15/05/2022 –
VALÈNCIA. Luego de seis años de trabajar en proyectos de sostenibilidad y consumo responsable, a través de la Asociación Il Quartiere, las emprendedoras Pilar Gunter Ros y Rafaela Colina Marco tienen muy claro que el principal proyecto que impulsan, el flea market de València, en el que se venden ropa y artículos de segunda mano, “no es un mercadillo cualquiera, es una actividad entre particulares que representa la economía circular, la de la propia ciudadanía”, expresa Gunter Ros. Por eso el concepto de second hand, muy de la cultura norteamericana, conocido como el “mercado de pulgas”, se empieza a introducir cada vez más en España y poco a poco la gente se va familiarizando con la compra de segunda mano, pues se trata de darle una segunda vida a objetos, principalmente a la ropa que es la que más se acumula en los hogares y cuya industria es la segunda que más contamina en el mundo.
La idea ha sido posicionarse e ir calando en el consumidor valenciano, por eso decidieron aplicar el término de flea market, que es un punto de compra-venta para un consumo más sostenible, basado en la reutilización de todo tipo de objetos. “Hemos utilizado el concepto en inglés porque consideramos que llamarlo ‘mercado de pulgas’ no era una buena forma de empezar, sobre todo teniendo en cuenta que en España no hay una gran tradición de segunda mano y el término decora un poco la palabra ‘pulga”, aclara Gunter Ros, sin embargo comenta que los ciudadanos que acuden al sitio donde se realiza Il Market,–nombre con el que también se identifica el mercado de segunda mano– ubicado en el barrio de Ruzafa, van adoptando el vocablo cada vez más, aunque para muchos sigue siendo “mercadito o mercadillo”. Finalmente tienen que aplicar pedagogía explicando el concepto, ya que eso es parte de su trabajo.
Lo que sí tiene claro la Asociación Il Quartiere es relacionar sostenibilidad y consumo responsable con la cultura, como una fórmula que el consumidor debe asimiliar y aplicar a su vida diaria, si quiere mejorar el medio ambiente. La contínua información sobre el deterioro ambiental ha dado pie a la creación de iniciativas que trabajan a favor, como la de esta entidad que desde hace seis años empezó su actividad y ya se posiciona como un proyecto de emprendimiento que impulsa la responsabilidad en el consumo, la reutilización y la ecología, lo cual matiza con actividades culturales.
Con trabajo y esfuerzo, pero sobre todo con un gran compromiso y mucha conciencia sobre el medio ambiente, Guanter Ros, egresada de Periodismo, y Colina Marco, licenciada en Administración de Empresas, tuvieron la idea de crear Il Quartiere como una entidad cultural que tiene por misión fomentar el consumo responsable a través de eventos y de proyectos puntuales con enfoque ecológico.
De un proyecto de máster a una realidad
Durante una estancia de dos años que Guanter Ros hizo en Alemania, descubrió el concepto de los flea markets, que con el paso del tiempo se convirtió en la presentación de un proyecto para un máster de Marketing en la Universidad Politécnica de València y que concretó con su amiga Rafaela en una asociación. “En Alemania descubro un poco el mundo de los flea markets. A mi siempre me han gustado los mercadillos, siempre he tenido fijación con la segunda mano, con buscar gangas, pero en ese momento no tenía tanta conciencia medioambiental o de sostenibilidad. Simplemente me la pasaba bien, me parecía como un planazo y pensé que tenía que crear algo en València”, expresa Guanter Ros.
Il Quartiere basa su trabajo en cuatro proyectos: Il Market, El Creativo, La nevera solidaria y La huerta de Il Quartiere, que impulsan la compra y venta de segunda mano, el talento y la creatividad de personas, la realización de actividades culturales, proyectos sociales; la concienciación del consumo responsable en el uso y reuso de ropa, libros, artículos en general, así como el consumo de lo que se produce en el campo y el control del despilfarro de comida. “El principal de estos es Il Market que se realiza con más frecuencia”, informa la emprendedora, “con éste lo que queremos es normalizar la segunda mano, divulgar sobre las consecuencias del consumo de fast fashion, y también generar espacios de socialización en el barrio. Intentamos que sea un poco un contendor de iniciativas culturales, no únicamente un mercado”.
Para ambas jóvenes, su proyecto –que por cierto tiene su sede en la calle Cabo Jubí, de Ruzafa, donde además se realizan actividades culturales– debe ser un punto de encuentro entre vecinos, por aquello de que puedan surgir otras iniciativas de enfoque social, cultural o medioambiental. “Por eso es importantes que también haya participación ciudadana”, aclara la entrevistada, quien no duda en agregar: “nos encantaría que se pudiera generar un flea market en un espacio público, porque por ahora tenemos que tirar de espacios privados, pero la idea es la misma: relacionar cultura con sostenibilidad y consumo responsable, con la intención de que “la gente no solo acuda con el objetivo de consumir, sino de relacionarse para ver si pueden surgir otras ideas o propuestas”.
