Freddy Vega (35) cree que es una irregularidad estadística. Sabe que no es habitual que un niño criado en los suburbios de Suba, un barrio popular de Bogotá, aprenda a programar por su cuenta y se convierta dos décadas después en uno de los emprendedores más destacados de su generación, según el Instituto Tecnológico de Massachussetts (MIT). Pero también cree -o sabe- que en realidad no es tan irregular. “Yo veo que la gente que sigue caminos similares consigue resultados al fin y al cabo”, dijo en una entrevista con Infobae.
Vega se recibió de ingeniero y fundó Platzi en 2014 junto a su socio guatemalteco Christian Van Der Hens. En solo ocho años la plataforma se convirtió en un gigante de la educación en línea en Latinoamérica y España, con 3 millones de estudiantes aprendiendo a lo que llama “ser creadores de tecnología”.
-Cada emprendedor tiene su propio manual de la innovación. En su caso, ¿cómo la definiría? ¿Qué es la innovación y cómo se consigue?
-Hay dos tipos de innovación: la innovación iterativa y la disruptiva. La iterativa es aquella que toma una idea que ya existe y la mejora un poquito. La disruptiva es la que crea algo tan radicalmente nuevo que cambia la cultura, pero viene con un riesgo implícito mayor: el riesgo de fracasar. Muchísimas innovaciones no han triunfado. ¿Cuántas veces intentaron hacer una moneda digital antes que un protocolo como Bitcoin? Lo mismo con Uber. Hubo muchas aplicaciones de taxis, pero a nadie se le ocurrió construir un sistema desde los autos de lujo hasta los que se usan día a día para cambiar la forma en la que nos transportamos.
Una forma de entender a la innovación disruptiva es cuando un producto es 10 veces mejor que lo que había antes. Ahí es inevitable que la gente lo adopte. A Uber lo intentaron detener con leyes, con protestas, pero jamás lo lograron. La innovación disruptiva suele asociarse a la escala, a llegar a millones de personas. Normalmente ese nivel de escala se obtiene a través del software.
-En general, su mirada es más optimista de lo que se escucha habitualmente. Suele decir que Latinoamérica va a ser una potencial mundial.
-Estoy convencido. ¿Cuál crees que es la razón por la que la gente es pesimista?
-Hay muchos motivos. De base, niveles de pobreza altísimos y falta de acceso a la educación en buna parte de la región.
-Sí, eso es real. América Latina es un lugar groseramente pobre donde las oportunidades de movilidad económica básicamente no existen. Esa es la realidad. Sucede que la estadística, como dije, no aplica al individuo. Hay caminos que conducen al resultado.
Creo que es inevitable que Latinoamérica triunfe. Nosotros somos un continente con una cultura compartida a través de múltiples fronteras. Claro que hay diferencias: ustedes tienen el asado en Argentina, los peruanos tienen una gastronomía espectacular, la herencia indígena de México, los bailes, el fútbol. Pero las similitudes son más fuertes y tenemos la misma zona horaria. A veces ignoramos la importancia de que la zona horaria sea la misma. Con la explosión del trabajo remoto, no importa el país donde vives sino la zona horaria en la que trabajas.
-¿Qué cambios observa en los jóvenes? Al fin y al cabo son ellos los que pueden hacer que la región salga del atraso.
-Contrario a lo que uno imagina, cada vez veo más jóvenes completamente ineptos en tecnología a un nivel hilarante. Todo el mundo dice que son nativos digitales. Agarra a un nativo digital y pídele que cambie la contraseña de wi-fi a ver qué hacen. ¡Se mueren! ¡Se tiran al piso y convulsionan! Ni siquiera saben qué es una estructura de archivos. Creen que en los celulares no hay archivos, que hay fotos y WhatsApp. Que la gente piense que no hay archivos y solo entienda en concepto de apps está creando un analfabetismo digital alarmante.
-Entonces, ¿de dónde surge el optimismo?
-El abaratamiento o, más bien, la explosión de conectividad está creando una generación distinta. Una generación a la que le importan menos los títulos y diplomas. La realidad es que la gente no quiere ser criminal y el código paga mejor que el crimen. Entonces cuando tus amigos del barrio aprenden a programar y ganan mil dólares al mes, tres mil dólares al mes o cinco mil… no importa que hayas tenido una vida terrible y vivas en un barrio bien jodido, vas a intentar aprender tecnología.
