La galería N-24 abrió sus puertas el 16 de octubre de 2019, días después de las violentas protestas que arrasaron Quito. En medio de un agitado clima político, el espacio, ubicado en el afamado barrio capitalino La Floresta, llevó a cabo sus primeras exposiciones. Meses más tarde, cuando la situación en la ciudad parecía estabilizarse, la pandemia de COVID-19 arribó.
Dos años después, José ‘Pepe’ Avilés, director del espacio, recuerda cómo fue llevar a cabo un proyecto artístico en medio de la cuarentena, y qué le espera a la galería tras la reducción de las medidas de restricción, anunciadas para el segundo trimestre del año.
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Ustedes abrieron sus puertas en lo que muchos llamarían el peor momento posible. ¿Cómo sobrevivieron?
La verdad es que nunca cerramos del todo. Luego de tres meses de cuarentena, nos dimos cuenta de que no había restricciones claras para las galerías de arte, y decidimos reabrir y hacer muestras presenciales dentro de las pocas horas que era posible salir.
¿Y el público venía?
¡Sí! Quizás suena extraño, pero la gente venía. Al principio de uno en uno o en grupos pequeños, pero creo que era un alivio tener un sitio a donde ir, algo que hacer para distraerse, y qué mejor que ver una muestra, que perderse en el arte.
¿Hubo venta de arte en pandemia?
Sí. A nosotros nos fue bien. Los compradores eran principalmente gente joven.
Entonces quienes dicen que la venta de arte está muerta se equivocan…
Sí, totalmente. Ahora, la cuestión es que el coleccionismo ya no tiene de centro a Quito. El arte se ha polarizado hacia Guayaquil y Cuenca. Quito ya no es lo que era en los años setenta u ochenta. Es más bien una ciudad complicada, porque vive en este mundo de la burocracia y de una economía más baja que está basada a través del Estado. Quizás por eso es que el coleccionismo, especialmente el joven, ha cambiado de lugar, ahora se concentra sobre todo en Guayaquil.
¿Qué opina de quienes dicen que las galerías están alejadas de la realidad de los artistas?
Es una pregunta difícil. Primero que nada, en Quito hay solo tres o cuatro galerías de arte y cada una tiene una especialidad. El arte contemporáneo es complejo, no es un arte popular. Es un arte que pone en tela de duda los dogmas, que cuestiona la sociedad, la política y que te hace pensar. Eso no siempre es del agrado de todos, pero no creo que eso aleja a las galerías de la realidad de los artistas, empezando por el hecho de que gran parte de nuestro público es joven.
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¿A qué cree que se debe esa impresión generalizada?
A que damos cabida a arte que no es solo tradicional, lo que incluye instalaciones o performances, y a que tratamos de romper con esta idea de que, en Ecuador, arte es solo pintura y escultura. También las mostramos, pero no nos concentramos solo en eso.
EL FUTURO
Una vez que se levanten las restricciones, como se ha anunciado para el siguiente trimestre del año, ¿qué planes hay para la galería? ¿Seguirá igual?
No. Tenemos varios planes que incluyen, sobre todo, la interacción con el público y que hemos evitado por la pandemia. Lo primero que está en la lista son talleres y conversatorios.
El choque inevitable entre dos extremos
¿Ya hay fechas definidas?
Aún no hay fechas definidas, pero sí temas. Empezaremos con uno sobre la venta de arte digital, que es el futuro y es un tema del que no hay mucha información en el país. Se compra arte que es netamente virtual, que no existe en formato físico, es algo que está ganando cabida y de lo que sabemos muy poco, así que queremos ahondar en ese tema.
¿Qué otros planes hay para la presencialidad?
También tenemos un proyecto editorial en proceso con el que estamos muy emocionados y del que iremos anunciando detalles más adelante.