Llega un día por la tarde y nuestra hija adolescente no nos quiere hablar. Cena en silencio, le preguntamos qué le pasa y no nos cuenta nada. Insistimos, se enfada y se va a su habitación. También puede que nuestra hija se comporte como siempre, nos hable sobre sus amistades, sobre sus clases, pero se encierre en su cuarto y exprese sus emociones en soledad sin que nosotros nos demos cuenta.
Estas son dos posibilidades que se pueden dar durante la adolescencia de nuestros hijos e hijas y que nos indican que algo está ocurriendo en su vida. Puede haber muchas variables que desemboquen en estas situaciones: se ha enfadado con alguien, ha suspendido un examen y no nos lo quiere contar, le han expulsado de clase o puede que esté pasando por su primera ruptura amorosa. En esta última muchas veces las madres y padres cojeamos y no nos damos cuenta de que nuestra hija adolescente está pasando por su primera ruptura.
La adolescencia es el terreno donde se producen las primeras relaciones de pareja, donde se experimentan las primeras emociones relacionadas con el amor y el desamor. Sin embargo, todos estos estados emocionales los adolescentes los suelen llevar en soledad, sin unos progenitores que les acompañen y que les calmen.
Prepararse para la adolescencia de nuestros hijos
Las familias suelen llegar a la adolescencia sin haberse preparado a ella, sin conocer qué cambios se pueden dar y esperando que nuestros hijos se comporten como adultos que no necesitan acompañamiento emocional. Así lo cuenta la educadora social y experta en adolescentes Sara Desirée Ruiz en su libro ‘El día que mi hija me llamó zorra’: “Cuando llega la adolescencia se suele pensar que el trabajo ya está hecho, que solo queda esperar a que los frutos cultivados en su infancia empiecen a aparecer. Dejamos de acompañarlas en el desarrollo de habilidades varias porque existe la creencia de que ya saben hacerlo solas. Y luego resulta que no. Esta etapa tiene sus propios desafíos y sus necesidades particulares. No sabemos lo que les pasa ni cómo atenderlas, cosa que no sucede en la infancia”.
Por este motivo, cuando nuestros hijos experimentan las primeras relaciones de pareja hacemos como que ese tema no existe, que ellos saben cómo arreglárselas ante estas nuevas experiencias. Todo lo relacionado con la educación afectivo-sexual lo tratamos como un tabú, evitamos hablar del tema durante la infancia, obviamos las preguntas que nos hacen sobre ello y cuando queremos darnos cuenta, nuestros hijos e hijas se están embarcando en una relación de pareja sin tener ni la información suficiente ni las herramientas para poder trabajarla y en, muchos casos, para poder salir de relaciones de dependencia emocional. Para Marta Martínez Novoa, psicóloga y autora del libro ‘Que sea amor del bueno: Por qué la responsabilidad afectiva es clave en tus relaciones’, hay que anticiparse para hablar sobre las relaciones de pareja, no llegar a la adolescencia sin haber mencionado nada del tema antes, así como debemos entender que es un tema serio que debemos abordar con ellos ya que puede afectar mucho a su concepción de las relaciones con los demás. “Creo que es importante que se lo tomen en serio en el sentido de que ni sea un tema tabú con ellos y se muestren abiertos a escucharlos y acompañarlos en lo que necesiten”, expresa.
¿Cómo inculcarles una buena definición de lo que es relación de pareja?
Todas las familias quieren que sus hijos e hijas escojan buenas parejas, que les traten bien, con los que crezcan personalmente y con los que esté presente, principalmente, el respeto. Sin embargo, nuestros hijos llegan a sus primeras relaciones sin saber qué es una relación sana, qué elementos la componen, en qué situaciones deben poner un límite o cómo pueden expresar sus necesidades a su pareja. A la par, a veces no les damos el espacio a nuestros hijos e hijas para contarnos sus experiencias relacionadas con el amor porque, como hemos dicho antes, hemos tratado durante toda su vida el tema como tabú. Así lo afirma Martínez Novoa: “Creo que como familias es importante informarnos lo máximo posible acerca de qué es y qué no es sano en una relación de pareja y también en las de amistad para saber alertar a los adolescentes si vemos algo extraño e informarlos para que también ellos aprendan a verlo por si mismos, pero siempre dejándoles su espacio para que nos den la información que ellos consideren darnos acerca de sus vínculos y dejándolos vivir y experimentar sus propios aciertos, errores, decepciones y alegrías en sus relaciones”.
