Hace unas semanas, la maestra Kacie Go, de Sacramento, tenía 56 niños para el segundo período.
Ese día, había 109 estudiantes en su escuela de octavo a duodécimo grado sin instructor debido a la escasez de personal. Así que, recibió a los estudiantes en su aula e hizo lo que pudo, pero la situación “no es sostenible”, reconoció.
Vaya que no lo es.
Go relató esta historia junto con cientos de otros maestros y personal de apoyo, el martes por la mañana en el estacionamiento de una preparatoria vacía, mientras “We’re Not Gonna Take It” resonaba en los altavoces y las trabajadoras, en su mayoría mujeres, se reunían para el quinto día de una huelga que ha cerrado escuelas en la capital del estado.
Al igual que Go, estos docentes, trabajadores de cafetería, conductores de autobuses y ayudantes de instrucción, están hartos de que se les pida más con menos. Es un problema que va más allá del Distrito Escolar Unificado de la Ciudad de Sacramento (SCUSD, por sus siglas en inglés), con 48.000 estudiantes en 81 escuelas. La frustración entre los maestros y trabajadores es rampante en todo California, empujada a un punto de quiebre por la pandemia y la escasez de más de 11.000 profesores acreditados y miles de empleados de apoyo, a medida que el estado intenta expandir el prejardín de infantes y contratar 10.000 consejeros de salud mental para los campus.
Desde las protestas por el cierre de escuelas en Oakland hasta la huelga general de Sacramento, quienes trabajan en nuestras escuelas afirman que no pueden hacer ese trabajo en las condiciones que les imponen. Estas incluyen salarios mediocres, a veces un retroceso político de las medidas de seguridad contra el COVID-19, un escrutinio similar a una cacería de brujas sobre temas candentes, una crisis de salud mental, la realidad de que hay muy pocas personas que hacen el trabajo y la falta de respeto general de un sociedad que jura que ama a los maestros y valora la educación pero hace poco para invertir en ella. Preocuparse por los tiradores en las escuelas, que alguna vez fue un tema urgente de los educadores y los padres, ya ni siquiera es una de las tres cuestiones principales.
Un gran número de maestros, padres, estudiantes y simpatizantes de una huelga contra el Distrito Escolar Unificado de Sacramento se reúnen en Rosemont High School, en Sacramento (Rich Pedroncelli/Prensa Asociada).
Es la misma historia que se desarrolla en cientos de otros distritos, no solo en California sino en todo el país. Los maestros de Minneapolis acaban de finalizar una huelga de 14 días que compartió algunos de los mismos problemas de pago y apoyo, subrayados por el mismo disgusto de los docentes respecto de que se habla mucho sobre el respaldo a la educación pública, pero no siempre se cumple con lo prometido. La presidenta de la sede de la Federación de Maestros de Minneapolis, Greta Callahan, lo resumió de tal forma que la igualó con los reclamos en Sacramento. “No deberíamos haber tenido que hacer una huelga para ganar cualquiera de estas cosas, cualquiera de estos apoyos críticos para nuestros alumnos. Pero así fue”, remarcó.
Go, que ya tiene 20 años de docencia y obtuvo una maestría en el camino -algo que la llevó a la cima de la escala salarial del distrito, con poco más de $100.000 al año- estima que pierde cerca de $500 por día durante la huelga. Sin embargo, le preocupa más el personal de apoyo, como Katie Santora, una trabajadora de la cafetería que también estaba en el piquete.
Santora es la empleada principal de servicios de nutrición en una preparatoria; prepara 1500 comidas al día entre el desayuno y el almuerzo junto con un equipo de nueve personas (aunque comenzaron el año con solo cinco). La mayoría son trabajadores de medio tiempo porque el distrito no quiere pagarles beneficios y ganan casi el salario mínimo.
Santora, con 13 años en el distrito, gana $18,98 por hora por lo que es esencialmente un puesto administrativo. Ella está a cargo de ordenar, planificar, recibir y mantener el funcionamiento del grupo.
El último día antes de la huelga, eso incluyó hacer tazones de pollo con palomitas de maíz para el almuerzo. ¿Cómo es eso? Cinco cajas de 30 libras de pollo, al horno, 22 bolsas de papas, hervidas y en puré, maíz y salsa, todo ensamblado después de que su personal terminó de preparar burritos de carne para el desayuno y tazones de huevos revueltos. ¿Mencioné que cada alumno debe tomar una pieza de fruta, lo cual significa lavar alrededor de 1700 manzanas?
Santora afirma que los jóvenes de preparatoria son las personas “más incomprendidas” del planeta, ya que oscilan entre ser niños y adultos. Su bienestar, dice, depende de que les den de comer para que “no les haga ruido el estómago en clase” y de que vean una cara amistosa cuando entren en la cafetería. A ella le encanta cumplir con ambas cosas.
