Durante 2021 nacieron casi 35.000 bebés en nuestro país. Ginecólogas (y ginecólogos), parteras, enfermeras y eventualmente doulas conforman un elenco que está presente cada vez que una mujer va a dar a luz. Son las personas que ayudan a las uruguayas a ser mamás, en un proceso normal de la vida de toda mujer que ha tenido transformaciones por los avances de la ciencia. Estos cambios han sido principalmente la anestesia para evitar el dolor y el crecimiento de las cesáreas, tema controvertido, este último, si los hay. Pero también las mujeres tienen hoy sus hijos a mayor edad, están más informadas sobre los procesos (y por tanto empoderadas como para incidir en ellos) y quedan embarazadas por métodos científicos que hace medio siglo eran de ciencia ficción. El avance de la Medicina también ha permitido que pacientes trasplantadas y con distintas patologías puedan cursar embarazos sin problemas, algo que antes era desaconsejado.
Graciela Melgarejo es especialista en Ginecotocología del Hospital Pereira Rossell y de la Sociedad Médica Universal. “En Uruguay hay una natalidad muy baja, algo que es tendencia en el mundo: la mayoría de las personas van a tener un hijo o dos. Y el parto tiene que salir perfecto. Ni que hablar si el embarazo fue por técnicas de fertilidad, donde hubo todo un tratamiento, una expectativa, un costo. Muchas veces no van a parto espontáneo, van a cesárea coordinada. Por distintos motivos (como por ejemplo que son mamás de más de 40 años que están teniendo un primer hijo), hay más cesáreas que antes. Todos los administradores han tratado que no sea así, porque ello tiene un mayor costo, pero hay que asegurar un nacimiento sin problemas para el niño. De todos modos, siguen siendo muchos más los partos normales que las cesáreas”, explica a Revista Domingo.
Con respecto al tema de la anestesia, señala: “Yo tuve dos partos con analgesia, un recurso que siempre me pareció excelente. Mi primer hijo nació hace 26 años y en ese entonces eso no estaba tan extendido como ahora. Pero hoy hay una tendencia a que haya un control del dolor, así como un parto natural con distintas posiciones, masajes en los pies, duchas y otros recursos en los que las parteras insisten mucho. Y para la analgesia en el parto se precisa que participe un anestesista, lo cual en algunas instituciones es gratuito y en otras no”.
Los cambios en la obstetricia
Nancy Murillo tiene 32 años de experiencia como ginecóloga. Y, en su caso, en todo este tiempo no ha cambiado en nada su sensibilidad y emoción al ser la primera persona en ver a un bebé. “Hay gente que me dice: ‘Ya viste tantos nacimientos que para vos deben ser todos iguales’. Pero la realidad es que el día que deje de emocionarme cuando un niño nace, voy a dejar la profesión”, sostiene.
Aunque claro, las cosas fueron cambiando en la especialidad médica que se ocupa del embarazo, el nacimiento y el puerperio o posparto (obstetricia). “Las madres cambian la forma de vivir su embarazo, ahora hay muchas más que trabajan. El principal cambio es que se respeta mucho más la autonomía del paciente. El otro cambio que hubo es la analgesia. En pleno siglo XXI, a nadie se le ocurriría por ejemplo extraerse una muela sin anestesia. Yo siempre les digo a las pacientes que prueben, porque el umbral de dolor es muy diferente para todas. Pero la idea es que no pasen mal en el momento del parto. No van a ser mejores madres porque les duela. Este es un cambio radical, las pacientes se agotan menos al no tener dolor y el parto es mucho más placentero para ellas”, explica.
Con respecto al aumento de las cesáreas, la experta dice que ello se explica por múltiples factores. “No estoy diciendo que estamos haciendo mejor o peor medicina porque hay más cesáreas. Ahora las mujeres se embarazan a edades más tardías, entonces es mucho más probable que existan patologías que hacen que el parto no sea aconsejable. Tenemos métodos de diagnóstico más precisos. Logramos monitorizar la frecuencia cardiaca fetal correctamente con equipos de última generación que nos avisan cuando un bebé no está tolerando bien el trabajo de parto y entonces le hacemos a la paciente una cesárea urgente”, señala.
Y agrega: “Hay veces que la madre nos pide una cesárea por razones sociales, organizativas, porque trabajan y necesitan programar sus licencias. Y si nos piden una cesárea, tenemos que respetarles la autonomía, porque es el cuerpo de ellas y el hijo de ellas”.
Murillo explica que también hay más embarazos gemelares por el progreso de las técnicas de fertilización asistida. “Y además, la medicina avanza de tal manera que permite que se embaracen pacientes a las que en otras épocas no les recomendábamos que lo hicieran. Ahora incluso tenemos pacientes trasplantadas, a las que hay que programarles muy bien el momento del nacimiento, o con patologías severas. Son todas cosas que hacen que haya más pacientes propensas a que se les practique una cesárea”, agrega.
