a pandemia (y sus altísimos costos agregados asociados a salud física y mental) la pusieron en un lugar protagónico. Y los avances “de ciencia ficción” en medicina y “ciencias de la vida” en general le sumaron velocidad. La economía del bienestar no para de crecer, con nuevos temas, tabúes derribados y apetito inversor en ascenso. Según algunas estimaciones globales (como una de McKinsey) la economía del bienestar ya involucra US$1,5 billones por año (cuatro veces el PBI de la Argentina), y podría tratarse de un número conservador.
“El bienestar es una habilidad que puede entrenarse y mejorarse. Es un bien escaso, un motor para la nueva economía, una puerta que se abre y nos lleva a otro lugar. Y todo eso al mismo tiempo”, dice el periodista y economista Sebastián Campanario en su nuevo libro El futuro del bienestar, publicado días atrás por Sudamericana.
En sus columnas para LA NACION, Campanario viene explorando esta nueva agenda que incluye biotecnología, inteligencia artificial, sueño, medicina personalizada, sex tech, psicodélicos y terapias emergentes. “Hay mucho que no sabemos que no sabemos y ya está disponible, enterarse es la mejor inversión para mantener en forma los activos más valiosos que tenemos: nuestro cuerpo y nuestro cerebro”, dice el autor.
¿Cuáles son las claves de esta nueva economía del bienestar? Aquí algunas que surgen de El futuro del bienestar.
Así como en la década pasada “el software se comió al mundo”, muchos creen que llegó el turno de “las ciencias de la vida”, en una bio-revolución que va más allá de la salud y terminará impactando en otras industrias como la alimentación, la energía y hasta infraestructura.
Según un estudio de McKinsey y el Boston Consulting Group, hasta un 60% de los insumos y productos que hoy se fabrican pueden tener a futuro sus materiales sintetizados en un laboratorio, por lo cual el mercado que se abre también es de billones (millones de billones) de dólares.
“Las grandes empresas de tecnología abrieron departamentos específicos sobre este tema, hay fondos de inversión especializados y florecen las startups vinculadas con well tech (tecnología del bienestar) age tech (tecnología para adultos) y sex tech, entre otros. Algunos economistas ya estiman que este sector ampliado -que incluye al sector salud tradicional- es un tercio del PBI global y en ascenso por el envejecimiento poblacional”, asegura Campanario en su libro.
Con la epidemia de los últimos tres años, las grandes historias de innovación estuvieron asociadas al sector de la salud (la rapidez inédita con la que se fabricaron y distribuyeron vacunas, la disrupción que implicó la tecnología de ARN mensajero de Pfizer y Moderna, etc). Todo el mundo tuvo un amigo o familiar que la pasó mal con el Covid, y eso hizo que se tome más conciencia de fragilidad de la condición humana, lo que trajo aparejado una nueva valoración del bienestar.
“El cuerpo humano es un sistema complejo, al igual que la sociedad, lleno de nodos y conexiones. La complejidad nos habla de la imposibilidad de predecir y de entender que no se puede arreglar una parte del sistema sin afectar el todo, sino que hay que aprender a ‘bailar con el problema’”. cuenta El futuro del bienestar.
Sólo la industria del sueño (anillos y otros dispositivos para medir cuán bien dormimos, colchones personalizados y hasta helados para descansar mejor) ya mueve unos US$500 millones al año, en un momento en el que el descanso libra una batalla en todos los frentes contra la tecnología. “Una forma de contar la historia de los últimos cien años es la de una batalla que vamos perdiendo contra los enemigos del sueño: el estrés laboral, la proliferación de pantallas y contenidos”, explica Campanario.
Otro tema que se coló en la nueva agenda es el sexo que dejó de ser un mercado triple X asociado sólo a la pornografía y entró en la avenida principal del bienestar, con todo lo que implicó la cuarentena en términos de soledad y distanciamiento.
Campanario habla de una masificación de la agenda sexual sin el foco más sesgado que tuvo habitualmente la industria del porno. “Aquí entra de lleno el diseño desde la mirada, valores e intereses de las mujeres y también la “revolución senior”, donde se combinan las iniciativas de sex tech con las de age tech, ya ambas de por sí con crecimiento anual de dos dígitos, y cuya intersección es directamente explosiva”, explica el autor.
Productos que hasta hace poco eran consideradas drogas adictivas y peligrosas (cannabis, psicodélicos) ahora suman cada semana nuevas autorizaciones de gobiernos (en Estados Unidos y Europa) para ser utilizados en el campo de la salud mental. Y ya mueven un mercado multimillonario. Según el World Economic Forum, los desafíos de salud mental ya son la principal causa de ausentismo de empleados, por encima de problemas físicos, y costarán a la economía global más de 10 billones de dólares en 2030.
“Un capítulo aparte de esta historia es la relación entre las drogas de ‘manifestación de la mente’ -un concepto presente en la etimología de la palabra ‘psicodélico’- y el mundo de la innovación. La movida entró en las empresas de tecnología de la costa oeste de los Estados Unidos muchos antes de que la zona se bautizara como Silicon Valley, en 1971. Buena parte del romance actual del universo emprendedor y de startups con el fenómeno tiene que ver con este vínculo que lleva más de cincuenta años y que continúa en ámbitos subterráneos aun después de la prohibición”, cuenta Campanario.