-¿Es barato estudiar programación teniendo en cuenta las posibles ganancias?
-Sí. Lo que pasa es que en América Latina estamos acostumbrados a que si las posibilidades son muy buenas entonces son mentira. En Platzi les contamos: “Oye, las startups de tecnología no tienen horarios. Puedes trabajar cuando quieras y no te van a medir por si estás al frente del computador, sino por resultados, y te van a dar PCs gratis y vacaciones ilimitadas. Te van a pagar muy bien, incluso en algunas te van a dar acciones de la compañía”. La respuesta suele ser: “Tiene que ser una estafa. No puede ser. Yo quiero un trabajo normal, con un jefe que me odie y me vea todos los días”. Es complicadísimo porque vivimos en una especie de síndrome de Estocolmo.
-Con todo eso en contra no parece tan inevitable el éxito de la región.
-Sí, tenemos muchas ventajas. Solo la región tiene la misma zona horaria, una cultura en común y tenemos una población joven. En China la gente es vieja, en Europa la gente es vieja. Nosotros estamos justo en ese punto pivotal a ver si lo agarramos. Es inevitable porque si el trabajo es 10 veces mejor, pagado con 10 veces más calidad y lo único que tienen que hacer es nunca parar de estudiar al ritmo que quieras… es inevitable. Poco a poco se va a correr el rumor y la gente lo va a hacer.
-¿La única salida es por la tecnología o hay otra alternativa posible?
-¿Qué otra alternativa hay? ¿Petróleo? Hay un montón de petróleo, pero es de baja calidad y después de lo de Ucrania la humanidad va a estar corriendo a máxima velocidad para dejar de depender del petróleo. ¿Carbón? Menos. Hay un resto de carbón, pero es la misma historia que el petróleo. ¿Infraestructura de industria? Nos demoraríamos muchísimos años y ya decenas de países lo han intentado y fracasado. ¿Los metales de toda la vida? Pues sí. Funcionan y van a seguir creando una industria de extracción, pero que al fin y al cabo no es sostenible. En cambio, el talento humano es un recurso renovable.
Uno no crece tratando de alcanzar a otros países. Uno tiene que encontrar el camino alternativo. Taiwán creció creando industria de microchips de clase mundial. Singapur creció creando el sistema financiero más importante de Asia. Latinoamérica debe crecer sacándole provecho a nuestro único recurso renovable, que es el talento humano que hay en nuestras naciones.
-En otras entrevistas ha dicho que en Latinoamérica está mal visto ser exitoso, que está mal visto hacer dinero. ¿En qué aspectos observa eso?
-Los latinoamericanos tuvimos experiencias complicadas y por eso desconfiamos del que tiene dinero. Creemos que hicieron algo malo y básicamente eso ha sido real durante mucho tiempo. Lo que la gente ve es que volverse rico implica ser un criminal o un corrupto. Nuestra sensación es que el dinero es malo por defecto. Eso se relaciona en parte con que el catolicismo es la religión más popular aquí y la religión católica enaltece la pobreza. Es uno de sus fundamentos.
Hoy la realidad marca otra cosa. La gran mayoría de los millonarios modernos no lo son porque cometieron crímenes. Son ricos porque crearon productos: crearon Facebook, crearon SpaceX, crearon un sistema de exportación e importación. En los próximos diez años, las empresas más grandes de Latinoamérica van a ser distintas a las que hay hoy. Todas van a tener innovación tecnológica. Todas porque crecen de manera exponencial, mientras las empresas tradicionales lo hacen de manera porcentual. Todas las empresas top van a tener CEOs extremadamente jóvenes, de 40, 30 o 20 años, que construyeron el próximo banco digital, el próximo sistema de medicina digital, el próximo modelo de educación digital.
Un modelo educativo distinto para un futuro incierto
Platzi despliega decenas de cursos, casi todos orientados a tecnología: programación, ciencia de datos, diseño web, marketing digital, redacción para internet, entre otros. Se paga por suscripción y el usuario tiene acceso a todos los módulos. La plataforma creada por Vega intenta romper la lógica de la enseñanza tradicional: no hay tiempos, no hay plazos para el aprendizaje. Cada usuario aprende a su ritmo, desde donde quiere y en los momentos que desea. Las cifras oficiales avalan su utilidad: el 77% de los estudiantes que buscó trabajo lo encontró en la industria tecnológica y el 19% creó su propia empresa.
