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Emmanuel Macron se presenta ante los franceses en búsqueda de un segundo mandato como presidente electo, proeza que sólo lograron el socialista François Mitterrand y el neo gaullista Jacques Chirac. Encabeza todos los sondeos que señalan a Marine Le Pen como rival para la segunda vuelta. Una repetición del combate de 2017. Con la diferencia de que Macron ya no es un candidato rupturista sino un ‘camaleón’ reconvertido en gestor de crisis.
La comparación con el reptil que adopta el color del entorno es de François Hollande. Su antecesor en el Elíseo destila bilis en su último libro ‘Affronter’ contra el que fuera su asesor y ministro: “Este viajero sin brújula que salta de una convicción a otra como una rana de nenúfar en nenúfar”. ¿Oportunismo o resiliencia?
“El presidente no es un camaleón. No se camufla. Ha gestionado un quinquenio de tormentos sin romper con los grandes principios del contrato que firmó con los franceses”, declaró su ex consejero Philippe Granjeon.
Los franceses parecen estar más de acuerdo con esta tesis puesto que entre un 26 y un 28% se disponen a votar por él, según las cinco últimas encuestas publicadas. Su rival sería Marine Le Pen (22%-24%), igual que en 2017. Sólo que Macron ya no es un joven audaz y la líder de la extrema derecha ha limado sus aristas.
Los tormentos con los que ha lidiado Macron han sido de aúpa. A saber, los chalecos amarillos, la mayor protesta social desde Mayo del 68; el Covid, la mayor pandemia mundial en un siglo y la guerra de Ucrania, el mayor conflicto bélico en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
A la primera, Macron respondió reculando (abrogó la subida de la tasa del gasoil y tiró de talonario, 17.000 millones) y rectificando (pasó de despreciar a los cuerpos intermedios del Estado a organizar una veintena de coloquios locales con alcaldes de pueblo). Pero le puso un lazo de comunicación novedosa a la operación, bautizada Gran Debate y pasó horas sobre el terreno respondiendo preguntas.
Frente al Covid reaccionó como el resto de gobernantes con mando en plaza, improvisando. Pero buscó (y logró en gran parte) que la pandemia no fuera objeto de controversia partidista. Rodeado de un consejo asesor de ciéntificos, al que no siempre hizo caso, cerró la economía pero la sostuvo a base de subvenciones.
Francia ha tenido menos muertos en proporción a su población que países como Reino Unido, Bélgica, Italia o España. Y su PIB ha crecido en 2021 un 7% (España, un 5%; Alemania, un raquítico 2,7%). De nuevo, su comunicación fue sobresaliente. Todas sus alocuciones por televisión batieron récords, superando la final del Mundial de Fútbol de Rusia que ganó la selección francesa.
En la Guerra de Ucrania, tras un error de interpretación inicial (contra los indicios de EEUU, creyó que no Putin no invadiría, error que le ha costado el puesto al jefe de los servicios de inteligencia) ha sabido conciliar el apoyo a Ucrania con el mantenimiento de una línea de comunicación directa con el Kremlin. El tiempo dirá si la veintena de conversaciones con Putin le permiten jugar un papel en una hipotética negociación de paz.
“Las crisis me han forjado pero tengo aún toda la energía intacta, lo que me permitirá hacer las cosas de manera más clara que hace cinco años” ha declarado en su gran entrevista pre electoral, en Le Figaro.
Esta vez no habrá dudas. En su programa está el aumento de la edad de jubilación a los 65 años (ahora está en 62). La reforma de las pensiones que estaba en trámite parlamentario en marzo de 2020 y que fue suspendida por la Covid, saldrá adelante… si Macron es reelegido y si las elecciones legislativas que tendrán lugar antes del verano le dan una mayoría suficiente.
Esta es el punto más destacado de un programa que incluye una reforma de la organización escolar y un plan de lucha contra los desiertos sanitarios. También, la supresión de la tasa audiovisual de 138 euros que todo hogar a paga por tener televisión.
En el balance de su primer mandato destacan tres datos buenos y uno malo. Entre los primeros la reducción del paro hasta el 7,4% de la población activa (el mejor dato desde 2008), la creación de casi un millón de empleos y una reducción de impuestos de 50.000 millones de euros.
El malo es el aumento de la deuda que alcanza ya el 113% del PIB.Lo que ha llevado al analista de Le Figaro Jacques Julliard a denunciar “el keynesianismo de crisis que rechaza toda racionalidad contable”. Este es el tema del que ningún candidato ha hablado en campaña.
El economista Eric Chanel ha calculado el aumento de la deuda de los últimos veinte años: en el segundo mandato de Chirac, creció 6 puntos de PIB; en el de Sarkozy, 22; en el de Hollande, 7,8 y en el de Macron, 12,4 puntos. Francia (y España) tiene un problema y habrá de abordarlo alguna vez.
La campaña empezó al ralentí debido a las últimas restricciones de la Covid y quedó sepultada por la guerra de Ucrania que dio un empujón a las intenciones de voto de Macron, difuminado casi por completo a medida que la conversación pública pasaba de la invasión a las consecuencias económicas del conflicto.
La guerra y la presidencia rotatoria de la UE, que corresponde este primer semestre de 2022 a Francia, han servido a Macron para encarar una campaña minimalista. Fue el último en declarar su candidatura, no ha querido participar en ningún debate (como Le Pen) y ha hecho un sólo mitin.
Fue el pasado sábado 2, en Nanterre. Sin citarla ni una sola vez, Macron fijó a las claras que su rival se llama Marine y se apellida Le Pen: “Es el combate del progreso contra el repliegue, el combate del patriotismo y de Europa contra los nacionalistas”. En 2017, esa dialéctica le funcionó. En 2022, veremos.