A dos años de la irrupción del virus SARS-CoV-2 en México, la población ha sido, desde el aislamiento, espectadora pasiva de la evolución de la pandemia. Se asume que los cientos de miles de muertes son consecuencia exclusiva del covid-19, pero se ignora la existencia de otra pandemia que potencializa los riesgos de contagio y muerte: la obesidad que, persistente y silenciosa, sigue creciendo.
La pandemia por covid-19 ha llevado a la reflexión acerca de lo precario que es el sistema de salud en México y sobre la ausencia de programas públicos eficientes que aborden el tema nutricional con un enfoque de salud física y mental, problemas que han provocado el incremento en los índices de obesidad año tras año.
En 2012, más del 70 por ciento de la población mexicana mayor de 20 años padecía sobrepeso u obesidad, según datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut). En consecuencia, en 2016 la Secretaría de Salud declaró esta situación como una emergencia epidemiológica.
“La pregunta que nos hemos hecho por años es: ¿por qué cada vez somos más obesos? Uno de los factores que influyen es que, históricamente, nuestra dieta tiene un alto contenido de carbohidratos y se ha mantenido así por generaciones. A eso se suma la industrialización de alimentos procesados que permite tener sencillo acceso a ellos, y el sedentarismo que se vive sobre todo en las grandes ciudades”, explica José Miguel Barrera, especialista en cirugía bariátrica por el Centro Médico Nacional 20 de Noviembre y la UNAM.
Felipe Muñoz, de 25 años, lleva dos décadas lidiando con sobrepeso y obesidad. “En la primaria yo era el bolita. En la secundaria, los comentarios ojetes sobre mi peso empezaron a traumarme. Tenía 12 años, medía 1.65 metros, pesaba 102 kilos y era talla 36 de adulto.
UN PROBLEMA CRÍTICO
“En mi caso, el problema de obesidad empezó a los ocho años. Mi mamá emigró, por razones económicas, a Estados Unidos y me refugié en la comida para llenar el vacío que sentía. Empecé a comer de manera desesperada, hasta llegar al punto en que una señora que vendía garnachas en la escuela me fiaba. Y yo encantado: trague y trague; eso se convirtió en un problema crítico”.
La maestra Ana Patricia González Rodríguez, directora del Colegio de Psicología de la Universidad del Claustro de Sor Juana, señala que, en términos psicológicos, la relación que constituimos con la comida representa una forma de aminorar el impacto de las situaciones de riesgo.
“Ante estados de estrés, ansiedad, vulnerabilidad o peligro, las personas recurren a mecanismos que usaban en sus vínculos más tempranos, como los que se establecen con su madre. Uno de estos es el consumo de alimento con el fin de tranquilizarse debido a que hay una gratificación afectiva. Esto ocurre particularmente en el consumo de azúcares, el cual está asociado con una situación de confort y bienestar inmediato, de manera general”.
La entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en 1994, impulsó la distribución de los alimentos modificados de forma genética. Este hecho transformó el modo en que la mayoría de la población mexicana se alimentaba. En la misma década, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró a la obesidad como una pandemia no infecciosa.
Muñoz fue uno de los niños que, durante los años 1990, tuvo mayor acceso a alimentos transgénicos y comida chatarra. El bariatra José Miguel Barrera comenta que “nuestro vecino del norte nos ha influenciado mucho en el tema del fast food y los alimentos transgénicos, situación que afecta de manera considerable nuestra dieta cotidiana”.
ACUMULACIÓN EXCESIVA DE GRASA CORPORAL
La obesidad es una enfermedad crónica causada por aspectos genéticos, así como por los hábitos alimenticios de los individuos. Se caracteriza por una acumulación excesiva de grasa corporal. Para que una persona sea considerada sana, en términos médicos, debe tener una relación equilibrada entre peso y estatura. Es decir, un valor adecuado dentro del índice de masa corporal (IMC), el cual está sujeto a las características físicas de cada cuerpo.
