Nuestro sistema agroalimentario tiene también gran importancia en esas emisiones globales y así se le atribuye hasta un 43-57% del total, cuando se incluye la deforestación para obtener tierras de cultivo, el procesado, empaquetado, transporte (industria y distribución) y las pérdidas (desperdicio alimentario).
En una revisión de estudios sobre la emisión de GEIs (Clune et al.,2017), se recoge que mientras los vegetales generan 0,47 kg de CO2 equivalente/kg de producto, /las frutas 0,50 kg CO2 kg, los cereales 0,53 kg/kg, y las legumbres 0,66 kg/kg) la carne de cerdo genera 5,85 kg/kg, y la de vacuno 21,74 kg/kg (47 veces más que los vegetales).
Igualmente, en otro estudio (Scarbourough et al, 2014) donde se estimaron las emisiones de GEIs relacionadas con cada 2000 kcal de ingesta, las cifras calculadas en equivalentes de CO2 por día, fueron de 7,19 kg CO2, para los altos consumidores de carne (más 100 gr/día); de 4,67 para los bajo consumidores de carne (menos de 50 gr/día); de 3,91 para los consumidores de pescado; de 3,81 para los vegetarianos, y de 2,89 para los veganos.
Ante las importantes emisiones del sistema agroalimentario, también se han realizado diversas revisiones sobre la relación entre el modelo alimentario, sus impactos ambientales, y la salud (Mc Michael et al., 2017, y Tilman, Clark, 2014). En ellas se aprecia, que en comparación con una dieta de tipo occidental, seguir una dieta a base de alimentos de origen vegetal (como la dieta mediterránea, o la vegetariana) comporta un menor riesgo de obesidad, de diabetes tipo II y de enfermedades cardiovasculares, así como un menor riesgo de padecer algunos tipos de cáncer.
Las recomendaciones que podríamos asumir ante esta preocupante situación, nos las presenta una vez más el Doctor González Svatetz, de los documentos ‘Dietas Sostenibles para una Población y un Planeta Sano’ (2017, Naciones Unidas), junto a las de la EAT-Lancet Comission, 2019, por ¡Una dieta para un sistema alimentario sostenible¡, especialmente importantes en este momento en que se discute la problemática del consumo de carnes:
- Consumir legumbres (lentejas, garbanzos, soja, cacahuetes, alubias…): un total de 125 gr/día.
- Consumir granos integrales, de maíz, pastas integrales, avena, arroz y pan integral: 232 gr/día.
- Productos lácteos (leche, preferentemente desnatada en adultos) y quesos: no superar los 250gr/día.
- Limitar el consumo de carnes rojas (vacuno, cerdo, cordero): no más de 500gr/ semana, o 70 gr/día.
- De carne de pollo y huevos, 42 gr/día.
- Evitar consumir embutidos.
- Limitar el consumo de azúcares añadidos a no más de 31 gr/día: evitar consumir bebidas azucaradas.
- Sobre el pescado: consumir un promedio de 30 gr, de pescado y frutos de mar, al día.
- Frutos secos: un promedio de 25 gr/día.
- La comida ultraprocesada, los alimentos fritos, pizzas congeladas, aperitivos, pasteles, y galletas saladas, no deben formar parte de una dieta sana.
- Limitar el consumo de sal al día, a menos de 5gr (una cucharilla de café).
- Grasas: limitar el consumo de grasas al 30% de la energía (kcal) total ingerida. Las grasas no saturadas presentes en los aceites de oliva, girasol, soja o aguacate, son preferibles a las grasas saturadas presentes en la carne grasa, mantequilla, quesos secos, la nata, leche entera. Los aceites de palma y coco, y la manteca de cerdo deben evitarse.
Del mismo modo debe consumirse productos, de proximidad, que sean de temporada, y a ser posible, ecológicos, pues a ese tipo de producción (agroecología) deberíamos llegar (como veremos más adelante) si realmente la producción agropecuaria evoluciona hacia un nuevo modelo capaz de contribuir a la reducción de emisiones de GEIs.
También es importante recordar que la alimentación sea equilibrada, de forma que los carbohidratos aporten entre el 50 y 55% de las calorías de la dieta, las proteínas entre el 10 y el 15%, y los lípidos o grasas entre el 30 y 35%.
Para poder comparar la información y las recomendaciones anteriores con la situación en nuestro país, recogemos los datos de consumos de los principales alimentos, dentro y fuera del hogar, del Informe del Consumo Alimentario en España, del MAPA de 2019 y 2020, en la tabla que sigue:
De la observación de las cifras recogidas, podemos apreciar que el consumo de carnes, 143 gr/día supera las recomendaciones para las carnes rojas (70 gr) y lo mismo ocurre con los pescados 78 gr frente a a 30, y los lácteos: 310 frente a 250 gr., y resulta muy baja la cifra de consumo de las legumbres que son los alimentos que pueden sustituir en una buena proporción a las proteínas de origen animal. No es de extrañar en consecuencia, que muchas voces recomienden ya la reducción voluntaria de esa proteína animal. Así, Greenpeace propone alcanzar para 2.050 un consumo de 300 gr de carne y 630 gr de lácteos, semanales (equivalentes a 43 gr de carne y 90 gr de lácteos por día respectivamente).
Igualmente, el interesante estudio de IDDRI y AScA (5) propone una dieta europea de 2445 kcal, con 83 gr de proteínas, 323 gr de hidratos de carbono, 82 gr de grasas, y 36 gr de fibra, con: 92 gr de carne, 10 gr de pescado de piscifactorías, 300 gr de lácteos, 10 gr de huevos, 30 gr de legumbres, 400 gr de frutas y verduras, 300 gr de cereales, 80 gr de patatas, y 34 gr de aceite de semillas. Desde el punto de vista de la producción agropecuaria plantea un modelo (agroecología) en el que propone la consecución de autosuficiencia en proteínas, eliminando la elevada importación actual de dichos recursos, la sustitución del abonado nitrogenado sintético mediante la rotación con cultivos de leguminosas y un alto nivel de biodiversidad con la extensificación a nivel de parcelas, con un paisaje heterogéneo, una vegetación seminatural, y una eliminación progresiva de los pesticidas.
Disponemos en consecuencia de una herramienta importante a través del consumo, para reducir las emisiones de GEIs en el tema alimentario, que a su vez podría conducir con la ayuda de la PAC (Política Agrícola Común, europea), a una producción alimentaria sostenible. Pero tenemos poco tiempo para abordarlo. La propuesta no va contra nadie: ni productores, transformadores o distribuidores. Simplemente trata de recordar la emergencia en que nos encontramos, para poder decidir a nivel de gobiernos, e incluso individualmente, las acciones que se pueden abordar. El aspecto fundamental sería que los posibles costes de esta transición agroalimentaria, se repartiesen equitativamente entre consumidores y los actores de la cadena alimentaria.