“Cuando pasan por la fila, me gusta decir: ‘Gracias por almorzar conmigo’”, dice.
Pero el dinero no es suficiente para pagar sus cuentas. Cuatro o cinco noches a la semana, pasa aproximadamente una hora en casa antes de dirigirse a su segundo trabajo, cargando bolsas de supermercado para los repartidores en Whole Foods. Tiene dos trabajos solo para pagar el privilegio de hacer el que le gusta.
Go, la docente, siente las penurias de otras maneras. Una de sus hijas gemelas recientemente tuvo un “golpe en la cabeza bastante severo”, relató, y ella sintió que no podía quedarse en casa con la joven. Si lo hacía, una de sus colegas probablemente iba a quedar atrapada en un salón de clases abarrotado, y todas las demás tareas extraoficiales que ejerce a diario, desde cuidar niños hasta ser oficial de policía y consejera de vínculos cuando las hormonas de sus alumnos adolescentes van a toda marcha. Ella piensa que los sustitutos son difíciles de conseguir porque el salario ($224 dólares al día) no es competitivo en comparación con otros empleos menos estresantes. “Los suplentes no tienen una vida fácil”, reconoció Go. “¿Por qué alguien trabajaría de eso cuando podrías ir a In-N-Out y preocuparte menos por la misma cantidad de dinero?”.
Los sindicatos involucrados en la huelga de Sacramento sostienen que hay cientos de puestos vacantes en el distrito en prácticamente todos los trabajos. Nikki Milevsky, psicóloga escolar y vicepresidenta del sindicato de maestros, estima que hay 250 vacantes para docentes y 400 para personal clasificado, en un distrito con 2069 profesores y 1656 personal clasificado. Que el personal clasificado y los maestros se retiraran juntos muestra la profundidad de los problemas en Sacramento: es inusual que ambos ocurran al mismo tiempo y ha obligado a las escuelas a cerrar porque no quedaba nadie más que los administradores para cuidar a los niños.
El gremio de docentes dice que 10.000 alumnos carecen de un instructor permanente, y en algunos días, hasta 3000 ni siquiera tienen un suplente. Alrededor de 547 niños que se inscribieron para el estudio independiente aún no tienen maestro, lo que significa que no están aprendiendo nada.
El distrito afirma que tiene 127 empleados certificados y 293 puestos clasificados menos. La diferencia se puede tomar como se quiera, pero el distrito no discute que está en una crisis de personal.
Los maestros de Sacramento quieren un aumento de sueldo para que el distrito sea más competitivo en la contratación. En este momento, algunos distritos aledaños pagan más pero tienen paquetes de beneficios menores (no es necesario remarcar que la atención médica es un derecho, no un privilegio). Los docentes buscan que el distrito se retracte de una propuesta para hacer que los maestros actuales y jubilados paguen cientos de dólares más para mantener un plan de salud que no sea HMO. El distrito afirma que hizo una oferta de aumento salarial y bonificación por reclutamiento y un estipendio de un año para compensar el problema del plan de salud.
A partir de ahí, el tema se vuelve polémico. Los maestros rechazan la oferta del distrito y afirman que hay dinero disponible para mejorar, pero no la voluntad de invertirlo en el personal. El distrito alega que los maestros deben comprometerse porque no puede pagar todas sus solicitudes.
Durante días, no hubo negociaciones. El superintendente de Instrucción Pública del estado, Tony Thurmond, trató de sentar a todos a la mesa, solo para ser rechazado por el distrito. En casa -y no en el salón de clases, donde debía estar- mi hijo de octavo grado, un estudiante de las escuelas de Sacramento, comió muchos panqueques con chispas de chocolate y vio “Turning Red” una y otra vez.
No hay final a la vista. Aunque se han reanudado las negociaciones con ambos sindicatos, la huelga es otro golpe para los padres y las familias que ya están demasiado ansiosas y estresadas. La última vez que mi hija tuvo un año escolar normal, estaba en quinto grado. Entiendo la frustración, e incluso la ira, de los padres porque las escuelas están cerradas una vez más, y el resentimiento y hartazgo por los problemas con las escuelas, muchos de los cuales son anteriores a la pandemia.
Pero fui a la línea de huelga tres veces y puedo decir esto: para estos maestros, no se trata del dinero. Puede poner los ojos en blanco ante los sindicatos todo lo que quiera, pero estos docentes y personal de apoyo quieren que las escuelas funcionen, para sus alumnos, para ellos mismos y para nuestro futuro colectivo. Porque la democracia depende de una población educada, y la educación es un derecho. Y porque son docentes y están comprometidos con nuestros hijos.
Go solo quiere enseñar, aunque a veces signifique tener enfrente a 56 niños. Incluso si eso implica perder $500 por día y hacer huelga, o enojar a algunas personas para mejorar las escuelas.
“Me encanta”, dijo. “De veras”.
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