“Todo paciente que tenga un IMC de más de 35 y que presente una enfermedad asociada con la obesidad, como diabetes, hipertensión, problemas cardiovasculares, triglicéridos altos, apnea obstructiva del sueño, reflujo, entre otras, puede valorar la posibilidad de hacerse una cirugía bariátrica para perder peso”, explica Barrera.
Alejandra López tenía 30 años y pesaba 120 kilos. Durante años intentó perder la mitad de ese peso. Recurrió, sin éxito, a más de cinco especialistas, como nutriólogos y dietistas. Pero no fue sino hasta que su ginecóloga le detectó problemas hormonales ocasionados por la obesidad que le recomendó acudir con un bariatra. Consultó a dos médicos y ambos le explicaron en qué consistía la intervención a la que le proponían someterse.
“Me preguntaba: ¿Por qué necesitas una pinche cirugía si nada más te tienes que poner en regla y hacer una maldita dieta? ¿Por qué tienes que meterte cuchillo a la fuerza? No estaba tan segura. No era el camino fácil, pero sí el más rápido”.
Alejandra se sometió a una cirugía bariátrica en un hospital privado de la Ciudad de México, el 4 de octubre de 2019. Estuvo bajo la supervisión de un equipo multidisciplinario: cirujano bariatra, médico internista, psicólogo, anestesiólogo, nutriólogo y médico del deporte.
UNA POSIBILIDAD DE TENER CAMBIOS RÁPIDOS
Esta es una intervención quirúrgica que tiene como fin producir pérdidas importantes de peso a corto y mediano plazo, y se puede planificar con tiempo. A diferencia de llevar el control del peso corporal con base en un plan de ejercicio y dieta, el procedimiento quirúrgico brinda la posibilidad de generar cambios rápidos en la capacidad de absorción nutricional del organismo. Y eso se refleja en la obtención del resultado esperado.
Alejandra pagó 85,000 pesos por una manga gástrica. Sin embargo, las condiciones económicas de la mayoría de la población mexicana que padece obesidad le impiden pagar dicha cantidad o alguna todavía más elevada.
Barrera señala que en el sector privado una cirugía de este tipo tiene un precio de entre 80,000 y 120,000 pesos. “Las cirugías bariátricas son procedimientos muy caros. Si bien son una inversión en la salud que soluciona un problema muy grave, como lo es la obesidad, el costo es también una de las limitantes para que sea un servicio que se pueda ofrecer con facilidad en instituciones públicas. El equipo que se utiliza es costoso”.
En el hospital donde trabaja el especialista, de julio de 2020 a julio de 2021 el número de pacientes operados aumentó en un 150 por ciento, en contraste con cifras del año anterior.
“Incluso me atrevo a decir que ha sido el periodo en el que más hemos operado en los últimos diez años. Hay diversos factores que contribuyen a este hecho, como el miedo que sienten las personas al darse cuenta de que la diabetes, hipertensión u obesidad las pone en un mayor riesgo si se contagian de covid-19, pues se puede complicar más la enfermedad. Y, con el confinamiento, las personas cuentan con más tiempo para operarse y recuperarse”.
PROYECTOS Y PROGRAMAS BARIÁTRICOS
En el país se han realizado proyectos y programas importantes en materia de cirugías bariátricas. La gran mayoría de ellos, en Ciudad de México. Por ejemplo, el Centro Médico Nacional 20 de Noviembre tiene más de 11 años ofreciendo procedimientos de este tipo a sus derechohabientes.
Por otra parte, existe un programa similar de la Secretaría de Salud de la Ciudad de México que se aplica en el Hospital General Dr. Rubén Leñero y en el Hospital General Tláhuac. Sin embargo, enfatiza Barrera, a causa de la emergencia sanitaria por el covid-19 y los recortes presupuestarios de los últimos años, dichos programas están detenidos en estos centros médicos.
De acuerdo con datos obtenidos en el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), de 2018 a 2021 el Hospital General Dr. Rubén Leñero y el Hospital General Tláhuac operaron a 240 y 543 personas, respectivamente.
