En las últimas dos décadas, el mundo ha experimentado un número considerable de brotes de enfermedades por infecciones virales, como la fiebre amarilla, el dengue, el ébola, el zika, el síndrome respiratorio agudo severo (SARS), el síndrome respiratorio del Medio Oriente y el novedoso síndrome respiratorio agudo severo en curso SARS-CoV-2. Esta pandemia ha puesto de manifiesto lo disruptivos que pueden ser los brotes sostenidos de enfermedades infecciosas en la sociedad. Dada la imprevisibilidad de cuándo surgirá la próxima pandemia, fortalecer la capacidad para responder rápidamente a cualquier amenaza de enfermedad infecciosa es una prioridad mundial.
En lo que puede ser uno de los logros más impresionantes de la medicina moderna, se desarrollaron múltiples vacunas efectivas contra el SARS-CoV-2 en menos de 12 meses después del brote inicial. A partir de febrero de 2022, diez vacunas contra la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19) están aprobadas para autorización de uso completo o de emergencia por parte de la Organización Mundial de la Salud. Estas vacunas aprobadas abarcan cuatro plataformas de vacunas distintas, lo que proporciona una capa adicional de diversidad en las posibles respuestas.
Un grupo de científicos de la Unidad de Investigación de Patología Avanzada del Departamento de Patología y Laboratorio Médico de la Universidad de Emory en Atlanta, acaba de publicar en la revista científica Nature un amplio análisis sobre cómo comprender la heterogeneidad de las respuestas a las vacunas.
Las vacunas Moderna y Pfizer-BioNTech utilizan ARNm para producir antígenos tras la vacunación. Las vacunas de Johnson & Johnson y AstraZeneca utilizan distintos vectores adenovirales incompetentes para la replicación para administrar el antígeno. Las plataformas Sinopharm y Sinovac-CoronaVac utilizan virus inactivado con β-propiolactona para promover la inmunogenicidad. Las plataformas basadas en subunidades de proteínas se encuentran en etapas avanzadas de desarrollo, con una aprobada para autorización de uso de emergencia en Indonesia (Novavax 8). Las vacunas aprobadas tienen tasas de eficacia de ~50 a 95 %, y Moderna y Pfizer exhiben las tasas más altas de eficacia a corto plazo.
Jeffrey Tomalka, especialista de la Universidad y primer autor de la investigación, explicó que “aunque nuestra comprensión del papel del microbioma y el metaboloma en la modulación de la función inmunitaria y la respuesta a la vacuna ha mejorado sustancialmente en los últimos años, estos hallazgos aún no se han traducido al entorno clínico para mejorar las modalidades de vacunas. Con una comprensión más profunda de la multitud de factores que contribuyen a determinar la eficacia de las vacunas a nivel individual, se pueden comenzar a diseñar estrategias que mitiguen la heterogeneidad en las respuestas y refuercen la eficacia de las vacunas a nivel poblacional”. Algunas de estas son soluciones claras y potencialmente fáciles, otras lo son menos y requerirán el ingenio combinado de la comunidad de investigación biomédica.
Para los especialistas hay al menos dos cuestiones que podrían priorizarse en el desarrollo de vacunas: comprender por qué las personas mayores y/o inmunodeprimidas a menudo muestran una respuesta deficiente a las vacunas y desentrañar cómo los factores ambientales (incluido el microbioma y sus metabolitos) dan forma a estas respuestas.
Existe evidencia sustancial de que las personas inmunocomprometidas exhiben respuestas disminuidas a la vacuna contra el SARS-CoV-2. Por ejemplo, las personas con enfermedades como la artritis reumatoide y el lupus eritematoso sistémico muestran una menor seroconversión y respuestas de anticuerpos a las vacunas. Esto se debe, al menos en parte, a los efectos del uso de fármacos inmunosupresores.
Los pacientes con cáncer son otro grupo que muestran respuestas vacunales menos efectivas al SARS-CoV-2. Al igual que con las enfermedades autoinmunes, las tasas reducidas de seroconversión y las respuestas de anticuerpos se relacionan comúnmente con el uso de terapias contra el cáncer.
Siguiendo este mismo tema, los pacientes que reciben trasplantes de órganos, que necesitan tomar medicamentos inmunosupresores para prevenir el rechazo, también presentan respuestas de anticuerpos reducidas a la vacunación contra el SARS-CoV-2.
“Los medicamentos inmunosupresores no solo actúan directamente sobre las células T y las células B, sino que también suprimen la actividad de las células inmunitarias innatas, lo que amortigua aún más la inducción de las respuestas de las células T y B -indicó el especialista-. El mayor desafío al que se enfrentan todas estas poblaciones vulnerables es que los tratamientos que reducen la eficacia son necesarios para la calidad de vida y, en muchos casos, para la supervivencia. Simplemente retirar a las personas de estas terapias no es una opción viable”.
Apuntar al sistema inmunitario innato como un medio para mejorar la eficacia de la vacuna contra el SARS-CoV-2 es una vía de investigación prometedora, concluyeron los especialistas. “Dirigirse a las vías innatas conservadas aguas arriba de la inmunidad adaptativa podría resultar una forma eficaz y escalable de generar vacunas mejoradas -continuó Tomalka-. Para definir aún más el impacto complejo de la señalización innata en la inmunidad adaptativa y la eficacia de la vacuna, se necesitan estudios clínicos controlados bien fundamentados de posibles adyuvantes de vacunas”
Según indican en el documento, este tiempo brindó “opciones efectivas, el campo puede darse el lujo de reducir la velocidad y comenzar el arduo trabajo de determinar cómo se comparan los factores ambientales del huésped, los diferentes adyuvantes y las diferentes plataformas de vacunas”. Los esfuerzos recientes para mejorar este tipo de investigación comparativa en vacunas están haciendo avanzar el campo, pero todavía los especialistas consideran que “estamos poniéndonos al día”.
“Si alguna vez queremos lograr el objetivo de una vacuna que proteja a una abrumadora mayoría de la población humana contra las variantes existentes y por surgir, debemos adelantarnos al SARS-CoV-2 en lugar de perseguirlo”, destacó Tomalka.
Los especialistas coinciden en que “si los factores discutidos en esta perspectiva y específicamente su impacto en la inmunidad innata no se tienen en cuenta al evaluar la eficacia de las vacunas, podría generar resultados dispares en el cuidado de la salud que podrían impactar sustancialmente en las poblaciones vulnerables y/o desatendidas”.
Garantizar que se administren vacunas efectivas a todos, independientemente de la edad, las condiciones preexistentes, el sexo biológico, el origen étnico o la ubicación geográfica es la única forma de contener y potencialmente eliminar el SARS-CoV-2. “Estudiar la inmunidad innata como parte de un enfoque holístico que integre todos los componentes que pueden afectar las respuestas de las vacunas es una vía para desarrollar una vacuna más universal y eficaz que ayude a poner fin a esta pandemia mortal”, concluyeron los investigadores.
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