“Technologia velocior est quam lex”.
El origen de la tecnología está, por un lado, en la satisfacción de los requerimientos que ofrece y por la posibilidad de ser instrumentada y reproducible, por el otro. La satisfacción implica el cumplimiento de ciertos requisitos que a su vez permiten eventualmente resolver problemas o satisfactores no obvios así como eventualmente reducir costos, de tiempo, dinero y esfuerzo. La instrumentación y eventual sistematización de la producción de dicha tecnología también requiere inventiva.
El desarrollo de la tecnología y su reproducibilidad son ambos ejercicios de innovación. La complejidad de dichos procesos de innovación requiere el acceso y manejo de conocimiento, así como en muchos casos, el estado del arte de las ciencias que se involucran. Dicho manejo implica el establecimiento de grupos de trabajo en cuya integración participan también, sus personalidades.
Durante la pandemia sufrimos de diversas limitaciones y de la misma forma, tuvimos oportunidad de aprovechar períodos de mayor concentración en temas relevantes y muchos que teníamos pendientes. Los ingenieros ciertamente somos obsesivos en algunos aspectos y en otros no estamos entrenados. Uno de ellos es ciertamente conocer las leyes, derechos y obligaciones que nos implica el ejercicio de nuestra profesión. Si bien contamos con normatividades operativas y firmamos contratos, pocas veces ejercemos nuestros derechos en su máxima expresión, menos aún si en dichos procesos se traslapan eventualidades y leyes bi-nacionales.
Tuve la oportunidad, durante este tiempo de revivir dos fascículos de mi vida profesional en los que mi confianza fue transgredida así como la justicia que merecían dichos eventos. Uno se desarrolló en Norteamérica y el segundo, de manera indirecta con un país asiático. Ambos escenarios implican asuntos relacionados con el abuso de confianza de la propiedad intelectual relacionados con métodos (software): en términos jurídicos, sobre la propiedad de intangibles.
Es inútil buscar la justicia de forma individual, sobre todo si no eres abogado. Lo más recomendable es buscar un buffet con experiencia comprobable en el tema y de preferencia, con casos ganados contra la empresa o persona que haya transgredido tus derechos. Al inicio de la pandemia recibí cotizaciones honestamente injustificables; con la pronunciación de la pandemia, curiosamente, las cotizaciones se fueron relajando. Ya para finales del año 2021, conseguí interlocutores pro-bono.
Gracias a esta experiencia – leí cerca de 5 mil páginas de leyes, jurisprudencia, etc – me atrevo a concluir que las ciencias del derecho son un universo paralelo donde conviven desde la filosofía del derecho, el derecho científico, la teoría del derecho y la jurisprudencia, entre otras.
Concluí que la tecnología del derecho y el derecho tecnológico atropellan al derecho a la tecnología y los derechos de los que hacemos tecnología. Para mi sorpresa, ésta es una amplísima y retadora área de investigación en la que debemos trabajar de la mano
Investigadores, ingenieros, científicos, tecnólogos e innovadores, sobre todo aquellos que nos interesamos en el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación en asuntos multi e interdisciplinarios.
Durante este proceso tuve el honor de ser aceptado en el Sistema Nacional de Investigadores en el área IX (Interdisciplina). Resultado de la necesidad de emprender proyectos, la interdisciplina implica abordar problemáticas y responder a preguntas en cuya solución y avance requiere la inteligibilidad y capacidad de intervención que rebasa los límites de las disciplinas y prácticas de la investigación científica y el desarrollo tecnológico consecuente. Y por ende, ahora busco entender a fondo el tema legal de todo lo que implica la innovación tecnológica.
La interdisciplina nos obliga a la coordinación sinérgica con el aprovechamiento de los recursos de varias disciplinas, incluída de manera prominente las leyes del derecho. El advenimiento de las tecnologías de la información, la inteligencia artificial, la automatización con robots, la ciberseguridad, el internet de las cosas y sobre todo, la efervescente y necesaria sinergia internacional (T-MEC) nos obliga a todos los integrantes de esta comunidad el ignorar cada vez menos dichas leyes, de otra forma perdemos oportunidades, inversiones y comprometemos el futuro de nuestro país.