Diego Ortiz. Editor (I)
Cada año, aproximadamente un millón de personas mueren a causa de la picadura de mosquitos. Si bien la pandemia ha enfocado nuestra atención al coronavirus, la humanidad no puede olvidar que un insecto se encuentra entre los asesinos más letales por las enfermedades que transmite en un diminuto pinchazo.
La necesidad de mejorar la comprensión sobre el comportamiento de los insectos y conocer a quiénes los estudian es una de las metas de la renovada Sociedad Ecuatoriana de Entomología. Diego Inclán, su presidente, explica que esto permitirá conocer las relaciones que existen entre los animales invertebrados y las distintas áreas del conocimiento como la agricultura, la salud pública, la biología, entre otros.
En el país es más común hablar de nuevas especies de anfibios o mamíferos, ¿por qué la entomología parece quedarse rezagada?
Definitivamente sí falta más investigación. Pero comparado con otras ramas de la ciencia, quizás es mejor poner en balanza la magnitud ya que hablamos de diferentes grupos.
Por ejemplo, los reptiles y anfibios son los más destacados aquí en el país y han tenido un auge súper grande en los últimos años por científicos nacionales, pero hablamos de más menos 650 especies.
Los insectos, en cambio, es el grupo más diverso del mundo. Se trata de más de un millón y medio de especies descritas. Las estimaciones nos llevan a pensar que hay entre seis y 50 millones de insectos que están ahí esperando a ser descritos.
¿Y la entomología ha logrado estrechar relaciones con los centros universitarios nacionales?
Nos falta mucho. Hay una cosa que siempre digo: debemos hacer escuela. Esto es todo un ciclo que incluye tener especialistas, proyectos de investigación, estudiantes permanentemente involucrados en esos trabajos, establecer colaboraciones a nivel nacional e internacional. Solo así se van reflejando los avances.
Una de las observaciones que suelen hacer los entomólogos del país es que muchos de los descubrimientos de nuevas especies son gracias a expertos del extranjero
Digamos es algo que naturalmente va a pasar porque hay especialistas que están en el otro lado del mundo. Entonces, como decía anteriormente, al tener escuela logramos estrechar relaciones con esos especialistas que están en otros países. Tomando el ejemplo de los anfibios, hace 10 años atrás todas las descripciones de nuevas especies eran casi que exclusivamente hechas por extranjeros. Ahora hay grupos locales de trabajo que están vinculados a esta tarea.
¿Hay financiamiento para la investigación entomológica local?
En general, creo que para los fondos son muy escasos. Los pocos fondos que existen deben priorizarse en estos diferentes aspectos de la entomología. Hay una suerte de sesgo porque hay sectores como, por ejemplo, la entomología ligada a la parte agrícola que tiene más atención en comparación con el descubrimiento de nuevas especies.
La pandemia puso en alerta la relación entre los humanos y la naturaleza. ¿Cómo ve esto en el Ecuador, sobre todo en cuanto a las interacciones con insectos o posibles plagas?
La situación de los dos últimos años pone en evidencia la necesidad de tener mapeados a las enfermedades transmitidas por diferentes insectos. Debemos recordar que la pandemia nos ha hecho temer por un virus en específico, pero hay que recordar que el animal que más gente mata es el zancudo. Estos están asociados a muchas enfermedades e, inclusive, es más peligroso que las picaduras de serpientes. Y aquí en el Ecuador tenemos enfermedades tropicales que no están completamente estudiadas. En estos casos, la entomología establece relaciones con áreas como la salud pública o la ecología para determinar cuándo es el momento de controlar plagas.
¿Y se conoce cuántos entomólogos existen en el país?
Tenemos registradas cerca más de 150 personas, pero estoy seguro de que eso es mínimo en función de que existe. En el Ecuador, el área más sólida es la entomología agrícola; se trata de gente que trabaja con en el control de plagas.
¿Cuál es la relación que ahora mantiene la entomología con otros sectores públicos?
Es incipiente. Desde temprano nos enseñan entomología relacionado a un tema de plagas; culturalmente asumimos que los insectos son malos. Pero debemos aprender a ver también el tema de beneficioso, lo que significan los insectos en la polinización y en otros servicios de la naturaleza. Una muestra de esto es lo que está sucediendo en torno a la producción de proteína animal para nuestra alimentación. Por el momento podemos darnos el lujo de tener vacas, cerdos y gallinas para alimentarnos, pero no sabemos si esto será sostenible de aquí a 10 años. Frente a esto, ya en el mundo están empezando a aparecer granjas de insectos para producción de proteínas. Son grillos o larvas de moscas cuyo 50% del peso es generalmente proteína, algo que no tiene ni punto de comparación con cualquier proteína animal.
Un tema muy recurrente en los diálogos sobre el cambio climático es el papel que va a tener la investigación sobre los insectos como vectores de enfermedades. ¿Qué pasa al respecto en el país?
Esto es algo tan simple como saber dónde están y cuáles son los vectores para empezar a tener un mapeo de estacionalidad. Lo que va a pasar en cambio climático es que las estaciones van a fluctuar mucho en función a lluvias o sequías. A pesar de que ya conocemos estos, no tenemos ni siquiera algo tan básico como una base de datos. Necesitamos obtener información de los insectos para luego ver cómo nos afectará el cambio de estacionalidad.