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La historia de una gran bailarina empieza en el escenario de Hertylandia, un parque acuático en el Jinotepe de los años 90, el parque de diversiones más grande de Nicaragua, en ese entonces, recién inaugurado en un país recién salido de la guerra. Una niña de Managua, de unos ocho o nueve años, entre los recurrentes paseos con su familia a ese lugar, atesora el momento en que su padre la agarró de la mano y la puso en ese escenario para que compitiera en un concurso de baile.
Entre asustada y emocionada, la niña escuchó la voz paterna: “Yo sé que podés, creo en vos. Vas a ganar”. La quebradita, el merengue y la cumbia empezaron a sonar, el miedo desapareció y la niña fue la ganadora. “Desde esa vez creí en mí misma y que el baile era lo que yo quería hacer el resto de mi vida”, cuenta hoy la niña, convertida en una mujer de 37 años.
Tania Daley ha bailado una amplia variedad de géneros por toda Nicaragua, en escenarios de varias ciudades estadounidenses y su dominio de la samba la han llevado a arrasar en Brasil. Este año es la reina de la batería de Em Cima da Hora, una de las escuelas de samba más prestigiosas del país. Hoy 20 de abril que empieza el Carnaval de Río de Janeiro, tras haberse cancelado el año pasado por la pandemia, Daley se lucirá al frente de la batería de músicos de dicha escuela, conformada por 700 integrantes.
Es la única latina (no brasileña) y nicaragüense en ocupar tan destacado lugar como reina de batería y, además, en 2020 fue la reina de la Escuela de Samba Vigário Geral.
El secreto para destacar en la danza afrobrasileña es uno que radica en sus raíces nicaragüenses. “La samba tiene unos quiebres que nuestro palo de mayo tiene. Es un ritmo rápido, no sé cómo explicarlo, pero yo lo he identificado. A lo mejor nadie ha conectado las dos culturas como yo. Cuando bailo samba es como que estuviera bailando palo de mayo. Es mi secreto”, dice entre risas.
Bailar toda una vida
Tania es la mayor de tres hijos de un matrimonio de pintores de Managua: Luis Guerrero Lugo y Blanca Edgecombe. Nació en la capital, pero su familia se mudó a Granada cuando ella tenía un año. Siempre estaba bailando. Baile africano, contemporáneo, ballet clásico, desde el preescolar hasta la secundaria, siguió bailando.
Llegó el momento de ir a la universidad y no tenía por qué ser distinto. En la Universidad de Ciencias Comerciales (UCC) ingresó a la carrera de Administración Turística y Hotelera, pero de forma simultánea era miembro del Departamento del Grupo Folklórico. Allí conoció un grupo de baile de la Costa Caribe que tocaba con músicos en vivo el palo de mayo y la batucada brasileña, un subgénero de la samba.
Tania bailó por todo el país, de ciudad en ciudad, con varias compañías de danza, en desfiles hípicos, fiestas patronales, también con el Ballet Folklórico Nicaragüense. “A mí se metió en la cabeza que el sueño mío era ser bailarina profesional”, cuenta, aunque admite que lo miraba difícil. “En Nicaragua yo no podría vivir del baile”, agrega.
Emigrar a Estados Unidos
Durante dos años llevó su carrera al mismo tiempo que bailaba todos los días, hasta que un día se enamoró y se casó con un estadounidense que había llegado de visita a Granada para practicar su español. Tenía 18 años y estaba enamorada, así que no lo pensó mucho y se mudó con él a Chicago, Illinois, Estados Unidos, donde hizo un “minor program”, es decir sacó una carrera técnica en Danza.
No fue fácil la mudanza, pues debió dejar su universidad y su grupo de baile. “Pensé que no iba a volver a bailar”, recuerda. Tenía, además, que aprender el inglés. Fue en esas clases que conoció a una amiga brasileña que la reconectó con la samba. “No hablaba nada de inglés y llegó una muchacha brasileña que también estaba perdida. Nos hicimos buenas amigas, ella me hablaba en portugués y yo a ella en español, y un día me invitó a ver un show de samba”, rememora.