En defensa del parto natural
Por ley, en Uruguay es obligatorio tener una partera en la Maternidad, la cual cumple un rol fundamental en el trabajo junto al ginecólogo. Paola Cardoso es partera del Hospital Italiano. Solamente antes de recibirse estuvo presente en unos cien nacimientos. Y estima que ayudó a traer a este mundo a unos 400 niños desde entonces. “Empecé a estudiar en 2006, en esa época me gustaba la carrera pero sinceramente no estaba convencida de dedicarme a eso. Cuando arranqué y me enganchó, me di cuenta que era lo mío. Me recibí cinco años después, cuando tenía 25”, relata a Revista Domingo.
Cardoso está al tanto de que en los últimos años ha habido un aumento de las cesáreas pero, por su profesión, defiende el parto natural como la mejor opción para la mujer y el bebé: “Cuando yo empecé la carrera de partera no se daban tanto, pero eso ha cambiado muchísimo. Ahora la mujer está más informada, sabe lo que quiere. Y podemos ayudarla más desde otro lugar. Es cierto que ha aumentado mucho el intervencionismo médico. Y que las parteras desde hace años estamos luchando con el tema de la preparación para el nacimiento, para empoderar más a las mujeres, para que estén más informadas y entiendan que la cesárea es un acto quirúrgico”.
La profesional entiende que hay mucha yatrogenia (daños ocasionados en las pacientes por actos médicos), por ejemplo en la interrupción de embarazos antes de lo indicado. “Eso es lo que vemos las parteras y la medicina defensiva. Queremos evitar que exista una complicación, pero a veces hay presión familiar y se piensa que el nacimiento por cesárea es más seguro; pero no lo es, eso se dice por falta de información. Por eso venimos luchando, para que la familia esté informada”, destaca.
Los vínculos con las pacientes
Cardoso asegura que el trabajo de partera es “muy estresante” y a la vez “súper lindo”. Y que en su caso particular, la experiencia laboral la ha cambiado. “Vamos aprendiendo en el camino. Al principio cuesta un montón porque uno quiere ayudar y es como que no sabe bien desde qué lugar puede hacerlo, pero a medida que van pasando los años, vas adquiriendo experiencia. Lo que no ha cambiado y no debe cambiar nunca es la parte humana, el vínculo con las pacientes. Pero una va adquiriendo experiencia al ver las realidades de cada mujer. Cada nacimiento es único, sin dudas”, destaca.
La profesional dice que trabajar durante 11 años en la misma mutualista le ha generado vínculos con distintas mamás, a las que en ocasiones ha atendido en varios partos o en los controles que deben hacerse luego del nacimiento. “Hay veces que les das tu celular para que se comuniquen cuando necesitan algo. Es como que una participa en toda la vida sexual y reproductiva de la mujer, desde la prevención hasta el embarazo y el nacimiento. Les hacés el Papanicolau, los controles, estás como en un vínculo constante a lo largo de toda su vida”, explica.
Murillo, en tanto, destaca que en general las pacientes son “muy agradecidas”; pero aclara que es importante separar el vínculo profesional de la amistad.
“Tengo un muy buen vínculo con mis pacientes, pero estoy ahí para controlar, porque si bien el embarazo y el parto son situaciones normales de la vida, el ginecólogo tiene que estar como un profesional capacitado en la materia para ver que ese evento no se aparte de la normalidad. Si uno tiene un vínculo muy profundo, a veces ante situaciones de urgencia no puede ser todo lo objetivo que debería ser”, sostiene a Revista Domingo.
Un trabajo 24 horas
Los bebés no tienen un horario de nacimiento. Y los síntomas de las madres se manifiestan en cualquier momento. Eso hace que la profesión de ginecóloga y partera demande una atención permanente sobre las pacientes y un trabajo que, muchas veces, no tiene descanso. “La embarazada tiene una emotividad muy especial. No puede sentirse desprotegida porque es domingo. Entonces, habitualmente logran encontrarme; o porque tienen mi teléfono o porque se lo piden a alguien o porque llaman a la institución y desde ahí se comunican conmigo”, dice Nancy Murillo.
La ginecóloga aclara de todos modos que esto “no es lo más correcto”, porque hay servicios de emergencia a disposición de las pacientes y “estar disponible 24 horas, siete días a la semana, atenta contra la salud del médico”. Pero también entiende que la embarazada necesita más atención. “Es como la paciente oncológica, que necesita otra contención más basada en el humanismo”, ejemplifica. Y aclara: “Otras pacientes no te llaman nunca, depende también de si son primerizas o no”.
Asesoramiento y compañía
Muchas mamás toman la opción de contratar una doula para que las acompañe durante el parto. Este término se utiliza desde la década de 1970, aunque tiene un origen milenario, que se remonta a la antigua Grecia. Existen estudios internacionales que han demostrado que el apoyo emocional de la doula tiene beneficios como la reducción de las cesáreas, del uso de fórceps y de la duración de los partos.
