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Uno de los peligros menos conocidos de la mala alimentación es la inflamación. Cuando en España empezamos una dieta, lo hacemos para perder peso, para mejorar nuestra forma física o porque nos lo impone el médico. Sin embargo, no adquirimos conciencia sobre qué alimentos hacen que nuestro cuerpo se hinche y permanezca en un estado en el que es más fácil que aparezcan enfermedades —desde las cardiovasculares hasta, incluso, las oncológicas—.
Por ejemplo, tal y como explica Miguel Ángel Martínez-González en su libro Salud a ciencia cierta (Planeta, 2018), la inflamación es la causa desconocida tras los infartos. Siempre se ha pensado que se producían porque las placas de colesterol de las paredes de las arterias van aumentando hasta que las taponan. El experto aclara que, en realidad, se producen cuando una placa se desprende de manera abrupta. La inflamación de la placa es lo que desencadena este accidente.
Tal y como se explica en este artículo de EL ESPAÑOL, la inflamación se puede dar de manera leve, pero crónica. Esto se debería al consumo de alimentos insanos y llegar a dicho punto redunda en un mayor riesgo de sufrir enfermedades. “Esta inflamación crónica se asocia con un mayor riesgo de obesidad, enfermedad cardíaca, accidentes cerebrovasculares, cáncer y otros tipos de afección crónica”. A continuación, cuatro alimentos que hinchan tu cuerpo sin que te des cuenta.
Los ultraprocesados
Miguel Ángel Martínez-González sitúa a las grasas trans y a las grasas saturadas como los componentes de una dieta que más nos inflaman. Estas sustancias están especialmente presentes en los ultraprocesados, alimentos industriales entre los que se encuentra la comida basura, precocinada, los refrescos o la bollería industrial. Los ultraprocesados, además, se caracterizan por llevar también azúcares y aditivos.
Todo ello se emplea para mejorar el sabor y la textura de los alimentos, pero muchos de ellos pasan de ser saludables a malsanos. Por ejemplo, el tomate es una fruta saludable con un buen aporte de vitaminas y fibra, pero la salsa de tomate industrial contiene grasas refinadas, azúcares y exceso de sal. Una dieta basada en estos alimentos muy populares en el supermercado tiene un efecto devastador en los tejidos intestinales.
La carne roja
El tema de la carne roja y sus efectos en el entorno y la salud ha entrado con fuerza en el debate público. Sin embargo, con la evidencia de estudios científicos en la mano, las autoridades sanitarias han pedido que reduzcamos el contenido de carne roja en nuestra alimentación. Las dietas en las que está muy presente se relacionan con una mayor incidencia de enfermedades cardiovasculares e, incluso, oncológicas.
Sin duda, la inflamación del cuerpo es uno de los grandes mecanismos a través de los cuales la carne roja provoca estos males. Es cierto que esta carne es una importante fuente de proteínas, pero, junto a ellas, aporta un alto contenido de grasas saturadas al organismo. Esto no pasa con otras grandes fuentes de proteínas como son los pescados, los huevos y, sobre todo, con las legumbres, que, además, tienen una alta proporción de fibra.
Las patatas fritas
En cualquier hogar o restaurante las patatas fritas son la guarnición por excelencia. Aunque sabemos que no son buenas para nuestra salud, pocas veces somos capaces de resistirnos a ellas. De todas formas, en los últimos años la patata se ha convertido en uno de los grandes enemigos de la alimentación saludable. La Universidad de Harvard advirtió que no podemos considerarla como una verdura.
Esto es cierto, pero podemos comer patata en nuestra dieta si la cocinamos al vapor o al horno. Las que se fríen en aceite son otro cantar: absorben una gran cantidad de aceite que multiplica su valor energético exponencialmente. Además, en muchas ocasiones compramos patatas fritas de bolsa —es decir, ultraprocesadas— en las que se emplean grasas de peor calidad y el contenido de sal es muy elevado.
El pan blanco
Por último, otro de los alimentos responsables de la inflamación crónica es el pan blanco. Por desgracia, en España nos hemos acostumbrado a elegir el pan blanco por encima del integral, que tiene un mejor perfil de nutrientes. El pan blanco se elabora, principalmente, con harinas que han sido refinadas, es decir, a las que se le ha quitado el salvado y, por tanto, una gran proporción de fibra.
Las harinas refinadas están formadas por carbohidratos que se transforman rápidamente en azúcares al entrar en el organismo. Por esta razón, sus efectos contra la salud se parecen a los que genera el exceso de azúcar. Aunque los más famosos son el sobrepeso y el mayor riesgo de diabetes, el abuso del azúcar en la dieta diaria también se relaciona con la inflamación del tejido intestinal.