Por estos días de descanso y reflexión, quisiera proponer una pregunta referente al futuro del país y la sociedad en la que vivimos. ¿Qué queremos para Colombia? Pensémoslo por un momento antes de responder.
Ojalá, ante este cuestionamiento evitemos ideas generales como: quiero un país en paz, o sin corrupción o más justo. Procuremos visualizar y responder de una manera precisa lo que más anhelamos para nuestra nación. Esta no es una pregunta con acento individualista. No se trata de pensar en lo que queremos a nivel personal, sino lo que consideramos es lo más conveniente para todos, para el bien común.
El tema de esta columna surgió de la siguiente frase que leí en la cuenta de Twitter del emprendedor e inversionista indio, Naval Ravikant @Naval: “Lo más difícil no es hacer lo que quieres, sino saber lo que quieres”. Si bien esta frase puede estar destinada a la meditación personal, también podría ser aplicada a la reflexión sobre el futuro de nuestro país, especialmente la segunda parte de la frase. ¿Sabemos lo que queremos para Colombia? No basta con tener una idea de lo que no queremos -lo cual también es necesario- hace falta esfuerzo para definir los asuntos que realmente consideramos deben ser priorizados y abordados por quienes gobernarán a Colombia en pocos meses.
Alcanzar entendimiento ante lo que deseamos es fundamental para tener gobiernos que actúen bajo mandatos claros y así, pueda existir un seguimiento preciso por parte de las personas que confiaron y votaron por esa disposición. Votar en positivo es importante, esto es, hacerlo por la convicción ante una idea, propuesta o personalidad determinada y no exclusivamente como un acto de rechazo hacia algo o alguien.
Si bien el voto es en buena parte una decisión emocional, actuar exclusivamente bajo el sentimentalismo puede ser riesgoso. El caudillismo populista entiende que la exaltación de las emociones es vital para lograr que las personas los elijan. Este tipo de proyectos se soportan conceptualmente en ideas vagas de aceptación general: cambio, amor, defensa de la vida, etc. En el clásico, 1984 de George Orwell, en el gobierno distópico allí descrito, existía un Ministerio del Amor. Lo curioso es que esas visiones pesimistas sobre el futuro tienen eco en la realidad del populismo que desde ya promete un ministerio de la igualdad para Colombia.
La ausencia de principios claros y visiones sobre el futuro de la sociedad conduce a un vacío que fácilmente puede ser llenado por sentimientos y emociones. Aterrizar estos conceptos en políticas públicas y decisiones de gobierno es al menos improbable. Por eso es tan importante que pensemos ¿qué queremos para nuestro país? ¿cuáles son los problemas fundamentales para ser abordados con sentido de urgencia? ¿quiénes son las personas que mejor representan esa visión?
Más que sólo emociones, visualicemos lo que anhelamos para Colombia, expresemos bajo un mandato claro lo que queremos que se privilegie y así, evitemos que riesgosos pero efectivos sentimientos como la rabia, indignación o desprecio sean los que marquen la agenda política que definirá nuestro futuro