Este año se celebra el quinto centenario de la primera expedición marítima alrededor del mundo de Fernando Magallanes y Juan Sebastián Elcano, iniciada en 1519. Cuando, tres años después, en 1522, regresaron a la península, de las cinco naves que partieron, únicamente llegó de vuelta, al puerto de Sanlucar de Barrameda (Cádiz, sur de España), la nave ‘Victoria’.
Muchos de los marineros que integraban la expedición habían muerto por escorbuto, enfermedad que, cuentan las crónicas de la época, era terrible de padecerla y por la que se agrietaban la piel, los labios, las manos… debido a un déficit de la vitamina C.
Los marineros viajaron con los barcos cargados de especies y padecieron de escorbuto sin darse cuenta de que “en la bodega del barco tenían un cargamento repleto de vitamina C, porque el clavo es una de las especies que más vitamina C tienen y con su consumo hubieran evitado esa enfermedad mortal”, afirma Bernardo Herradón, doctor en Ciencias Químicas e investigador en el Instituto de Química Orgánica General del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Este profesional destaca la importancia del estudio de las vitaminas, “uno de los descubrimientos más brillantes del siglo XX y por cuya investigación han sido concedidos varios premios Nobel”.
Son catorce las vitaminas que necesitamos suministrar al cuerpo. “Todas ellas son necesarias, sin ellas podríamos tener problemas de salud, algunos serios y otros no tanto, pero tampoco tenemos que andar con 14 frascos de productos químicos porque simplemente con la ingestión de una manzana tenemos la mayor parte de la dosis diaria recomendada de vitaminas”, argumenta.
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Para el químico, existe un mercado de suplementos dietéticos y, entre estos, los de las vitaminas son los más populares, pero con una dieta equilibrada no hace falta tomar suplementos, salvo en aquellos casos en los que haya algún problema de absorción o una enfermedad que tenga que ver con el déficit de vitaminas y que hay que tomar siempre bajo prescripción médica.
Todas las vitaminas se encuentran en los productos que consumimos habitualmente, principalmente en frutas y vegetales. La B, sin embargo, está en el pescado, pollo, carne de res, huevos y productos lácteos, “lo que crea un problema a los veganos, que en este caso pueden suplir esta falta con un suplemento dietético”, aclara.
“En cuanto a la popularidad de determinadas vitaminas -continúa Herradón- ha habido épocas en las que se han producido consumos excesivos de vitaminas C, creyendo que la ingesta de esta vitamina podía prevenir los catarros, tomándola antes del invierno, pero no hay ninguna prueba científica de que una sobredosis de vitamina C prevenga estos episodios”.
Es el caso de la vitamina D, de la que se dice comúnmente que se ha de tomar para fortalecer los huesos. “Es verdad, pero también es verdad que un consumo excesivo puede ser peligroso para la salud”, indica el investigador.
También se puso de moda consumir exceso de vitamina E porque se asoció a una mayor potencia sexual que tampoco se ha demostrado. “Es decir, que realmente el consumo de suplementos adicionales viene por modas. Al final, la gente consume este tipo de productos animada por la publicidad, que nos vende es una vida más saludable, estar más guapo o ser más inteligente”, dice.
Pero los seres humanos necesitamos poca cantidad de vitamina porque la alimentación ya nos la proporciona. “El cuerpo usa las que necesita y que, normalmente, son cantidades de microgramos, es decir, la millonésima parte de un gramo”, especifica el científico.
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También es importante diferenciar las hidrosolubles de las liposolubles por cómo actúan en nuestro organismo. Las primeras, como su nombre indica, son solubles en agua, por lo que se excretan muy fácilmente porque, al fin y al cabo, el organismo es 70 por ciento agua y, a través del sistema digestivo, se eliminan fácilmente.
En este grupo están las B y la C. La primera incide sobre el metabolismo celular e intervienen en la producción de energía y en el funcionamiento de los órganos, mientras que la C participa en la reparación y mantenimiento de los tejidos celulares. Un kiwi, una naranja o una lima puede proporcionar la vitamina C que se necesita.
“Más serio es el tema de la hipervitaminosis de vitaminas liposolubles porque no las eliminamos tan fácilmente y se acumulan generalmente en el hígado que funciona como una fábrica química en la que todo se deposita y se metaboliza. Las vitaminas que pertenecen a este grupo son la A, D, E y K”, señala Herradón.
“La vitamina K es importante para la coagulación de la sangre y es inocua, pero normalmente no necesitamos consumirla como suplemento a menos que nos lo indique el médico. Esta vitamina suele encontrarse en muchos vegetales”.
La vitamina E es una agente antioxidante, evita que las células se degraden por efecto del oxígeno que respiramos y tiene un efecto protector. “No tiene una función biológica muy clara y, en general, tampoco es muy serio el efecto de la sobredosis de vitamina E”, subraya el científico.
Un poco más serias son las vitaminas A y D dentro de las liposolubles; el papel principal de la primera es que es un precursor de las moléculas responsables de la visión, por tanto, para el químico “es necesario un buen consumo de vitamina A para no tener problemas de vista. La vitamina A se encuentra, sobre todo, en zanahorias, tomates o algunas frutas más coloreadas”.
“La vitamina D tiene un papel regulador en el organismo, su problema es que, aunque la consumamos en la dieta, normalmente no se suele asimilar bien. Se metaboliza mejor con la luz solar, tomando el sol se convierte en vitamina D, por eso muchas veces hay un déficit aparente de esta vitamina, sobre todo en los países nórdicos”, concluye Bernardo Herradón.