Vicente González (18) estaba en un carrete con compañeros del colegio cuando le tocó presenciar una discusión entre dos amigos. Era mayo de 2018 y hasta entonces, al igual que casi todas las personas de su entorno cercano, nunca había sido expuesto a una dieta específica. Se alimentaba con lo que tenía al alcance y consumía mucho pescado y carnes rojas, al menos una porción diaria.
Aquella noche escuchó por primera vez que los animales tenían sentimientos y que la industria de la carne tenía un fuerte impacto en el medioambiente. Escuchó, también, información que después rectificó, que el sistema de alimentación que rige actualmente es responsable de un cuarto del total de los gases de efecto invernadero emitidos en el mundo, y que para mantener este sistema se usa el 70% de nuestros recursos de agua fresca. “El discurso de mi amiga aludía al individualismo y contemplaba a los animales y al medioambiente, argumentando que los seres humanos somos una ínfima parte de algo mucho más grande. Ella buscaba que nos hiciéramos conscientes de nuestros privilegios y que supiéramos que los animales también sienten. Nunca había escuchado a alguien hablar con tanta determinación y eso me cautivó”.
Esa noche, Vicente llegó a su casa y vio Cowspiracy (2015), el documental de Kip Anderson y Keegan Kuhn, en el que se exploran los efectos de la industria de la carne en el medioambiente. Poco después, tomó la decisión de dejar la carne y el pescado, y luego de siete meses y de una primera revisión con su nutricionista -en la que confirmó no tener deficiencias alimenticias- decidió eliminar de su dieta todo alimento de origen animal. Actualmente lleva un año y siete meses sin comer carne y casi un año sin consumir ningún producto animal. “He notado muchas diferencias; si antes mis resfríos duraban una semana, ahora duran dos días. Y me he sentido bien, con energía y con la conciencia más tranquila. Esta decisión, en el fondo, fue una que acompañó mi decisión de ser más consciente en general. Cuando empiezas a tener empatía por los seres vivos es difícil volver atrás”.
Los casos como el de Vicente son cada vez más comunes. No así los de aquellos que nacieron en un entorno vegano y que no han conocido otra alternativa desde el nacimiento. Luciano Acosta (11) nunca ha probado un alimento de origen animal, porque fue gestado en un embarazo vegano y criado en una casa en la que la dieta vegana es la que rige hace más de 14 años. Isidora Collao (34), su mamá, se hizo vegana a los 19, cuando las facilidades para poder seguir esta dieta eran escasas. Pese a no haber tenido acceso a más opciones en su entorno más cercano, fue a los siete años que Luciano se vio enfrentado a tomar una decisión. Ya sabía, por sus amigos, que existían otros estilos de vida, pero también ya había empezado a informarse sobre el maltrato animal. Fue a esa edad, de hecho, cuando vio un video en internet en el que maltrataban a un ternero. “He sido vegano toda la vida, pero en algún minuto decidí seguir siéndolo porque sé que es lo correcto. Soy vegano porque estoy informado de todo lo que hay detrás de la carne. Ya sé del maltrato animal y el efecto en el medioambiente, entonces soy consciente de que ese pedazo de carne que mis amigos dicen que es tan rico, no vale la pena”, dice.
Cuando Isidora quedó embarazada se asesoró con nutricionistas, estudió y se informó en foros abiertos. Se preocupó de extender lo más posible la lactancia materna -amamantó a Luciano por dos años- y luego incorporó en la alimentación de ambos muchos cereales, legumbres, tofu, carne de soya, tempeh y seitán, todas opciones que cuando ella se hizo vegana no eran de fácil acceso en Chile. “Antes se tendía a hablar del veganismo de una forma mucho más radical, pero ahora las organizaciones lo trabajan de manera más amigable y a la par con el vegetarianismo, entendiendo que este es, en muchos casos, un paso previo. El estigma del vegano intolerante sigue existiendo -yo también fui de las que no se sentaban en la mesa familiar si había carne-, pero de a poco va tomando una forma más sana y estratégica. Justamente por eso, desde el comienzo con el papá de Luciano nos planteamos la posibilidad de que él dejara en algún minuto de ser vegano. Le dijimos desde muy chico que el resto de las personas come animales y que esa es una opción. Pero él ya ve a los animales como pares”, explica.
En Chile rige la Ley 20.380 sobre Protección de Animales, que establece normas destinadas a conocer, proteger y respetarlos como seres vivos y parte de la naturaleza. En el Artículo 16 de la ley se establece, sin embargo, que estas protecciones no se aplican a los deportes en los que participan animales, tales como el rodeo y las corridas de vacas. A su vez, en la Constitución y en el Código Civil que rigen actualmente, los animales son considerados bienes muebles y no seres sintientes, y por lo mismo se puede ejercer sobre ellos el derecho a la propiedad. Es esto lo que las organizaciones animalistas han tratado de cambiar. Vegetarianos Hoy, fundación sin fines de lucro que surgió en 2012 con el propósito de informar, educar y difundir el vegetarianismo y veganismo en Chile, ha sido la impulsora de la campaña #NoSonMuebles, que busca que la Constitución considere a los animales como sujetos de derecho. En 2015, cuando articularon el proyecto de ley, reunieron 100.000 firmas y lo presentaron en La Moneda. Hoy, la petición cuenta con más de 182.000 adherentes.