En 2020, año en que inició la pandemia, en el Hospital General Tláhuac las operaciones se redujeron en un 80 por ciento. Mientras, en el Hospital General Dr. Rubén Leñero, en un 90 por ciento, en comparación con 2019. Y en 2021 no se realizaron intervenciones de este tipo.
Si bien, en las instituciones públicas no hay una tarifa establecida, los costos de recuperación rondan entre los 10,000 y 15,000 pesos. “No hay comparación entre tener que pagar esta cuota en contraste con una cirugía de 100,000 o 120,000 en el sector privado”, añade el cirujano Miguel Barrera.
UNA CIRUGÍA DE BAIPÁS GÁSTRICO
Uriel Rodríguez acudió al Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ) por recomendación de su médico familiar. Tenía 37 años, mide 1.79 metros y pesaba 164 kilos. “Llegué a consulta con una condición física muy deteriorada. En ese nivel de daño corporal, la opción con mejores resultados para mi salud era una cirugía de baipás gástrico, razón por la que me aceptaron de inmediato”.
Para acceder al protocolo de la Clínica de Obesidad del Instituto, Uriel se sometió a una serie de consultas médicas y entrevistas de valoración. Después de la primera consulta pasaron diez meses hasta que estuvo listo para entrar en el quirófano. Pagó una cuota de recuperación de 50,000 pesos por la intervención, con base en el tabulador que arrojó el estudio socioeconómico que le hicieron en el área de Trabajo Social.
En noviembre de 2020 se publicó la reforma al artículo 272 de la Ley General de Salud para “integrar la cirugía bariátrica como tratamiento de la obesidad mórbida y sus comorbilidades”. Ello como una alternativa de solución, lo que abriría la puerta a varios estados del país para atender esta problemática de manera pública y segura.
Según datos obtenidos en la plataforma del INAI, desde la iniciativa pública en México solo se realizan cirugías bariátricas en 15 estados de la república. Entre 2018 y 2021, en total se practicaron 1,410 intervenciones, cifra insignificante con respecto a los millones de personas que viven con sobrepeso u obesidad.
El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) recomienda considerar la cirugía bariátrica en pacientes con sobrepeso u obesidad. Sobre todo, a aquellos que no han logrado bajar de peso con un tratamiento convencional.
CANDIDATOS A LA CIRUGÍA
Los candidatos para esta cirugía deben ser adultos, con al menos una comorbilidad severa y, finalmente, ser evaluados por un grupo interdisciplinario de expertos. El fin es descartar trastornos psicológicos y enfermedades crónicas o terminales.
Dos años después de su cirugía bariátrica, Alejandra López pesa 90 kilos. Ya no tiene un nivel mórbido de obesidad. Sin embargo, todavía se considera como severa. “Mi meta es pesar 70 kilos. Mi doctor dice que lo ideal es que llegue a 62, pero a mí me parece que eso es un exceso. Con lograr una talla mediana estaría bien”, admite.
Uriel Rodríguez logró alcanzar su peso objetivo en un año al llevar un estricto régimen alimenticio. “Fue un proceso largo, doloroso y complejo. Aprendí a comer en menores porciones e ingerir menos carne. Viví un proceso de reeducación en todo lo referente a la comida”, recuerda.
La pandemia de obesidad decretada en México desde 2016 no se ha controlado, a pesar de las políticas públicas que se han diseñado para combatirla. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018-2019, el 75 por ciento de la población mexicana padece sobrepeso u obesidad. Es decir, alrededor de 96 millones de personas.
El doctor José Miguel Barrera señala que médicos y bariatras tienen mucho tiempo exponiendo ante las autoridades de salud la gravedad de esta situación, así como la importancia de los tratamientos efectivos para combatir la obesidad, como las operaciones bariátricas en los casos más severos.
“Sobre todo, se ha hecho hincapié en que la obesidad provoca enfermedades cardiovasculares como la hipertensión y metabólicas como la diabetes. Estas disminuyen la calidad de vida de las personas y, en medio de la pandemia del covid-19, es el principal factor de riesgo para presentar complicaciones”.