Proyectos que dinamizan el consumo responsable
De los cuatro proyectos que parte el trabajo de Il Quartiere, dos son los que más se han desarrollado: Il Market y El Creativo. El primero es el flea market, un mercado de segunda mano entre particulares que se hace cada mes, con precio libre y a veces con el especial de “todo a un euro”, que tiene mucho éxito, asegura Guanter Ros. Luego está El Creativo, un mercado de diseño para los emprendedores de la ciudad, que se organiza tres veces al año (recientemente se celebró uno) y en el que talentosos que crean arte, objetos o ropa con sus propias manos, encuentran un espacio para su venta. De esta manera también apoyan a otros emprendedores. Con respecto a La nevera solidaria, por el momento está en stand by por el parón que trajo la pandemia, pero se retomará cuando encuentren sitio para hacerlo, ya que se trata de un idea interesante de consumo responsable en la que cualquier persona o restaurante de la ciudad deben meter en una nevera –instalada en un sitio público y siguiendo una serie de normas inscritas en la puerta– aquella comida que no van a consumir y que otras personas, independientemente de su situación socioeconómica, puedan coger, siempre y cuando la vayan a consumir.
El proyecto de La huerta de Il Quartiere también se estancó con la pandemia, pero su creación busca visibilizar y dignificar el trabajo del agricultor, por una parte y, por la otra, divulgar y compartir la experiencia de la agricultura de la Horta Norte con la ciudadanía. “Vimos que mucha gente quería tener experiencia en la agricultura, saber de qué manera se cultivan ciertos productos y para muchos el concepto de huerto urbano era algo que empezaban con muchas ganas, pero luego acababan dejando”, indica la emprendedora. Si se retoma el proyecto se planteará la jornada en varios pasos: la siembra en la que un agricultor de la zona explicará cómo hacerlo, regarlo, cuidarlo y recolectarlo, para que luego amigos o familia lo hagan en su propia parcela. “Es un proyecto complejo porque queríamos cultivar tres o cuatro cosas que no fueran muy perecederas, que se pudieran cultivar de manera ecológica, compatible con los diferentes tipos de riego. Ojalá lo llevemos a cabo después del verano”, expresa.
¿Ponerme ropa de segunda mano?
Cada vez la gente acumula más objetos y ropa de lo estricamente necesario y esta práctica, por tema cultural o apego al pasado, también es consecuencia del consumismo desmesurado de la sociedad en un sistema capitalista. En esto coincide Gaunter Ros, quien se enfoca al caso concreto de la industria textil, segundo sector en el mundo que más contamina el medio ambiente. “La ropa, sin duda alguna, es lo que más se acumula en las hogares, pero también lo que más se vende en los flea market”, asegura, “es el fenómeno de la fast fashion que básicamente consiste en la creación de grandes volúmenes de ropa económica, de baja calidad, que se va creando en función de las tendencias. Hay una rotación de estas y de las colecciones de temporada, que en otros tiempos lanzaban dos o tres al año, y hoy, con la fast fashion se pueden sacar hasta diez colecciones anuales”. Esto debido a que la misma gente crea la necesidad de querer estar siempre a la moda, por eso la ropa que se adquiere es barata pero de mala calidad y muy pronto se hace obsoleta, además de que su fabricacion está asociada a condiciones precarias e incluso explotacion de trabajadores en países empobrecidos.
Aun así hay más conciencia e información sobre el concepto de segunda mano y muchísimas personas se van inclinando cada vez más por este tipo de consumo responsable, que las va despojando del prejuicio de “¿yo, ponerme ropa de segunda mano?”. A un sitio como el de Il Quartiere acude un público muy diverso, desde personas alternativas, extranjeras y hipsters, “hasta aquellas que no les atribuirías el concepto de segunda mano”. Mujeres jóvenes, de edad madura, mayores y de todos los estilos. “Al final de lo que se trata es de normalizar la segunda mano en todos los estratos, en todos los tipos de ciudadanos. Es lo que perseguimos y creo que lo hemos conseguido”, afirma la emprendedora.
Guanter Ros asegura que el concepto de segunda mano se acepta cada vez más en España, ejemplo de ello son la variedad de aplicaciones que venden artículos de sedunda oportunidad y que tienen mucho éxito, así como las tiendas de ocasión que se abren cada vezmás en el barrio de Ruzafa. “Esto es un indicador de que, efectivamente, cada vez la segunda mano tiene más clientes. Habrá ciertas cosas que quizá generan más reparo comprar, como el calzado, ropa de bebé o de niño, pero lo que es ropa de adultos y libros, hay más gente dispuesta a consumirlos, y lo más importante es que va calando el mensaje de que tengamos un consumo responsable, no solo por la supervivencia del planeta sino también por tener claro en qué condiciones se fabrican las cosas que compramos”, subraya.