-¿Se puede trasladar ese modelo alternativo al sistema formal, a las escuelas y universidades, o tan solo es posible aplicarlo en la educación informal?
-Uno de los problemas de la educación es la extrema falta de ciencia detrás de la educación. La ciencia educativa nos dice que es irrelevante para la calidad del aprendizaje el tiempo que te lleve aprender algo. No importa cuánto tardes en aprender inglés o a programar. Lo que hace la diferencia es no parar de aprender. Entonces, ¿por qué todas las carreras duran lo mismo? ¿No es sospechoso? ¿Por qué periodismo dura lo mismo que enfermería, que derecho, que ingeniería civil? ¿Por qué está estructurado en semestres? La gente no se hace estas preguntas.
-¿Convenciones? ¿Usos y costumbres que datan de mucho tiempo?
-Sí. Un país que ya no existe -Prusia- implementó un sistema de educación por ciclos para escalar la revolución industrial combinado con Inglaterra, que dio lugar a la escuela secundaria. ¡Pero estamos en 2022! Todos aceptamos un contrato implícito de existir en la humanidad: si nuestros hijos tienen un mal día en el examen final y desaprueban, tienen que rendir todo el año de escuela de nuevo. Todos estamos de acuerdo en que pierdan un año de sus vidas. Y cuando somos adultos es igual: si tuvimos un mal día y rendimos mal el examen, tenemos que rendir un semestre más esa materia.
-¿Y por qué considera que perdura este sistema?
-El sistema educativo está hecho para darle empleo a los profesores. ¿Cómo les pagas? Haciendo todo muy regular. Porque si no haces carreras que duren lo mismo, ¿el profesor de literatura no vale lo mismo que el de medicina? Se debe a un formato industrial de pago de profesores. Es inaceptable terminar con esa maquinaria por ahora.
-¿En que medida piensa que plataformas como Platzi van a competir y relegar a las universidades tradicionales?
-Creo que si las universidades fracasan, la civilización colapsa. De ellas depende la creación de conocimiento, sobre todo en áreas que no están necesariamente relacionadas a retornos de inversión. La pandemia está mermando gracias a la investigación en ácido ribonucleico mensajero, que lleva dos décadas. Las ciencias básicas son las que crean conocimiento humano sin estar conectadas a un objetivo capitalista.
Al margen, sacando carreras que necesiten de laboratorios y de manipulación de objetos, la forma correcta va a ser estudiar online. Súmale a eso un tema estadístico: el 88% de la población latinoamericana nunca ve una universidad por dentro. Ir a la universidad mayormente implica no trabajar a tiempo completo por 4 o 5 años. ¿Cuánta gente puede hacer eso? Es un grupo increíblemente privilegiado. Las universidades no se van a morir, pero la gente que históricamente no tuvo posibilidades ahora tiene una con la educación informal.
-Mucho se habla de las profesiones del futuro, que muchos de los actuales empleados van a tener que adaptarse o perderán sus empleos. ¿Qué postura tiene que asumir un profesional para no quedarse afuera?
-Parece que estoy haciendo un comercial y por eso la gente no me cree (risas). La única opción que la gente tiene es nunca parar de aprender. Estamos en una humanidad que para los empleos mejor pagados depende de la capacidad de transportar información entre múltiples aplicaciones de software. Más del 60 o 70 por ciento de la humanidad no puede hacer eso. Usan una app, pero no pueden mandar información a otra app. ¿Cuánta gente usa Excel con una calculadora física en el escritorio? No saben que Excel puede hacer fórmulas matemáticas. El problema es que el avance tecnológico es exponencial, pero la capacidad humana de adaptarnos es lineal.
Entonces tenemos que reconocer dos cosas. Uno: las cosas que aprendimos de jóvenes no nos van a servir para crecer. Dos: tenemos que aceptar que nunca vamos a alcanzar a conocer todo. Siempre vamos a estar navegando a contracorriente. Siempre habrá algo nuevo. Hay gente a la que esto le produce una ansiedad que la bloquea. A otras personas, como a mí, nos fascina. Yo no quiero estar aburrido nunca. Quiero estar descubriendo cosas nuevas. Aprender duele un montón, es una de las cosas que más gasta calorías en el cerebro, pero una vez que empezamos a disfrutar de ese dolor cambia todo.
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