OBESIDAD VS. COVID-19
En México, las personas con obesidad, diabetes e hipertensión tuvieron casi dos veces más probabilidades de desarrollar covid-19 en estado severo. En 2020, más del 60 por ciento de quienes murieron por el nuevo coronavirus padecían alguna de estas comorbilidades, según información de la Secretaría de Salud.
Lía, de 28 años, mide 1.57 metros y pesaba 53 kilos antes de la pandemia. Después de comenzar el aislamiento sufrió ansiedad constante a causa de su carga de trabajo y, en medio del complejo contexto mundial, aumentó su consumo de comida chatarra e ingesta calórica.
“Durante la cuarentena me sentía angustiada y comía dulces y frituras. Al cabo de un año subí nueve kilos. Ahora no me queda la ropa y me siento incómoda cuando veo a mis amigos después de este cambio”.
El aislamiento social generó una ruptura: las personas tuvieron que cambiar todos sus hábitos y rutinas. Al respecto, la psicóloga y psicoanalista Ana Patricia González explica: “La pandemia puso a la población en un estado de alerta. Desencadenó varias señales psicológicas, como la angustia que se detona cuando el ser humano se siente ante una situación de riesgo, real o no, que se manifiesta en estados generalizados de ansiedad como irritabilidad, cambios de ánimos, pérdida o trastornos de sueño. Y sin duda, el más evidente, la necesidad de comer en exceso”.
En este contexto, la licenciada en nutrición por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), Janneth Carolina Huizar González, considera que el incremento de peso durante la pandemia se ha visto reflejado en adultos que trabajan desde casa y niños que toman clases remotas.
SE SUSPENDIERON LAS ACTIVIDADES Y CAMINATAS
“Las personas ingieren más alimentos por el estrés. La mayoría de mis pacientes han aumentado de peso debido a que suspendieron las actividades diarias que ayudaban a gastar energía, como caminar o bajar y subir escaleras”, indica González.
Y explica que, como en el caso de Lía, la pandemia facilitó la permisividad del consumo de alimentos, tanto en las personas con obesidad como en las que no la tenían. Eso se reflejó en un incremento del 20 por ciento en las ventas de harinas preparadas, alimentos congelados, refrescos y aderezos durante 2020, dato que registró la Cámara Nacional de la Industria de Conservas Alimenticias.
En una investigación de mercado realizada por IPSOS, una consultora multinacional, se explica que, a nivel mundial, los mexicanos son quienes más han ganado peso durante la pandemia, con un incremento de 8.5 kilos en promedio. “Toda la población pensó que era momentáneo y fue una manera para negar la emergencia”, sostiene la psicóloga.
Cuando Muñoz era preadolescente, padecía obesidad mórbida. “En esta etapa te empiezas a fijar en otros aspectos de tu vida personal y colectiva. En mi caso, por el volumen de mi cuerpo, vivía con inseguridad y me empecé a traumar”.
Alejandra López vivió algo parecido. Se sentía socialmente presionada y pensaba: “Qué asco que te vean comer, estás gorda y todavía comes más. Me percibía como en la serie Kilos mortales”.
La obesidad no solo tiene repercusiones psicológicas, sino también en la salud física: es un importante factor de riesgo que provoca enfermedades crónicas. Además de una autopercepción negativa, Alejandra tenía cirrosis hepática por grasa en fase inicial, problemas de vesícula, hormonales y resistencia a la insulina.
CAMBIOS DE VIDA RADICALES
Uriel, por su parte, tuvo un cambio radical con respecto a las comorbilidades con las que vivía. “Cuando acudí a la Clínica de Obesidad ya tomaba un tratamiento para la hipertensión y tenía apnea obstructiva del sueño, además de un severo problema de circulación en las piernas. Hoy, casi siete años después de la operación, no padezco ninguna afección asociada a la obesidad”, relata.
Cuando la familia de Felipe Muñoz se percató de los conflictos de salud que él enfrentaba a los 13 años a causa de la obesidad, buscó la atención de un nutricionista. El médico que lo valoró determinó que era un caso crítico.
