse casos no relacionados con este paciente “cero” en Portugal, España y otra docena de países. Y el domingo pasado el Ministerio de Salud informó sobre un posible caso en CABA “con síntomas compatibles. Presenta pústulas en el cuerpo y fiebre. El paciente, que se encuentra en buen estado general, aislado y recibiendo tratamiento sintomático, tenía antecedente de viaje reciente a España”. Al cierre de esta edición ya había un segundo caso.
La viruela de los monos es un nombre algo engañoso ya que también se contagia a través de otros mamíferos pequeños. Su denominación, obviamente, se refiere a la primera detección -en 1958- cuando se la aisló en macacos de laboratorio.
De acuerdo a los epidemiológicos, cada año se registran un puñado de miles de casos, casi todos en África ecuatorial. Fuera de ese continente, hasta ahora, se aislaron pocos eventos y siempre asociados a viajeros o a la importación de animales infectados. Sin embargo, según publicó la revista Nature, “esta vez la cantidad de casos fuera de África, en apenas una semana, ya superó al total contabilizado desde 1970. Es, justamente, esta veloz propagación lo que puso a la infectología en alerta”. Eso y, claro, un contexto de sensibilización global por la cuarta ola del SARS-CoV-2 que insiste en evolucionar en cepas más eficientes en el contagio.
Mientras ya suena la alarma, los científicos recomiendan evitar el alarmismo. Según explicó en conferencia de prensa el epidemiólogo Enrique Pérez, asesor médico de la Organización Panamericana de la Salud, “la viruela del mono es una zoonosis esporádica de Africa. Se manifiesta con erupciones pustulosas, fiebre y malestar general y normalmente es leve aunque en unos pocos casos puede agravarse. El contagio se realiza por contacto directo con el intercambio de sangre o fluidos por ejemplo a través de lesiones o contacto estrecho”.
Otra diferencia con el SARS-CoV-2 que, vale recordar, es un virus de ARN y rápida evolución, está en el material genético del causante de la viruela del mono: es ADN y relativamente grande. La aclaración es importante porque los virus de ADN son más eficientes a la hora de reparar sus mutaciones lo que significa que es poco probable que mute repentinamente y se vuelva más eficiente en el contagio.
Por otra parte, aunque la viruela está extinguida hace décadas, como precaución algunos países mantienen stock de vacunas, así como tratamientos antivirales que, se cree, podrían funcionar. Según Pérez, por ahora se está investigando la evolución del brote. Y la recomendación es de precaución “especialmente para los viajeros cuyo destino es alguna de las zonas endémicas. A los países les sugerimos aumentar las medidas de vigilancia epidemiológica y la atención, en particular a los trabajadores de salud”.