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Quito (AFP) – Un cuerpo descabezado con dinamita, dos más maniatados y suspendidos de un puente, y todo en intervalo de días y con la impronta cruel del narcotráfico: la violencia de la mafia estalló en las narices del otrora pacífico Ecuador.
Atribuidos a peleas entre bandas dedicadas al lucrativo negocio de las drogas, ambos crímenes evocaron los crueles métodos del narco mexicano, que según el gobierno infiltró a este país de 17,7 millones de habitantes.
“La crueldad es algo que es nuevo, cualitativamente distinto porque no es solo un tema de números”, dijo a la AFP Daniel Pontón, decano de la Escuela de Seguridad y Defensa del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN).
En efecto, al aumento de los homicidios se sumó la brutalidad de los asesinos.
En el puerto de Guayaquil (suroeste), cuyas cárceles se convirtieron en campo de guerra con centenares de muertos al año, el crimen organizado envía nuevos mensajes de terror.
El 20 de febrero el cuerpo de un hombre de 21 años fue arrojado desde un vehículo antes de que su cabeza volara por los aires. Seis días antes en Durán, una localidad contigua a Guayaquil, aparecieron los cuerpos de dos hombres atados a la misma cuerda y suspendidos de un puente peatonal.
A pesar de su vecindad con Colombia y Perú, los mayores productores mundiales de cocaína, Ecuador había logrado esquivar la violencia de las mafias si bien ya lidiaba con el ingreso de los inagotables recursos del negocio a su economía dolarizada.
“El narcotráfico ha ganado espacio en la sociedad ecuatoriana”, reconoció el presidente conservador Guillermo Lasso, impresionado con la crueldad de los últimos crímenes.
Cambio de rol
En enero y febrero 468 personas fueron asesinadas, 277 más que el mismo período de 2021, cuando recrudeció la violencia en las cárceles con más de 320 reos muertos, algunos de ellos desmembrados y quemados.
El país cerró el año pasado con una tasa de 14 asesinatos por cada 100.000 personas, casi el doble que en 2020.
A la par con la violencia aumenta la persecución al narcotráfico. En lo que va del año han sido decomisadas 37 toneladas de droga, en su gran mayoría de cocaína. A ese ritmo el país superaría el récord de 210 toneladas incautadas de 2021.
De ser un país de paso o almacenamiento de droga, hoy Ecuador enfrenta el tráfico a gran escala a través de sus puertos sobre el Pacífico y la venta al menudeo de cocaína y derivados en un creciente mercado interno.
Ecuador jugaba más un rol “logístico que territorial” en las actividades del narco, y lo de la “violencia en sí tiene que ver con la implantación sistemática de lógicas de mafias delincuenciales a nivel de territorio, cosa que no habíamos visto” aquí, señaló el analista Pontón.
Para Renato Rivera, investigador de la Red Latinoamericana de Análisis de Seguridad y Delincuencia Organizada (Relasedor), la violencia se concentra principalmente en puertos. Cuando hay incautaciones los traficantes incumplen con acuerdos de entrega de droga, y eso lo cobran y lo pagan con sangre.
Así, mediante el ajuste de cuentas, las bandas hacen saber que hubo un incumplimiento y mandan un “mensaje de amedrentamiento a las organizaciones que están disputándose esas rutas”, comentó Rivera a la AFP.
Una bomba de tiempo
Pontón critica al gobierno por enfocar sus esfuerzos solo en las incautaciones. “No se valora cuáles son los efectos negativos de esa lucha”, indicó.
En su opinión, hay un deterioro evidente en la seguridad y la convivencia social, sobre todo en Guayaquil, lo que hace que “la violencia sea una especie de bomba de tiempo acumulativa y creciente”.
Para él, la impunidad en la que quedan los asesinatos abona el terreno para la criminalidad.
“El problema de Ecuador ahorita es que la capacidad de respuesta del Estado está totalmente debilitada en las áreas que son claves: inteligencia, investigación criminal, control de armas y básicamente lo que es la parte social en territorio”, remató.
En eso coincidió Rivera, quien sostuvo que Ecuador se volvió tierra fértil para el narco por su economía en dólares que facilita el lavado de dinero e instituciones y legislaciones débiles.
“El crimen organizado no puede vivir sin corrupción. Si llegas a un acuerdo con autoridades puedes fácilmente lavar dinero, pasar droga”, apuntó.
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