Por eso, es vital que seamos nosotros, los progenitores, quienes nos informemos sobre todas las cuestiones relacionadas con las relaciones de pareja, porque si nosotros no les informamos sobre ello, aprenderán patrones tóxicos por otras vías que normalizarán en sus relaciones. “Lo primero [que debemos hacer es tratar] de informarnos nosotros lo máximo posible sobre dinámicas de maltrato, abuso emocional, irresponsabilidades afectivas, etc., ya que en general, como sociedad, no se nos ha educado para todo esto, con lo importante que es. Y más allá de eso, hay que generar diálogos con ellos en los que podamos tratar estos temas desde un punto de vista cercano y ameno, no desde el miedo o las normas rígidas”, agrega la psicóloga.
Tan importante es informarles sobre las relaciones de pareja sanas como dar ejemplo de ello. ¿Qué modelo les estamos dando a nuestros hijos e hijas como pareja? ¿Nos gritamos cuando peleamos? ¿Solucionamos las discusiones de forma asertiva? ¿Tenemos una relación tóxica con nuestra pareja? Como nos decía la psicóloga Silvia Congost en esta ponencia, nuestra relación de pareja también es ejemplo de nuestros hijos y, tal y como nos comportamos nosotros en nuestra relación, nuestros hijos aprenderán nuestras conductas y las incorporarán en sus relaciones futuras.
“Si en las primeras relaciones se sufren devaluaciones, humillaciones… es muy probable que el/la adolescente comience a normalizar este tipo de situaciones en los vínculos e incluso a romantizarlas”
¿Cómo les puede afectar sus primeras relaciones de pareja en el futuro?
Al igual que todas las vivencias de nuestros hijos e hijas en la infancia van forjando su personalidad y la forma en la que se relaciona con los demás, las primeras relaciones de pareja también van a afectar a su concepción de las relaciones y a la forma de relacionarse con sus parejas. “Las relaciones principales que vamos teniendo en las diferentes etapas de nuestra vida van tallando y puliendo lo que creemos ser nosotros, lo que creemos que son los demás y qué espera el mundo de nosotros y nosotros podemos esperar de él”, especifica Martínez Novoa.
Si sus primeras relaciones no son sanas, no hay respeto mutuo y no hay responsabilidad afectiva, puede afectar a su concepción de lo que son las relaciones de pareja. “Si en estas primeras relaciones se sufren devaluaciones, humillaciones, anulación, traiciones, etc., sin que nadie le haga ver que eso no es amor, es muy probable que el/la adolescente comience a normalizar este tipo de situaciones en los vínculos e incluso a romantizarlas, lo que se potencia y legitima todavía más mediante la presencia de estos patrones de relación en películas, series, canciones…”, cuenta.
¿Cómo les ayudamos a superar esa ruptura?
Les hayamos hablado o no sobre relaciones afectivo-sexuales, si nuestros hijos sufren una ruptura amorosa, podemos ayudarles. Para ello, nos acercaremos a ellos de una forma u otra dependiendo de la confianza que tengan en nosotros. Quizás son ellos mismos los que nos cuentan que están atravesando una ruptura o quizás nos hemos enterado por otro lado y no quieren comentárnoslo.
Lo primero que nos recuerda Martínez Novoa es que debemos darles espacio a los adolescentes en estas cuestiones. ¿Quieren hablar con nosotros? Adelante, estemos ahí con ellos e intentemos darles apoyo emocional ¿No nos quieren contar nada? ¿Prefieren hablarlo con otra persona con la que tienen más confianza en la familia? ¿Prefieren con sus amigos? Está bien, lo importante es que tengan un apoyo con el que hablen de este tema. Si queremos que nos hable de su relación sin forzarles, Martínez Novoa señala que podemos preguntarles “abiertamente sin tabús, pero dejándoles claro que no es obligatorio que cuenten nada que no les apetezca y que estaremos ahí para ellos cuando quieran hablar si no quieren hacerlo ahora”.
Si nos comentan sobre su ruptura lo principal es acompañarles en sus estados emocionales. “Mostrarse abiertos a acompañarlos sin juicios y desde la empatía; dejarles que se expresen a su ritmo; normalizar y validar sus sentimientos, no pretender que estén bien de la noche a la mañana, sino validar su tristeza; no tomarse su ruptura como una “cosa de críos”, su dolor importa y es válido”. Desirée Ruiz también añade que cuando tengan una ruptura tenemos que dejar a un lado nuestra mirada adultocéntrica, ya que no podemos juzgarles desde nuestra mirada de adulto, sino que debemos ponernos en su visión de adolescente. Aunque nosotros veamos esa ruptura como una nimiedad y la restemos importancia, a ellos puede afectarles en gran medida.