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VALÈNCIA. La Cátedra de Economía Colaborativa y Transformación Digital de la Universitat de València ha publicado este martes el estudio ‘Ser influencer hoy: posibilidades y obstáculos de una nueva forma de empleo’. A lo largo de la investigación se describe al influencer tipo en el panorama español mediante un análisis vertebrado en tres puntos clave: el perfil del profesional, con los estudios y competencias pertinentes; las condiciones de trabajo; y los retos a los que se enfrentan. Como muestra, un total de 30 creadores de contenido fueron entrevistados.
El estudio fue llevado a cabo por el profesor de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social en la Universidad de Valencia, Adrián Todolí, y la Psicóloga de Trabajo y Organización, Luminița Pătraș. Uno de los pretextos que ha dado pie al trabajo de ambos ha sido la acentuación de la “economía de creadores” que provocó la crisis del coronavirus y que convirtió en realidad el impacto de estos profesionales más allá de “la publicidad y el consumo”, ya que “pueden llegar a tener consecuencias sociales reales”.
Esta muestra seleccionada no es homogénea, pues se trata de diferentes grupos clasificados en función de diversas variables. Más allá del tipo de plataforma o medio de monetización que emplean, la clasificación se hizo en base al volumen de seguidores que tienen en Instagram. De este modo, se plantean las categorías de Nano-Influencers (hasta 10.000), Micro-Influencers (entre 10.000 y 50.000), Medium-Influencers (entre 50.000 y 200.000), Macro-Influencers (entre 200.000 y un millón) y Mega-Influencers (más de un millón).
Las diferencias entre estos sectores son notablemente pronunciadas en algunos ámbitos ante preguntas como, por ejemplo, si es necesaria la creación de un sindicato para este gremio. La respuesta está, tal y como se indica, polarizada en base a los grupos con mayor número de followers y los que aún no tienen tantos. Mientras el primer colectivo no lo ve necesario, el segundo sí abogaría por la formación de la unión.
Otro tipo de catalogación es establecida en base a la formación de estas personas, apartado ubicado dentro del espacio reservado a ‘Perfiles’, donde conviven multitud de influencers. Desde aquellos con formación superior en áreas como la Ciencia Política, el Periodismo, moda o fitness, pasando por quienes no tienen ese tipo de estudios, pero sí aprendieron de forma autodidacta, o los que su conocimiento se basa en su propia experiencia creando y compartiendo contenido.
A todos ellos, convivientes en el ecosistema descrito por el estudio, se les atribuye la capacidad común de transmitir el contenido del que son expertos y/o han aprendido, además de posicionarse en contra de las fake news que se puedan generar y que afectan a la divulgación de su campo de especialización.
Condiciones de trabajo y retos, la cara oculta de la profesión
Dar el salto a cambiar de rumbo, laboralmente hablando, e intentar convertirte en un influencer más. La investigación concluye que la inversión monetaria inicial es “mínima”; más bien estos comicios se sustentan en otro tipo de elementos como puede ser el material tecnológico – móvil, ordenador… -. Aunque pesa, eso sí, el papel de actores externos a la propia figura del creador. Los investigadores hablan de las agencias de marketing, las agencias de marketing de Influencers y las agencias de management de Influencers.
Estas últimas disponen de los KPI (Key Performance Indicators o ‘medidor de desempeño’), así como de las métricas y retribuciones “bien descritas” para cuando tienen que negociar con un influencer al que ofrecer sus servicios. Porque monetizar es otro de los grandes frentes de esta profesión y, más allá de lidiar con la Ley General de la Comunicación Audiovisual de 2021, con la que “todos los creadores han tenido problemas” a la hora de tributar sus ingresos”, existen muchas formas de generar ingresos, y no todos optan necesariamente por las mismas: mecenazgo, publicidad, marketing de afiliación, merchandising…
Como última adición a su realidad, una lista de “retos a parte” enumera otras problemáticas con las que la figura del creador y su equipo tras de él – si existiese – deben trabajar. La precariedad y la censura están arraigadas y existen otras derivadas del entorno digital donde trabajan. El cyberbullying, la posible exposición a discursos de odio o cuestiones relacionadas con los derechos de autor afloran en el ámbito laboral del profesional, que también puede ver traducido estos fenómenos en el deterioro de su salud mental.
Conclusiones
El estudio ha permitido identificar cinco tipos de influencer: los que tienen estudios formales y comparten contenido relacionado con su especialización; los que tienen estudios formales relacionados con creación de contenido online; los que no tienen estudios formales pero cuentan con una extensa experiencia personal; no tienen estudios formales relacionados con el tema pero se han formado de manera autodidacta; no tienen estudios formales y no lo ven necesario para el contenido que comparte.
De igual forma, los entrevistados señalaron una serie de competencias básicas y universales como “la creatividad, tener una voz única y constancia”. También se recalcó la importancia de la interacción con la audiencia y establecer una pauta de dedicación al contenido, bien sea total, parcial, o parcial derivada de una acción principal – por ejemplo, quien oferta a través de sus canales en Internet bienes o servicios relativos a la labor que desempeña de forma general -.
Aunque perciben un “bajo” nivel de control sobre el contenido que quieren crear, los influencers declararon que las vías de ingreso y los problemas de monetización siguen siendo una “fuente de preocupación” para ellos. En definitiva, la multitud de formas por las que pueden ganar dinero les siguen suponiendo “complejidad” a la hora de la declaración y tributación del mismo.
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