El formalismo de un Senado no es el escaparate habitual para las últimas innovaciones tecnológicas. Y, sin embargo, el mexicano acaba de estrenar un cajero de bitcoins, uno de los primeros del país. Legisladores y asesores todavía no osan acercarse; su instalación suena más a llamado a la acción. “Es una provocación. Un país que no se adapta a la tecnología queda rezagado”, señala la senadora Indira Kempis, culpable de abrir las puertas de la institución al aparato. Fuera del Senado, México apenas cuenta con 10 cajeros de criptomonedas en operación, aunque los millones de personas sin cuenta bancaria son muestra del potencial, dicen los creyentes.
Subiendo las escaleras del vestíbulo, a la izquierda, el Senado tiene su rincón del dinero. Allí se alinean tres cajeros de bancos tradicionales y, desde el martes, uno de bitcoin. Tiene el mismo aspecto que los otros, pero su pantalla luce la gran B mayúscula de la marca de criptomonedas. Al pulsar encima, el usuario tiene la opción de comprar o vender fracciones de esta moneda digital por un valor máximo de 3.499 pesos.
“¿Quién tiene un billete?”, pregunta Kempis, dispuesta a mostrar a los escépticos que la máquina funciona. La senadora acerca su celular con el código QR de su cuenta de criptomonedas y, a continuación, introduce dubitativa un billete de 500 pesos. Le aparece entonces la conversión: 0,00061596 bitcoins. Le da a comprar y la máquina anuncia que la transacción ha sido completada. Un par de minutos ha tardado la operación. El cajero también permite vender bitcoins y retirar pesos.
Kempis, elegida en 2018 como parte de la lista del partido Movimiento Ciudadano, es la apóstol del bitcoin en el Senado. Cuando va a Monterrey acostumbra a comprar café y comida con criptomonedas y, en el último mes y medio, ha asistido a dos foros sobre el tema en Miami y Barcelona. “Hay que quitar mitos”, dice la senadora, de 38 años y con un mechón de pelo teñido de lila. “Dicen que es de narcos, pero ellos ya lavan dinero en nuestras narices con el sistema bancario actual. La amenaza no esa esa, sino que no haya inclusión financiera. La gente está cansada de los abusos de los bancos tradicionales”. Y, añade, el bitcoin no solo es “para hombres blancos y privilegiados”.
En un país donde el 53% de la población no tiene cuenta bancaria, las criptomonedas son una solución para poblaciones apartadas. Por ahora, solo hay una decena de cajeros en todo el país, principalmente en la costa caribeña, muy frecuentada por la jetset internacional. En EE UU, en cambio, ya rozan las 37.000 y más de la mitad ha abierto en el último año, según el portal Coin ATM radar. El experimento de El Salvador, donde el Gobierno ha adoptado el bitcoin como moneda de curso legal, es una referencia obligada para los que buscan demostrar que la experiencia estadounidense es replicable al sur del Río Bravo. Con todo, el FMI instó al país centroamericano a desechar la medida por los “riesgos significativos” que puede conllevar.
El emprendedor mexicano José Rodríguez se acaba de asociar con Eric Grill, un fabricante estadounidense de cajeros bitcoin como el instalado en el Senado. Quiere lanzar una red de unos 30 puntos de compra y venta en los próximos meses. “Es una gran oportunidad para los que no tienen acceso a servicios bancarios, para poder ahorrar”, explica. En México, dice Rodríguez, ya hay más de dos millones de cuentas de intercambio de criptomonedas en plataformas como la mexicana Bitso, frente al millón de cuentas registradas en casas de Bolsa. Grill, su socio, también huele negocio en México. “El Salvador es un buen campo de juego, pero si tenemos un impacto aquí el resto de Latinoamérica seguirá. México lo cambia todo”, afirma.
La conocida como Ley Fintech en México, aprobada por el anterior Gobierno, no establece con claridad una regulación para cajeros de criptomonedas, un “área gris” que no impide su expansión pero que puede inhibir la inversión. “Es importante tener certeza. En EE UU está muy claro. Aquí es un poco difuso”, dice Grill. “En la Ley Fintech no están contempladas las licencias para operadores de activos digitales. Ni siquiera se menciona el bitcoin”, apunta Rodríguez. En el Senado, Kempis ha propuesto actualizar el marco legal para dar más incentivos a las startups tecnológicas.
Falta convencer a los senadores o, para empezar, a sus ayudantes. A unos pasos del cajero, dos asesoras legislativas compran un par de cafés en sólidos pesos mexicanos en una cafetería que todavía no acepta criptomonedas. El bitcoin, para ellas, todavía suena a quimera y a volatilidad. “Conozco poco cómo funciona. Da un poco de temor invertir”, dice Yomayra Pacheco, de 35 años. “Lo observamos como el bicho raro al lado del cajero de siempre”. Precavidas, ellas van a dejar que espíritus más aventureros tomen la delantera.
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