El fútbol, amado y odiado por muchos. A unos les quita la vida y a otros se la da. Si le preguntas a un niño qué quiere ser de mayor, muchos te dirán que futbolista. ‘Quiero meter muchos goles, como Messi o Cristiano’ pero, ¿y pararlos? ¿Alguno quiere pararlos? Afortunadamente el tiempo va borrando esa frase de ‘la soledad del portero’ gracias, entre otros, al riojano Edgar Jiménez, quien, pese a su juventud, trabaja día a día para darle al guardameta el lugar que merece, un jugador más que no solo para y saca el balón lo más largo posible.
Cuando era un niño, Edgar jugaba al futbol, sí, y lo hacía de portero. “Me encantaba y además entrenaba a varios equipos de fútbol base”. Pero llegó un día en el que su cabeza hizo ‘clic’ y quiso unir su pasión por este deporte y la didáctica. “Me di cuenta de que lo que realmente quería era dedicarme a ello profesionalmente y me planteé sacarme las titulaciones de entrenador”. Y así comienza a tejerse un sueño bajo palos.
Primera parada, Vitoria y la Federación Alavesa de Fútbol. Ahí llevó a cabo el curso de entrenador, “porque en la Riojana en ese momento no pude hacerlo”. Un pasito más allá, Madrid. “Allí hice el curso nacional de porteros y posteriormente un año extra para la licencia UEFA”. No fue fácil, pero ¿qué es fácil en la vida? Sin embargo, “siempre he sido una persona a la que si le apasiona algo va a por ello y aunque cueste, no cejo en el intento”. Y gracias a esta constancia, una vez formado, llegó la oportunidad en el primer equipo de la SD Logroñes. “Ya trabajaba en el fútbol base del club y ascendí al primer equipo después de dos temporadas en su fútbol base” y entonces sonó el teléfono.
Tras su formación en Madrid en entrenamientos de porteros y dirección deportiva, surgió la oportunidad de ir al extranjero, más concretamente e la India. “Siempre he sido muy ‘echado’ para adelante, pero eso eran otras palabras. Me iba a una ciudad de treinta millones de habitantes y ni siquiera a un primera división, sino al fútbol base, pero había que ser valiente. No pensé, solo actué y aposté por el bien de mi carrera”. A partir de ahí todo fue rodado. De India pasó a China, -bueno, Shanghai solo tiene 24 millones de habitantes-, y de ahí a Irlanda. “Eso fue como volver a casa”.
Y de nuevo, otra oportunidad. Esta vez era Borja Jiménez, entrenador que firmó con el Club Deportivo Izarra “y me comentó la posibilidad de trabajar con él y el equipo como entrenador de porteros. Estaba a media hora de casa y era una forma de volver y trabajar de manera profesional, porque allí, de manera humilde, pero ya tenía un contrato profesional”. Fueron cuatro años que Edgar compaginó con el fútbol base de Osasuna.
Esta vez la interrupción corrió a cargo de la pandemia. «El coronavirus también afectó, y mucho, al mundo del fútbol. No era fácil encontrar opciones que compensaran económicamente pero un nuevo destino saltaba al campo: Andorra. «Es un país muy pequeño con una liga muy particular. Las instalaciones son muy buenas, peor escasean y los clubes no tienen su propia ciudad deportiva, sino que lo comparten al estilo Pradoviejo aquí en Logroño. Cada domingo jugabas contra un equipo con el que habías estado entrenando. Era increíble. Así no podías ni trabajar las acciones de balón parado, las jugadas de córner, faltas ensayadas… El rival te veía todo». Fueron apenas siete meses pero una experiencia de mucho aprendizaje y adaptación «donde me sentí muy querido».
Al otro lado del charco
Y en diciembre de 2021, un regalo de Navidad anticipado. En esta ocasión, fue el entrenador madrileño Andrés García quien le propuso a Edgar hacer las maletas de nuevo. A nivel profesional era un salto cualitativo y a nivel personal, otro cambio más. Adiós Europa, hola Sudamérica. El balón, en esta vez, rodaría en Ecuador, una de las mejores ligas de Sudamérica y con una gran proyección. «Era una oportunidad muy buena para seguir creciendo en lo mío».
Tan solo lleva dos meses, pero el logroñés ya ha vivido en sus carnes el choque cultural, «aunque el idioma, en esta ocasión, ayuda». En cuanto al fútbol, también diferencias, sobre todo lo relacionado con el tema de los terrenos de juego. «Está en peores condiciones que en Europa e impide la fluidez en el juego y a su vez en concreto en nuestro trabajo en portería solicita de una mayor concentración tanto en juego con los pies como en intervenciones en remates a portería”.
Edgar se encarga de entrenar a los porteros del Orense, un club ubicado en la primera división ecuatoriana que «podría asemejarse a una Segunda División española. La repercusión es alta, hay mucha afición, la televisión nacional sigue los partidos con retransmisiones muy profesionales y la liga está cada vez más profesionalizada y con mejores condiciones. La cosa está así en Ecuador: hay tres o cuatro clubes que luchan por ganar la Liga y jugar la Copa Libertadores, -aquí la Champions- «y nuestro objetivo es quedar entre los ocho primeros para poder acceder a una competición internacional, pero sin ponernos barreras. Los cuatro primeros luchan por la Libertadores y los otros cuatro por la Copa Sudamericana, -la Europa League-«.
Y para conseguir los propósitos, hay que trabajar, pero, ¿cuáles son las claves del éxito de Edgar Jiménez? «Lo más importante es que el portero tenga las herramientas para poder cubrir todas las necesidades que su equipo y el rival le van a exigir tanto con balón como sin él» .El técnico riojano enfoca toda su filosofía en demostrar que el portero es un jugador de campo más que tiene que intervenir en la parte ofensiva. «Antes nos obcecábamos en que el portero tiene que parar, por supuesto, pero también ayudar en otras muchas facetas del juego”.
Todo el cuerpo técnico del Orense trabaja en esta misma línea y apuesta por que el portero juegue mucho con los pies, que sea muy participativo con el equipo y que intervenga en el juego. «Un guardameta que ha entrenado con nosostros no se limita a parar, sino que también crea situaciones favorables para nuestra línea defensiva, sacando el balón desde atrás e interviniendo en cualquier faceta», explica Edgar.
De momento las cosas están marchando muy bien para este treintañero que no se limita a despejar balones, sino que los bloca y sigue jugando. ¿Y España, para cuándo? Es más, ¿La Rioja, para cuándo? «Ojalá volver a casa, pero en este mundo nunca se sabe. El fútbol riojano está en crecimiento y ojalá se dé algún día la oportunidad de volver a trabajar en él”. Por eso, su mayor deseo es que al deporte rey de la región le vaya muy bien, no solo porque adora su tierra, sino porque le encantaría volver para ser, precisamente, profeta en su tierra.
Privilegiado por dedicarse a lo que le apasiona, pero también merecido por el duro trabajo que ha llevado a cabo desde que tenía 17 años. A partir de ahora, los aficionados riojanos mirarán de reojo la liga ecuatoriana y quién sabe, quizás en unos años, «vuelva a casa para echar raíces».