La especialista en nutrición Janneth Huizar comenta que hay dos razones por las que las personas acuden a una consulta nutricional: por alguna patología o por una cuestión emocional. “En el primer caso, las patologías más frecuentes son niveles elevados de colesterol, triglicéridos, diabetes o hipertensión. La segunda es porque los pacientes se deprimen y no les gusta lo que ven en el espejo”.
Las personas con obesidad, antes de la pandemia, vivían un agotamiento mental por no cumplir con los cánones estéticos respecto a su peso, lo que altera su identidad y la relación que tienen con su cuerpo.
“Una persona con obesidad, a nivel psicológico, se siente inadecuada con su esquema corporal. Es decir, la noción de su identidad no corresponde con su ideal. Sin embargo, habría que analizar la vinculación que cada quien tiene con la comida. El cuerpo habla de aquello que no puede expresar con palabras”, añade la psicóloga.
Uriel Rodríguez cuenta que la obesidad nunca le provocó problemas de sociabilización o para desarrollarse en el ámbito laboral. Sin embargo, valora profundamente la atención psicológica que recibió como parte de su tratamiento integral.
“ENTENDÍ MI RELACIÓN CON LA COMIDA”
“Si a mí me dejaran de atender en el Instituto de Nutrición, lo único a lo que le daría seguimiento es a la terapia psicológica. Ha sido gracias a ella que logré hacer un cambio real de mentalidad: entendí mi relación con la comida y aprendí que lo más importante no está en lo que comes, sino en por qué comes de la forma en que lo haces.
“Sin duda, el acompañamiento psicológico me llevó a poner el foco en mí. Me ayudó a dignificarme y a sentir un verdadero respeto por mi persona. No existe mejor aliciente que comprender que tú eres el motivo para llevar a cabo los cambios”, explica.
De acuerdo con la “base de datos covid-19 en México” del INEGI, del total de pacientes diagnosticados en 2020, el 17.4 por ciento tenía diabetes; 14.5 por ciento, hipertensión, y 18.9 por ciento, alguna enfermedad cardiovascular. Todas estas comorbilidades están asociadas con la obesidad. En el caso de pacientes fallecidos mayores de 20 años, más del 36 por ciento padecía diabetes.
Así, la sociedad mexicana está frente a dos riesgos. Por un lado, los provocados por el covid-19 y la vulnerabilidad de las personas con obesidad ante esta enfermedad. Y por otro, los psicológicos y físicos que provoca la obesidad por sí misma. “No estamos viendo todos los estragos asociados a la obesidad, hablamos de una pandemia silenciosa”, específica González.
El doctor Miguel Barrera añade que la obesidad, al ser un problema de salud pública, debe resolverse a través de políticas gubernamentales que mejoren la nutrición en México.
“Si bien se han hecho esfuerzos como el etiquetado frontal de alimentos y bebidas empaquetadas, o la prohibición de venta de comida chatarra en escuelas, estos no han tenido un impacto favorable para erradicar el problema de fondo”, considera.
¿ALIMENTOS SALUDABLES MÁS BARATOS?
Un estudio realizado por IPSOS señala que el 42 por ciento de las personas que intentan perder peso consideran que la iniciativa gubernamental más importante para lograr su objetivo radica en que los alimentos saludables sean más baratos. Y el 32 por ciento de los encuestados no intenta perder peso, pero coincide en la importancia del acceso a alimentos más económicos.
“Creo que el chip de comer saludable se está extendiendo. Pero este cambio es generacional y llevará mucho tiempo transformar hábitos. Sin duda, la educación es el camino”, asegura el experto en bariatría.
Al respecto, la especialista en psicoanálisis explica que “nuestra sociedad tiende mucho al apapacho y busca demostrar el afecto a través de la comida. Esto se relaciona con la vinculación que hacemos de la figura materna, lo que puede favorecer ciertos tipos de consumo de alimentos y la forma de relacionarnos con ellos”.
