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Edward Berthelot Getty Images
Es el nuevo tema de moda, y se sitúa a la salida del armario que está viviendo ahora la psicología cotidiana. Temas como la depresión, la ansiedad, la tristeza crónica y en general, la adaptación que nos está tocando vivir en estas nuevas reglas del juego, ha traído a la empatía hasta primera línea de interés. La razón es que, tras la pandemia, nos hemos dado cuenta de que necesitamos de los demás y de su comprensión mucho más que nunca, porque ya no podemos dar nada por hecho. Toca apoyarse más que nunca: si el ‘crush’ de tu amiga no le pone interés al asunto o tu pareja se ha quedado sin trabajo, debes recordar quién eres tú para ellos y saber que también te necesitan, incluso aunque no estés en tu mejor momento. Al final, toca (también) repensar la manera en la que sentimos, a nosotros y a los demás.
¿Qué es exactamente la empatía?
Si en algo coincidimos todos es en pensar que somos empáticos, y que los demás nos importan casi tanto como nosotros mismos. Probablemente estemos en lo cierto: que lo daríamos todo por ellos. Pero eso no es la empatía. La empatía es, literalmente, la capacidad de meternos en la piel del otro. “Sentir empatía hacia otra persona es una señal de confianza. La empatía es atenta, compasiva y atractiva, favorece el aprecio emocional y el reconocimiento del otro, y esto contribuye en gran medida a hacer del mundo un lugar más agradable, amable y seguro”, dice Raven Digitalis, autor de ‘La empatía cotidiana’.
¿Conoces las neuronas-espejo?
“La empatía tiene mucho que ver con ellas. Se encuentran dentro del cerebro, en la zona que involucra a la gestión emocional y que nos facilita la conexión y el vínculo que nos hace entender al otro. Son las responsables de que nos den ganas de llorar cuando vemos sollozar a alguien”, dice Inma Aldea, psicóloga experta en neuromarketing, facilitadora en disciplina positiva, y co-fundadora de Syndeo, Centros de Psicología y Logopedia.
La empatía, obligatoria para el trabajo en equipo
La empatía cada vez se valora más y se tiene muy en cuenta en las entrevistas personales de trabajo. De hecho, la inteligencia emocional (una de sus patas es la empatía) ya se encuentra entre las ‘top 5 soft skills‘ más demandadas en los perfiles profesionales del 2022, según Deusto Salud. “Entender al otro significa trabajar mejor en equipo y, por tanto, un mejor desarrollo de todas las actividades colaborativas, e incluso una mejora en la faceta individual”, afirman desde el centro de formación a distancia en el sector de la salud. Cuando alguien te cuente algo importante o que le preocupa, “simplemente escucha, no trates de eliminar su dolor”, dice Ixi Ávila, ‘coach’ de inteligencia emocional. “Empatizar no es aconsejar, educar, interrogar, comparar, solucionar o tener las palabras perfectas. Empatizar es escuchar”, remata la experta.
Tras la pandemia, la empatía se ha convertido en una de las cualidades más valoradas en el ejercicio del liderazgo. Según un estudio realizado por el CEMS, Alianza Global de Escuelas de Negocios, entre más de 1.700 exalumnos y asociados en 71 países, la empatía ha subido cinco puntos (del 38 % al 43 %) respecto a las encuestas previas a la pandemia.
No podríamos vivir sin los nuestros
Y si en el terreno laboral es importante, imagínate en el personal. Por eso es tan importante tener amigos. Piensa en lo que suponen ellos para ti. Y ahora dale la vuelta: exacto, eso es lo que tú eres también para ellos. Y recuerda que los abrazos ahora se han convertido en bandera, además de ser supersaludables y generar endorfinas (las hormonas de la felicidad).
Sí, la empatía se puede entrenar
Según el investigador Diego Redolar, de la Universitat Oberta de Catalunya, la empatía tiene un componente genético, pero también tiene que ver con la experiencia y la educación recibida. Según los últimos descubrimientos neurocientíficos de la Universidad de Cardiff en un estudio encargado por Mattel, por ejemplo, el juego con muñecas estimula a los niños a hablar sobre las emociones y los pensamientos de los demás. Y otro dato: se puede ejercitar. El cerebro es mucho más plástico (flexible) de lo que crees. Aquí van diez pautas para entrenarla:
- Sé consciente de que te estás despertando por la mañana y saliendo del mundo de los sueños. Haz una mini-meditación de 5 minutos mientras te vas despertando, concentrándote en tu respiración.
- Cuando desayunes, observa cada alimento que ingieres tomando en consideración a los 4 elementos que han formado parte del proceso de creación de esa tostada de pan, del café, de la leche, de la fruta, del té…
- Explora expresiones artísticas a las que no estás acostumbrada. Si no lo has hecho nunca, visita una exposición de arte abstracto, compra entradas para ver una película de un director que no conoces o prueba un tipo de cocina que nunca hayas degustado. Disfrútalo todo sin ningún prejuicio.
- Practica la escucha activa. Cuando alguien te esté contando algo que le preocupa, haz un esfuerzo por parar tu “cháchara mental” y concéntrate solo en lo que la otra persona te dice, como si no hubiera nada más importante en el mundo (esa persona podría estar incubando una depresión, y tú sin enterarte). La curiosidad genuina aflorará en ti y te llevará a hacer preguntas y saber más, con lo que la otra persona se sentirá aliviada y comprendida.
- No hagas juicios. Cada persona es un mundo, y lo que sirve a una, a otra ni le viene ni le va.
- Cuando alguien comparta contigo un secreto o algo que le preocupa, conecta con tu propia alegría o tristeza, según el momento; te serás más fácil empatizar con esa persona.
- Da espacio, lugar y permiso para que la otra persona se desahogue libremente. Solo trata de acompañarla, no estés preocupada por lo que creas que ella espera que le digas o le hagas. ¿Qué está mustia y solo escucha música bajonera? No juzgues, porque además de que (casi) todo tiene una explicación, las personas tienen sus propias razones para sentirse como se sienten, y eso siempre es absolutamente respetable.
- Pregunta al otro “¿cómo podría ayudarte?” en lugar de predecir: “seguro que lo que le ha pasado es que…”.
- Haz la prueba de mirar y escuchar al otro (y al mundo en general) como si fuera la primera vez que lo ves. Muchas veces nuestros prejuicios sobre algo hacen que “acabemos la frase por nuestra cuenta”.
- Prueba la técnica de las tres columnas. Con respecto a un hecho concreto que te haya ocurrido con alguien, dibuja tres columnas en un papel (o en el ordenador) y nómbralas para escribir en ellas, por orden, y en la primera, hechos tal cual han sucedido; en la segunda, qué opinión tienes tú al respecto; y en la tercera, qué crees que opina la otra persona.
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