Por Nicolás Pichersky
“La realidad supera la ficción”. De tanto decirla, la frase se convirtió en slogan. Un latiguillo, un lugar común. Sin embargo, hace apenas unos años, en 2018, cuando la serie El cuento de la criada se alzó con cinco estatuillas Emmy convirtiéndose en un suceso en global, la autora de la novela original, Margaret Atwood, volvió a decir la mentada frase. O mejor dicho, la expresó más brutalmente: la realidad e historia argentina a partir del 24 de marzo de 1976 superan la (ciencia) ficción más distópica y horrorosa.
Atwood, nominada al premio Nobel y con reconocimientos tales como ser Presidenta del PEN Club o Miembro honorario de la Academia Norteamericana de las Artes y las Ciencias, confesaba así, algo para nada común: El cuento de la criada, publicada en 1985, había sido inspirado por la última dictadura militar argentina:
“La división entre los derechos de la mujer y los derechos humanos es una falsa dicotomía. Una de mis fuentes para The Handmaid ‘s Tale (El cuento de la criada) fue la Argentina bajo el gobierno de los Generales (sic). Tantas mujeres asesinadas y sus hijos robados“, expresó la canadiense en su cuenta twitter en ese entonces.
Para quienes no están familiarizados ni con la novela original ni con la serie (producida por la misma Atwood), El cuento de la criada transcurre durante el presente o en un futuro cercano. Allí se relata un golpe militar que suprime los derechos de las mujeres. Las “criadas” son jóvenes y fértiles a las que se considera un objeto y cuyo valor reside en su capacidad para engendrar vida, todo bajo un sistema de esclavitud y violación sistemática.
El cuento de la criada, ficción y realidad
De manera singular, Margaret Atwood ha construido una bibliografía en la que supo mirar al pasado para comprender el presente. Es una autora que sabe observar a los tiempos y a la realidad política como un todo. En 2005 tomó La Odisea, el clásico de la mitología griega y la reversionó en clave feminista con el título de Penélope y las doce criadas.
Si en aquella experiencia hizo del pasado (en forma de mito), una lectura feminista actual; en el caso de El cuento de la criada abrevó del presente, del aquí y ahora más descarnado y brutal: los embarazos, robos de bebés y torturas en los centros clandestinos de detención durante la dictadura, para transformar todo aquello en un relato de ciencia ficción y horror.
Como si el terror, o lo que apenas se puede imaginar, expresar o escribir, sólo fuese narrable a través de un género, la ciencia ficción. Que trata mayormente sobre lo que aún no aconteció. La paradoja es que, por supuesto, esto ya había sucedido en nuestro país. “Como en los regímenes totalitarios —o de hecho, en cualquier sociedad radicalmente jerarquizada—, la clase gobernante monopoliza todo lo que tenga algún valor, la élite del régimen se las arregla para repartirse las hembras fértiles como criadas”, explica Atwood al comienzo de su novela.
Como bien observa el escritor y ensayista Elvio Gandolfo en su libro El libro de los géneros recargados, “la ciencia ficción no es el género que niega la realidad, sino el que se nutre de ella. Es el relato de lo que tal vez ‘podría pasar’ ”. Hoy, a 46 años del golpe cívico militar, los escritores Carlos Gamerro y Cecilia Fanti conversan con Página/12 sobre el tema. O como la narrativa y la memoria argentina se relacionan entre sí.
La dictadura militar argentina o cómo narrar el horror
“Es interesante —sostiene Carlos Gamerro, autor entre otros de El nacimiento de la literatura argentina y otros ensayos, Las Islas y La jaula de los onas , entre otros— que Atwood, para escribir la ficción distópica El Cuento de la Criada utiliza la realidad, lo que ya sucedió: el robo de bebés en la dictadura argentina. Y eso lleva a una reflexión no muy halagadora y es que la Argentina alimentó el registro mítico de muchos de los horrores del siglo 20. Al decir “mítico” no me refiero a falso o ficcional, sino a aquellos hechos históricos que tienen tal potencia que se convierten en emblemáticos. Por ejemplo la figura del desaparecido, que en cualquier lugar del mundo, su significado es el significado que tiene para Argentina y que se le dió aquí”.
“De esta manera —prosigue el autor de La aventura de los bustos de Eva— se ha recurrido al terror, al policial o a la ciencia ficción, para tratar los temas más recalcitrantes, increíbles o espantosos de nuestra historia. Como si el realismo tradicional no bastara para tratar los horrores de la última dictadura. Juan José Saer, por citar sólo un ejemplo, lo hace en La pesquisa y a través de un género como el policial. También Mariana Enriquez en los últimos tiempos lo realiza a través del terror. En realidad en la Argentina tenemos muchos antecedentes, como el poema de Hilario Ascasubi, “Isidora, la federala y mazorquera”, cargado de terror gótico. Y aún, por ejemplo, con el realismo exacerbado del El Matadero de Esteban Echeverría, no termina de alcanzar: fue necesario, para volver creíble lo increíble de la dictadura, recurrir al género de lo sobrenatural. Al fin y al cabo, acaso con Macbeth de William Shakespeare, terror político y terror sobrenatural, acaso hayan nacido juntos.
Para Cecilia Fanti traductora y autora de las novelas La chica del milagro y A esta hora de la noche “autores como Margaret Atwood o Kurt Vonnegut desde la ciencia ficción nos alertan sobre esos bordes, esos mundos en los que se inspiraron y proyectaron su literatura. La literatura explica lo que dentro de la realidad no podemos entender. Y tal vez si habláramos hoy con un pre-adolescente que no sabe lo que ocurrió en la última dictadura militar argentina, y le contáramos todo ese horror, bien nos podría decir algo como ‘Uy, igual que la serie El cuento de la criada’.
Continúa Fanti: “A la vez hay que destacar que nosotros tuvimos una narrativa propia. No recurrimos, dicho esto entre paréntesis y no como crítica, a la ciencia ficción, porque hubo unas Madres y una Abuelas de Plaza de Mayo reclamando la aparición con vida. Y contamos con los testimonios del Juicio a las Juntas Militares, con la Carta Abierta a la Junta Militar de Rodolfo Walsh. O más acá en el tiempo con películas como Los Rubios de Albertina Carri, la novela Aparecida de Marta Dillon, Diario de una princesa montonera de Mariana Eva Pérez y tantos otros más.
“Al fin y al cabo, la apropiación de menores, el robo de bebes durante la dictadura, no tiene tanto que ver con el orden de lo inenarrable sino, aún peor, con lo inverosímil. Es como decir ‘esto no pudo haber pasado’. Y se consiguió, luchó y logró esa narrativa (que es una narrativa de lo real) sin importar que fuese ficción o no. Quiero decir: desde Canadá, Margaret Atwood pudo encapsular la historia argentina reciente en una ciencia ficción extraordinaria y distópica. Y nosotros, desde la cercanía, lo alcanzamos con la imagen de estas mujeres de pañuelo blanco. Marchando, reclamando con valentía por sus hijos y nietos, portando sus fotos. Esa es toda una narrativa”.
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