Ignacia Uribe, periodista, magíster en Derecho Animal y fundadora de la fundación, explica que en Chile estamos lejos de tener las regulaciones de países desarrollados en las que, por ejemplo, se prohíben las jaulas en batería para las gallinas ponedoras. “Un 98% de la producción de huevos en nuestro país es en jaula en batería, y por eso nosotros impulsamos la campaña Chile Libre de Jaula, porque vemos que la gente ya se da cuenta de que en el resto del mundo estas cosas se están legislando”. Para Ignacia, por más de que estemos atrasados en esta materia, en los últimos años ha habido un evidente aumento de políticas y conciencia. Las cifras, que pocos estudios recopilan, también dan cuenta de eso: en la última Encuesta del Medio Ambiente se establece que el 6% de los encuestados es vegetariano o vegano, es decir, un millón y medio de la población nacional. Además, si en 2016 un 39% posicionó el tema medioambiental en un quinto lugar, en la última versión un 31% lo posicionó en el tercer o cuarto. Por último, cuando Vegetarianos Hoy realizó el único censo dirigido a vegetarianos y veganos en 2012, revelaron que el 9% de los vegetarianos o veganos son menores de 18 años, el 78% tiene entre 19 y 30 y el 11% tiene entre 30 y 50. Y que la oferta de restoranes y negocios orientados a este tipo de alimentación había aumentado en un 120%. A nivel global, un informe realizado por la consultora estadounidense Grand View Research en junio de 2019 planteó que la población vegana, que va rápidamente en aumento, está dirigiendo el mercado porque se ve cada vez más enfrentado a tener que ofrecer opciones para esta dieta. Y que, al 2025, se estima que el valor del mercado vegano global va ser de US$ 24,06 mil millones.
Surge Vegetarianos Hoy y se hace el primer censo nacional a vegetarianos y veganos. En este se entrevistó a 13.023 personas de distintas ciudades del país y se estableció que los veganos eran entre un 5% y un 10% de la población. Además, de todos los vegetarianos y veganos, un 79% eran mujeres. Muchas marcas vieron en esto una oportunidad de mercado.
Nace la línea Mr. Veggie, de la marca local Productos Fernández (PF), y se transforman en las primeras hamburguesas vegetarianas del país.
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Llega a Chile la marca griega de quesos veganos Violife y se empieza a comercializar en dos formatos: en láminas de 200 gramos y en bloque de 400 gramos.
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El Ministerio de MedioAmbiente adhiere a la campaña Lunes sin carne, reconociendo que la producción de carne tiene serias implicancias en el medioambiente.
Starbucks lanza su primer wrap vegano, Hellmanns’s lanza su primera mayonesa vegana y Dominó lanza su primer completo vegano. El medio inglés The Economist dice que 2019 es el año del veganismo y que los millennials -nacidos entre 1981 y 1999– son los principales impulsores de esta tendencia.
¿Se ha visto un aumento en la tendencia que prioriza una alimentación consciente?
No hay cifras recientes, pero definitivamente ha ido aumentando. Esto tiene que ver, en primer lugar, con un tema ético que considera y condena el maltrato animal y, en segundo lugar, está la creciente tendencia por el cuidado al medioambiente. La tercera razón es la salud. Los viernes yo hago consultas en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y de los seis pacientes que veo, la mitad son vegetarianos y veganos que vienen en búsqueda de orientación. La información que encuentran en redes no es completa y muchas veces no saben cómo abordar el tema de los suplementos.
¿Seguir una dieta vegana es, efectivamente, más beneficioso para la salud?
Una dieta vegana bien planificada puede cubrir los requerimientos de energía, proteína, grasas de buena calidad, además de varias de las vitaminas y minerales que necesitamos en la nutrición humana. El problema aparece cuando no se lleva de una manera planificada y no se tiene acceso a suplementos o alimentos fortificados, que en Chile siguen siendo caros y de difícil acceso, al menos en regiones. Porque la dieta por sí sola no logra cubrir los aportes de ácidos grasos omega 3 en sus formas activas, que son EPA y DHA, ni los de la vitamina B12, que se consiguen principalmente -y en el caso de la vitamina B12 de manera exclusiva- en alimentos de origen animal. Es fundamental que la dieta vegana sea complementada con suplementos y alimentos como cereales fortificados o bebidas vegetales, para poder satisfacer las necesidades de micronutrientes requeridos. Hay que saber también que no todos los seres humanos absorben los nutrientes de igual manera. La variabilidad del ser humano es tan grande, que existe una adaptación en la absorción. Por ejemplo, una persona con déficit de hierro va a absorber más hierro de un alimento, versus otra persona que puede absorber menos de ese mismo alimento. Pero también va a haber personas que no van a lograr adaptarse y van a ser deficientes. Y ahí está el riesgo. Por eso, si bien hay muchos flancos positivos en llevar una dieta vegana -reducir el consumo de carnes rojas y procesadas es fundamental, ya que están asociadas a varios tipos de cáncer y además su producción tiene un alto impacto medioambiental- es difícil dar ese mensaje de manera tan potente, porque no toda la población va poder llevar esa dieta de la mejor manera.