La vida a veces depara elementos recurrentes que surgen cuando menos se espera y más se necesita, y en la de Tania son las competencias las que marcan la suya. Esa noche había un concurso y, tal y como sucedió en el escenario de Hertylandia, Tania fue declarada la ganadora. “¿Y qué crees? La banda del show me contrató allí mismo”, exclama.
Fue encontrándose en Chicago con una gran comunidad brasileña que vivía y respiraba samba y dentro de la cual participaba, año tras año, en las competencias para ser reina. En 2008 logró ser princesa de samba de Chicago, luego siguió compitiendo y en 2013 quedó como reina.
Apegada a su raíz
A partir de entonces Tania baila samba todos los días, pero sin olvidar sus raíces nicas. La bailarina vive ahora en New Orleans, Louisiana, tras divorciarse se fue a vivir allí, donde viven su madre y hermanos. Su padre falleció en 2006. Tiene una hija de 12 años que también ama la danza. “Baila, canta, toca piano y la estoy entrenando para ser campeona mundial de salsa”, cuenta orgullosa.
Tania visita regularmente Nicaragua y su universidad, la UCC, que ha patrocinado sus viajes y promueve la historia de la artista como un caso de éxito. Le encanta pasear por su ciudad, Granada, y comerse un vigorón en el parque.
Ser migrante ha sido un reto y una ventaja. Por un lado, le ha tocado enfrentar la discriminación, inclusive entre los mismos latinos en Estados Unidos; pero, por el otro, se siente orgullosa de sí misma, de su identidad, y ha enseñado el baile folclórico a estudiantes de múltiples nacionalidades.
Tania tuvo una academia de danza, pero debió cerrarla por la pandemia. Hoy día es instructora personal de fitness, de pilates, de yoga y aeróbicos, y participa anualmente en el Carnaval en Brasil desde que fue invitada en 2015 por la cantante brasileña Dill Costa para que bailara en su grupo.
Brillar en Río
Su primera vez en el gran evento fue con la Escuela Viradouro compuesta por 3500 miembros. “Yo quedé enamorada”, recuerda. Fue la escuela ganadora del Carnaval en 2020.
Tania hizo amistad con una reina brasileña de una de las escuelas de samba, quien la seleccionó para que fuera la reina de su escuela Acadêmicos de Vigário Geral en 2020. “Todo mundo quedó frizado. Nadie sabía de dónde venía. Cuando llega el Carnaval en vivo, los directores de las escuelas de samba, bailarines, reporteros, quedaron enamorados”, asegura Tania.
Ha buscado pulirse para pasar de bailarina regular a ser la más destacada. “Cada que vengo contrato a las reinas para que me den clases, contrato a los maestros, yo vengo a entrenarme”, explica, vía videollamada desde Río de Janeiro.
Fue así que la bailarina empezó a ser recomendada entre el gremio para seguir participando en posiciones destacadas dentro de las escuelas que compiten en el Carnaval de Río.
No ha sido fácil, admite Tania, al tiempo que confiesa que el mundo de la danza y de la samba es uno territorial en el que hay quienes cuestionan que ella no sea brasileña. “Tienes que aguantar muchas cosas, pero mi papá siempre me decía que nunca me diera por vencida”, cuenta.
La reina nica de la samba tendrá su presentación este 20 de abril, cuando comienza el Carnaval de Río. Concede esta entrevista mientras se traslada de un sitio a otro, en medio de los preparativos finales, la prueba de trajes, los últimos ensayos. Ha practicado y cantado el tema musical de su escuela durante más de dos años y espera, ansiosa, que alcancen el primer lugar entre una veintena de escuelas participantes.
Este miércoles bailará sin parar ante el jurado y las decenas de miles de personas que se concentrarán allí para el gran regreso de la fiesta brasileña que se vio interrumpida por el coronavirus. “Es una alegría inmensa, no lo puedo explicar”, apunta. Allí estará Tania, bailando samba, brillando como solo ella sabe, poniéndole el sello distintivo que le regaló el palo de mayo de su tierra.
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