Mariana Más Cabrera se dedicaba a esta tarea, pero desde hace un tiempo está al frente de Amaneciendo, un emprendimiento con el cual acompaña a familias primerizas preparándolas para el nacimiento de sus bebés. Publicó un libro llamado Ama tu puerperio, en el que da consejos sobre cuidados posparto. El puerperio es el tiempo que pasa desde la expulsión de la placenta o alumbramiento hasta que el aparato genital femenino vuelve al estado anterior al embarazo.
“Este libro nace de un ebook con el mismo nombre (que ya no existe), que creció, se expandió y profundizó para dar lugar a 96 páginas, 13 capítulos y 13 ejercicios de introspección y trabajo personal”, explica Más Cabrera a Revista Domingo. Y agrega sobre el puerperio: “Es una etapa única del ciclo vital femenino, que existe y existió siempre pero que sigue siendo una gran desconocida, y muchas veces negada, ninguneada y descuidada. De ahí el propósito de este libro, que es una excusa para difundir el mensaje de que al puerperio hay que cuidarlo, porque hacerlo es cuidar la salud de las mujeres y de los bebés”.
Además de doula, Más Cabrera es licenciada en psicomotricidad (egresada de la Udelar en 2007), educadora perinatal y experta en salud mental perinatal. También es mamá de Clara y Mateo. Y en los próximos días publicará su segundo libro. (Ver nota más abajo)
Como el trabajo que viene haciendo Más Cabrera, la historia de la mujer y los partos se sigue escribiendo página a página, por más que sea inherente a la especie humana. Los avances de la ciencia y los cambios de la sociedad siempre vuelven a poner el tema sobre el tapete.
Cientos de nacimientos en la etapa de formación
La doctora Rosario Morán es de Rivera pero vive desde hace muchos años en Montevideo. Se recibió hace diez años de ginecóloga y obstetra y es madre de un varón de tres años. Como estudiante, hasta 2012 participó en 800 nacimientos. “Cuando salís a trabajar de forma independiente, que tenés que hacer guardias y otras cosas, tenés muchos menos”, aclara.
Morán dice a Revista Domingo que la profesión, irremediablemente, la lleva a generar vínculos estrechos con su pacientes y a estar disponible casi que a toda hora. “Tienen tu teléfono, te llaman, te mandan mensajes, te saludan. No parás nunca, hay que estudiar casos, hablar con colegas, coordinar consultas”, anota. La doctora recomienda a las primerizas estar informadas, controlarse (“con alguien que les caiga bien y que les sea empático”), ir a las clases de parto y buscar los medios de contención que tienen las instituciones.
Morán asegura que hoy siente más emoción que cuando se inició en la profesión al traer un niño al mundo. “El gran cambio que yo tuve fue cuando fui madre. Estar del otro lado me dio una visión que no tenía antes”, se confiesa.
El multiempleo, una característica de la profesión
Como ocurre en otras profesiones -la docencia por ejemplo- los médicos acostumbran a trabajar en distintos lugares al mismo tiempo. Esto hace que las ginecólogas que han venido haciendo el seguimiento de un embarazo muchas veces no puedan estar presentes en el parto de sus pacientes. Graciela Melgarejo es especialista en Ginecotocología del Hospital Pereira Rossell y de la Sociedad Médica Universal. Se recibió en 1998 y desde entonces pasó por varios centros asistenciales públicos y privados, entre ellos el Hospital de Clínicas y el sanatorio Canzani.
“Durante nueve meses o un poco menos vos tenés una relación con la paciente a la que le controlás el embarazo. Y si le podés hacer el parto, mejor, porque la madre te tiene mucha confianza porque vos conocés todo”, dice la profesional. Y agrega: “Se supone que una guardia de 12 horas debería ser buena para trabajar tranquila. Pero un trabajo de parto te puede llevar de 12 a 20 horas, aunque también puede ser más rápido”.
Un apoyo integral a las familias
Para llegar a su segundo libro, Mariana Más Cabrera ha transitado un largo camino, en el que haberse transformado en madre jugó un rol fundamental: “Desde que arranqué mi ejercicio profesional trabajé con mamás y bebés dentro del plan CAIF. Y ahí me di cuenta que había cosas más allá de la psicomotricidad que me atraían un montón, como poder acompañar esos momentos iniciales de la vida. Después tuve mi propia experiencia como mamá y redimensioné todo esto. Eso me motivó a formarme como doula y a acompañar nacimientos y trabajos de parto. Trabajé muchos años en un programa del Pereira Rossell y de forma particular. Después me formé como educadora perinatal y últimamente en psicología perinatal. Lo que hago es la unión de todas esas cosas”.
Más Cabrera dice que la falta de cuidado en el posparto de las mujeres deriva muchas veces en problemas de salud mental, lo cual impacta fuertemente en la madre y en el vínculo con el bebé. “Siento que, en esta materia, en nuestro país todavía hace falta mucho trabajo, que nos queda por delante un camino largo, si bien se han venido dando algunos pasos. A veces hablo con psicólogos de estos temas y los desconocen, cuando ellos están en el área”, sostiene.