En España somos así. Bueno, no solo aquí. En todo el mundo somos así. Nos gusta comparar. Nos gusta hablar del nuevo tal, del nuevo cual… es una realidad nos guste o no. Somos muy pesados con el tema y ya si me meto a hablar del periodismo deportivo, en el que me incluyo, es complicado ser más cansinos de lo que somos con las comparaciones. Dos regates y el nuevo Pelé. Dos golazos y ojo al nuevo Messi. Tres canastas y ojito que viene el nuevo Gasol. Y como no, un tenista español que pelea y empieza a brillar… el nuevo Rafa Nadal.
No debería ser así, pero lo es y el chico que más presión puede llevarse en ese sentido es sin duda Carlos Alcaraz. El tenista murciano acaba de ganar con solo 18 años su primer ATP 500 y al hacerlo en la tierra batida de Río de Janeiro y encima con una camiseta sin mangas, pues ya saben, la dichosa comparación. Pero es que Carlos Alcaraz no es el nuevo nada. Carlos es Carlos. Alcaraz juega como Alcaraz. No es necesario ponerle la famosa coletilla todo el rato. Porque es todo el rato y en todo momento. Cada vez que el chico respira, le comparan. Llega a una pelota forzada y pasa a su rival, “eso lo hace R….”. Que sí pesados, que sí, que ya lo sabemos. Dejen en paz a Carlos Alcaraz porque el halago de hoy es el palo de mañana, que nos conocemos todos.
Lo bueno es que Carlos Alcaraz está muy bien asesorado. Tiene a un equipo de comunicación que trabaja a la perfección para que no se despiste con tonterías, su familia le mantiene siempre con los pies en el suelo y sobre todo destaca la figura de su entrenador, un Juan Carlos Ferrero que sabe perfectamente lo que es ganar un Grand Slam y lucir el número 1 del mundo. Ferrero sabe eso y conoce lo poco que tardan muchos en subirte a lo más alto para luego apalearte cuando bajas tu rendimiento. Ahí estará la clave de Carlos. En la resistencia a todo lo ficticio que un deportista joven y con un futuro prometedor tiene por delante. ¿A qué me refiero con ficticio? A ganar Grand Slams que todavía no ha ganado. A ganar a jugadores que todavía no ha ganado. A lucir un número en el ranking que todavía no ha lucido. A eso me refiero. A que consiga perseguir cada reto sin olvidarse de las primeras rondas de cada torneo, cosa que muchas promesas han olvidado en su camino hacia grandes títulos.
Pero más allá de que Carlos aguante la presión propia y ajena, quizá vendría bien dejar un poco en paz al chaval con el tema Rafa Nadal. Un rato al menos. Dejen en paz a Carlos y también a Paula Badosa, ya que estamos. Porque a ella también le están dando la ‘turra’ día sí y día también igual que se la dieron a Garbiñe Muguruza. No transformemos el tenis en el nuevo fútbol actual, por ejemplo. Ese fútbol en el que ganar un trofeo de los cuatro en juego es un fracaso si no ganas el más importante. De verdad, no lo hagamos. Ya hemos fastidiado uno, mejor no fastidiemos dos. Carlos es Carlos y al único que tiene que igualar es al Alcaraz que él mismo se imagine, no al que quieren los demás. Paula es Paula y la única a la que tiene que igualar es a la Badosa que ella quiera ser. Los dos no están para tapar el hueco de nadie o para hacer que el aficionado que solo ve un deporte cuando los suyos ganan, se quede. Si solo les gusta eso y cuando Rafa se retire se quieren ir, besis y suerte.
Ojalá Carlos y Paula aguanten todas estas comparativas porque me temo que no van a parar nunca. Ahora bien, si consiguen dejar eso de lado y ponerse de únicos rivales a ellos mismos, nos lo vamos a pasar rematadamente bien. Igual que nos lo hemos pasado y nos lo pasamos, aparte de con el gigante Nadal, con Roberto Bautista que acaba de ganar en Doha. Con Garbiñe que tiene dos Grand Slams y ganó hace nada la Copa de Maestras. Con Carreño que entre otras muchas cosas es medallista olímpico. Con Feliciano López y Fernando Verdasco que, atacados en más de una ocasión por los dueños de la victoria, nos han dado momentos gloriosos en la Copa Davis y en otros torneos Y, como no, con la gran Carla Suárez que ha ganado el partido más importante que se puede ganar. Dejen en paz a Carlos Alcaraz. Dejen en paz a Paula Badosa. Y sí, dejen en paz al tenis español, que nos ha dado, nos da y nos seguirá dando muchísimas alegrías.