Al contrario que otras tecnologías que son más capital intensivas (inteligencia artificial, computación cuántica, etc), la biotecnología depende en forma crítica del talento humano, un terreno en el que la Argentina no corre tan de atrás.
El país tiene el récord de premios Nobel en ciencias de la vida para América latina y el científico local que probablemente haya agregado más riqueza al PBI planetario fue Cesar Milstein, con sus investigaciones que dieron origen a los monoclonales, lo que da cuenta del potencial local.
“La Argentina cuenta con biólogas y biólogos de primera línea y por lo tanto tiene más chance de lograr resultados en avenidas más intensivas en recursos humanos calificados para aprovechar, por ejemplo, el potencial del Crispr (una herramienta de edición genética) que se puede montar por unos miles de dólares con herramientas compradas online”, asegura Campanario.
El ex base de la generación dorada del básquet argentino Juan Ignacio “Pepe” Sanchez es un fanático de la nueva ciencia de hábitos para lograr una vida más saludable. Cuenta cómo, al igual que sucede con una inversión financiera, los hábitos saludables tienen “Interés compuesto” (cuanto antes se empiece, mejor) o cómo a veces nos inmovilizamos por una falacia de pensamiento binario: o somos super-atletas o somos un desastre, cuando en realidad cualquier gota de conducta saludable suma y es muy valorable.
En El futuro del bienestar, Campanario cita a diferentes especialistas que destacan la necesidad de que las costumbres más saludables entren en “piloto automático”. “Una recomendación para que los hábitos de bienestar entren en el círculo del piloto automático es agrupar una costumbre satisfactoria que ya tenemos con una queremos incorporar. Por ejemplo, ver un capítulo de una serie mientras corremos en una cinta”.
En su libro anterior, Revolución Senior (2019), Campanario hablaba sobre las consecuencias multidimensionales de una pirámide demográfica inédita para la historia de la humanidad, que en una década tendrá un tercio de su población por encima de los 60 años. En la Argentina se estima que actualmente hay siete millones de personas mayores de 60 años, de las cuales por su distinta longevidad, el 57% corresponde a mujeres y el 42% a varones.
Esta nueva demografía también le da un mayor protagonismo a la búsqueda de técnicas y estrategias novedosas para sentirnos mejor. En El futuro del bienestar, el autor introduce conceptos como “agnosticismo etario”, es decir crear soluciones que incluyan a los más de 60 años, pero que sean útiles para todos los segmentos, tomando en cuenta algunos datos.
Si bien la ciencia aún no pudo lograr avances para romper el récord de 122 años de vida (lo tiene una ciudadana francesa), la novedad es que hay mucha más gente de 80, 90 o más años con una plenitud física y cognitiva que hasta no hace mucho duraba diez o veinte años menos. Hoy hay decenas de startups dedicadas a atacar el problema del envejecimiento. Vivir más décadas dejó de ser una conversación entre científicos excéntricos y pasó a formar parte de una frontera alcanzable en el mediano plazo.
Esta extensión de la vida no está asociada, obligatoriamente, a una etapa pasiva. En El futuro del bienestar, Campanario se encarga de echar por tierra algunos mitos como que los adultos mayores constituyen el target laboral más amenazado por los avances tecnológicos. “No es cierto que los adultos sean una categoría con mayor riesgo de ser reemplazados por robots y tecnología. El riesgo está distribuido en forma pareja en todas las edades”, asegura.
El bienestar es un territorio que abarca una multiplicidad de dimensiones, y por lo tanto lo más interesante surge cuando se cruzan los saberes médicos con los de salud mental, las nuevas terapias, la complejidad, el emprendedorismo y hasta la creatividad y el cambio climático.
“En la agenda del bienestar , el rompecabezas debe ser abordado por médicos, biólogos, químicos, deportólogos, guías de psicodelia, entrenadores, expertos en baños de bosques, sexólogos y mil profesiones más”, explica el autor.
Campanario además cita a Fernando Zerboni, profesor de la Universidad de San Andrés, acerca del carácter multidisciplinario que implican los nuevos desafíos. “La clave es entender que el nivel de complejidad del problema que estamos viviendo es tan gran que no hay persona o experto en el mundo que pueda entenderlo o modelarlo”, explica el especialista.
Cuando se proyectan el futuro a diez años, la tentación siempre es quedarse con lo que va a cambiar y soslayar a lo que permanecerá en el tiempo. “En la economía del comportamiento hay un error bautizado como sesgo pro innovación, que consiste en un exceso de foco en lo que cambia, además valorarlo en forma positiva, y una subestimación de aquello que sigue igual, con tinte negativo. Uno de los que suelen remarcarlo es Jeff Bezos. Cuando le preguntan por sus pronósticos de aquí a diez años, prefiere centrarse en lo que va permanecer inalterado para orientar ahí su modelo de negocios. En el caso de Amazon, Bezos cree que ‘la gente va a seguir queriendo las cosas cada vez más rápido y eso no se modificará’. ¿Con qué tecnología lo logrará? Eso se verá, y tiene el mejor equipo para determinarlo”.
Más allá de los pronósticos de Bezos, Campanario asegura que en la agenda de bienestar, lo que no va a cambiar es la necesidad y la búsqueda de estrategias, trucos y técnicas para sentirnos mejor.