Opinar es externar lo que se piensa sobre determinado tema; tenga coherencia, razón, prudencia o ninguna de las anteriores. Y es que todo es susceptible de opinión, o casi, porque algunos temas son emergentes, otros permanentes y casi todos desechables. Además, es poquito más difícil opinar sobre lo que no se conoce, pero no es limitante; mejor opinar sobre lo que hay, la tendencia. Los trending topics se inventaron para los que por algún motivo andan careciendo de temas para opinar.
Todos tienen su verdad individual, o más o menos, porque no siempre es necesario que sea tan verdad ni tan individual. Afortunadamente, hay muchas fuentes, porque no es conveniente andar por el mundo sin opinar algo sobre él, hay que informarse e informar, para eso está Tiktok, Facebook, Youtube o Twitter, ya de perdido la tele, radio o mínimo un periódico, donde hay “lideres opinión” que son esos entes que parecen oler bien y que ya se convencieron de ejercer razón, verdad y en el intento convencieron a otros.
No es necesario saber por qué se opina algo y no otro, basta hacerlo con suficiente seguridad y un poquito de coherencia, aunque sea falaz. Convencer es contagiar opinión, argumentar o callar para que se la crea el otro porque, como en las encuestas, mientras más opinen lo mismo, mejor; así hasta surge el argumento democrático: las decisiones de las mayorías no pueden equivocarse, o algo así, porque la realidad es ese popular acuerdo, aunque las minorías sigan diciendo que hay otras realidades y tengan su propias y medio feas versiones.
Es esencial sentirse del lado correcto, porque exhibir la ignorancia tampoco es tan popular, porque opinar es creer que, por algún motivo, los demás se enteraron mal y tarde de lo que sabe el que opina. Por fortuna, la opinión es intercambiable, pero nomás tantito porque cambiarla mucho es de radicales. La opinión se va formando con el contexto: familia, amigos, medios y hasta educación, con lo que hay, en una de esas y el opinante se hace experto en cierto tema y entonces podrá reservarse su opinión.
Porque para opinar sólo hace falta saber que es un derecho, obligación no, porque como que la coacción medio la sesga; la opinión es voluntaria o debería, porque hay que preocuparse por los temas de la actualidad, ser ciudadano, inmiscuirse en asuntos comunitarios, participar, informarse y, por supuesto opinar, de perdido nomás lo último, ser medio ciudadano, porque el día dura demasiado poco y hay mucho en que pensar. El tiempo para opinar es el que no es necesario para cualquier otra actividad.
Hay lugares de opinión, espacios para la difusión de posturas, aunque irónicamente los opinantes terminen por juntarse con los que opinan igual, sus pares, reproducciones mentales de ellos mismos, que de tanto que compartieron opiniones crearon creencias, acuerdos místicos de una realidad colonizable, flexible y acorde a las necesidades de sus uniformados integrantes; clubes de ciencia, de arte o religión, grupos de apoyo, sociedades secretas o instituciones solemnes; la verdad, al parecer, requiere de pompa y cuórum.
Ante la duda, hay que debatir. Montar un espectáculo de confrontación, mejor si es por turnos, temas y bien organizado; contraponer puntos de vista, argumentar, comparar y convencer. Hay que aprender a hablar en público, ser elocuente, dar discursos con expresión corporal, mover las manos y dirigir tonalidades, hay que creer que lo que se dice es lo que es; porque debatir es competir por la razón exclusiva, es vender convencimiento, pero casi gratuitamente.
De tal modo que todo resulta susceptible de opinión, porque es un derecho y hay donde ejercerlo, porque hay con quien y a veces hasta cuándos. Basta con medio informarse de lo que anda ocurriendo tras dar unos cuantos clics, tras deslizar un dedo, o quizás tras preguntar o ya mínimo sacar conjeturas aventuradas de alguna conversación ajena, basta con leer encabezados o escuchar a los que opinan, a los que saben, basta integrarse a algún ismo, uno bueno porque para todos hay.
En el río de opiniones nunca se sale igual que cómo se entra, algo se impregna, algo cambia más allá de lo bueno y de lo malo; luego ahí anda la gente un domingo muy contenta, sintiendo tener un poquito de acceso a la razón, soñándola; pensando que tiene algo que opinar aunque sea breve y referente a cómo se opina, intentando escribir una columna en un diario, imaginando que mucha gente encuentra, comparte y con mucha suerte lee, hasta el punto final del último párrafo después de un muy rinconero gracias.