Por Héctor González
Escultura social, es el nombre de la nueva muestra de Pedro Reyes (Ciudad de México, 1972). Por invitación de Taiyana Pimentel y con la curaduría de Julieta González, el montaje que a partir de este 11 de marzo se puede ver en el MARCO, de Monterrey, ofrece un recorrido a través de los últimos 25 años del artista.
La muestra incluye piezas como Palas por pistolas, para la cual fundió mil 527 armas, Disarm, creada con cajas de música construidas con armas Beretta, y Tlacuilo, un sistema de activación de bibliotecas que le permitirá al público acceder a libros y discos LP del Centro de Documentación del MARCO a través del préstamo.
“Para mí, la escultura consiste darle forma a la materia”, apunta Pedro Reyes, en entrevista. A unos meses de que el gobierno de la CDMX cancelara la instalación de su obra Tlalli en sustitución del monumento a Cristóbal Colón, el artista ve ese episodio como parte de un proceso de entrenamiento y concluye que “todo fracaso implica conocimiento”.
.¿Cómo surge la exposición?
La muestra nace a partir de la invitación de Taiyana Pimentel y contó con la curaduría de Julieta González. Forma parte de una serie de revisiones que está haciendo el MARCO a los artistas de mi generación y abarca tal vez los últimos veinte años de mi carrera, pero con un énfasis en lo que da título Escultura social.
Hay piezas y trabajos que hablan del desarme y contextos bélicos. ¿Cómo dialoga tu obra con lo que el momento que hoy vivimos?
Es interesante. Comencé a trabajar el tema del desarme con la pieza Palas por pistolas, que nació de una campaña de donación voluntaria de armas de fuego que organicé un Culiacán. Juntamos mil quinientas pistolas y las convertimos en mil quinientas palas con las que hasta ahora hemos plantado casi tres mil árboles. Ese es un ejemplo de escultura social. Para mí, la escultura consiste darle forma a la materia y el hecho de convertir armas en palas ayudó a incidir en la realidad. La escultura social invita a las personas a ser parte del proceso escultórico, a ser un agente de vida en lugar de un agente de muerte.
¿Crees en que el artista tenga un compromiso social?
Cuando un artista habla de compromiso lo primero que le dicen es que es ingenuo, naif o idealista. Uno nunca podrá producir todo el cambio que desea y menos solo, pero sí puedes empezar algo. Hace tres años empezamos, junto con otros artistas en el esfuerzo colectivo Amnesia Atómica, a reflexionar sobre el desarme nuclear. En 2020 presentamos un performance en la Plaza de las Tres Culturas y nos preguntaron a qué venía eso, hoy en cambio es un tema urgente. Necesitamos encontrar la forma de eliminar los arsenales nucleares. México ha tenido un rol importante en el desarme nuclear gracias al Tratado de Tlatelolco en 1967 y mucha gente no sabe que el mexicano Alfonso García Robles, ganador del Nobel de la Paz, lo impulsó.
¿De qué manera insertas tu obra en la realidad mexicana?
Desgraciadamente, la violencia es un tema inacabado. Por nuestra proximidad con los Estados Unidos, donde hay más de cuatro mil puntos de venta de armas de alto poder en la frontera, es factible hablar de un problema sistémico. Durante la crisis en Ucrania los grandes ganadores han sido los fabricantes de armas, cuyas acciones se han triplicado. La violencia comienza en la fábrica donde se hacen las armas, no en la mano de quien aprieta el gatillo.
¿Cómo crees que está dialogando el arte con la violencia en México?
Es limitado lo que se puede hacer desde la cultura, pero eso no significa que no puedas aportar nada. Tampoco creo que el arte deba tener un uso, parte de la belleza del arte está en que es inútil. Sería muy aburrido escuchar nada más canciones de protesta, pero si uno quiere poner el arte al servicio de una causa, está bien. Así lo han hecho muralistas o cineastas. Por otro lado, hay mucha cultura que usa de manera gratuita a la violencia.
Una sección de la exposición es Teatro e ideología, ambos temas tocan también la realidad mexicana.
En esa sección tengo dos protagonistas. Carlos Marx y Adam Smith, cada uno tiene relación con el capitalismo o con el socialismo. Introduzco también a Noam Chomsky, Donald Trump, Elon Musk o Steve Jobs, el teatro te permite crear un espacio estético e imaginario. El arte es también un método de estudio y la comedia, una forma de resolver, aunque sea por medio de la risa, la tensión ideológica. Creo en el humor como un mecanismo pedagógico.
Hablas del humor, estuviste involucrado en una polémica por tu escultura Tlalli, que en principio sustituiría el monumento a Colón y posteriormente fue cancelada. ¿Hoy ves ese episodio con humor?
La escultura pública es un deporte extremo y el espacio público siempre causará controversia. Lo sucedido en la ciudad de México fue un entrenamiento, para mí el fracaso implica conocimiento. Uno debe aprender y eso fue parte de un aprendizaje que inspira a seguir y no me desanima.