La obesidad en México es un problema cultural y psicosocial que rebasa las estrategias implementadas por el gobierno. Aún falta un enfoque de atención multifactorial que atienda también los aspectos psicológicos de los pacientes, pues las políticas públicas se han enfocado en la cuestión nutricional, principalmente de prevención. Y, de manera más reciente, en el debate por incluir la cirugía bariátrica como una solución radical al problema.
Algo fundamental, en lo que insiste la psicóloga Ana Patricia González, es que las personas que padecen sobrepeso u obesidad deben tomar conciencia del malestar psicológico que viven y dejen de evadir los sentimientos que experimentan, además de estar al tanto de las afectaciones que enfrentan en términos de salud.
“El momento en que la persona toma conciencia de la disonancia en la que vive puede ser el punto detonador para iniciar un cambio”.
SIN ÁNIMO PARA PERDER PESO
En 2020, un estudio del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán recopiló datos de 14,500 personas con obesidad en 11 países, entre ellos, 2,000 mexicanos. Los resultados arrojaron que el 76 por ciento de los encuestados no tienen intención de perder kilos corporales. Mientras, el 69 por ciento no se siente motivado para hacerlo. Y el 34 por ciento asegura no contar con los medios económicos para bajar de peso.
Alejandra es parte del 46 por ciento de mujeres mexicanas, de entre 30 y 59 años, que vive con sobrepeso u obesidad. Aunque la cirugía bariátrica mejoró su calidad de vida, el esfuerzo por llegar a su peso ideal requiere constancia, cambio de hábitos y ayuda psicológica.
“En mi mente sigue estando la Ale gorda que todavía no está conforme con su cuerpo, quien piensa que la ven por su peso antes que por su personalidad. Son cuestiones que estoy trabajando”, reflexiona.
En tanto, para Felipe Muñoz, el apoyo de su familia fue un factor clave para iniciar, controlar y superar su cuadro de obesidad.
“Ya de adulto fui yo quien decidió consultar a una nutrióloga. Me dijo que mi edad nutricional era de 67 años, cuando tenía 21, y eso me impactó. A lo largo de mi vida he superado la obesidad con dietas y ejercicio. En algún momento de la pandemia pensé en hacerme una operación para aplacar esta lonjita que aparece y desaparece, pero la verdad me da un poco de miedo pensar en una intervención, además del aspecto económico”, señala.
“NO TENGO LA DISCIPLINA”
Y para Lía, aceptar que tiene sobrepeso es el inicio de un largo camino. “No sé cómo llegué a este punto, lo peor es que sigo teniendo el impulso de comer todo el día. Sí quiero hacer un esfuerzo. He iniciado dietas, pero las abandono. También he intentado hacer ejercicio, pero no estoy acostumbrada y no tengo la disciplina. Me asusta darme cuenta que en un año de pandemia subí tanto de peso”.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) prevé que, durante los siguientes 30 años, la vida promedio de la población mexicana se reducirá 4.2 años como consecuencia del sobrepeso y la obesidad.
El reto en materia de salud para México no solo es superar la pandemia por covid-19, sino también la de obesidad. Hasta el 31 de diciembre de 2021 se registraron casi 4 millones de casos positivos por covid-19. Y 29.8 millones de personas con obesidad y 32.3 millones con sobrepeso. Ello significa tres cuartas partes de la población adulta total, según la última Encuesta Nacional de Salud y Nutrición hecha por la Secretaría de Salud.
La pandemia por covid-19 evidenció que, en México, muchas personas padecen enfermedades asociadas a la obesidad que ponen su vida en riesgo latente. Por ello, los especialistas coinciden en dos puntos cruciales: se necesita colocar el foco principal en la salud mental de los pacientes y, además, considerar a las cirugías bariátricas como una opción que funciona ante el problema agravado de la obesidad.
El fin es recuperar el bienestar físico de las personas una vez que otros tratamientos no han sido efectivos. N
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Este reportaje es resultado del “Diplomado de periodismo especializado en el entorno digital”, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México.