Corría el año 1972 cuando Mick Jagger y Keith Richards le agradecieron a la ‘Soleada California’, como le gusta decir a mi amigo Sebastián, por sus vinos y sus frutas dulces y amargas. 50 años después, ‘Sweet Virginia’ sigue siendo uno de los temas más icónicos de los Rolling Stones. Y California es mucho más que sus frutas. Es un ícono de la bioeconomía. La vuelta a la presencialidad de la World Ag Expo, definida por la organización como la feria agrícola más grande del mundo, prometía traer mucha innovación.
Celebrado en la ciudad de Tulare, en pleno Valle de San Joaquín, un lugar mágico para la agricultura, la feria trasciende los limites del World Ag Center. Además de los establecimientos que describen sus ‘satánicas majestades’, allí se encuentran los tambos más productivos del planeta, con las últimas tecnologías en nutrición, confort y revalorización de efluentes en energía; y un enorme complejo de industrias y empresas que proveen las tecnologías más avanzadas, que conforman un clúster agroindustrial único.
Ya durante el pico de la pandemia, California había sido el centro de muchas novedades relacionadas con la bioeconomía. Con las personas obligadas a recluirse en sus hogares, la cocina volvió a ser una actividad cotidiana entre los habitantes de los países más desarrollados. Una práctica que se había estado perdiendo en las últimas décadas a medida que más ciudadanos fueron dándole prioridad a su carrera profesional y al goce de un estilo de vida donde prime la diversión por sobre la conformación de una familia tradicional.
El ‘Golden State’, que si fuera un país sería la quinta economía del mundo, solo superada por Estados Unidos en su conjunto, China, Japón y Alemania, California concentra una gran cantidad de ciudadanos con estos comportamientos, sobre todo en ciudades como San Francisco, Los Ángeles, San Diego y San José, entre otras.
En medio de los bloqueos y las dificultades para realizar actividad física, la demanda de proteínas alternativas y alimentos orgánicos alcanzó sus mayores registros históricos. Por los mismos motivos, la producción de alimentos frescos cerca de los hogares se volvió un tema crítico. La pandemia marcó el despegue definitivo del urban farming. El ecosistema de innovación de Silicon Valley puso el foco en estos temas y rápidamente, cientos de startups recibieron miles de millones de dólares para estos nuevos alimentos. California hoy alberga la mayor planta de producción de proteínas cultivadas a partir de células (aunque todavía no se habilitó el alimento para su comercialización) así como la mayor granja vertical, que se está terminando de construir en Los Ángeles.
Pero mientras los nuevos sistemas de producción de alimentos se van consolidando, la agricultura a campo va buscando innovar en prácticas y herramientas para cumplir con las crecientes exigencias de sostenibilidad de los consumidores sin tener que resignar productividad. Esto es lo que fuimos a buscar a la World Ag Expo. Y lo encontramos.
A lo largo de los días fuimos contando por las redes sociales algunas de las tecnologías que más interés nos despertaron. Todo tipo de dispositivos, aplicaciones y equipos para riego y agricultura de precisión, sistemas para la reducción del consumo de combustibles en los tractores y camiones, pero lo que más interés nos despertó fue ‘LaserWeedeer’, un robot que destruye las malezas con rayos láser evitando la necesidad del uso de herbicidas.
Según Carbon Robotics, la empresa fabricante, el robot utiliza una tecnología de inteligencia artificial que le permite ir aprendiendo a identificar los cultivos de las malezas con una precisión milimétrica. Carbono Robotics dice que donde más se aprecia las ventajas de ‘LaserWeedeer’ es en los cultivos orgánicos, donde se emplea mano de obra humana para el deshierbe. Y tan interesante como su tecnología es el enfoque que le dio la empresa al desarrollo de esta tecnología. “Con la tecnología buscamos automatizar aquellas tareas ‘poco humanas’ para que los trabajadores puedan centrarse en aquellas más agradables e importantes”. Un concepto que se repite en todo California.
“A nadie le gusta trabajar con la bosta del tambo”, nos decía Dominic Poisson, ejecutivo de la firma Valmetal, que provee equipos para la gestión de efluentes y son comercializados en nuestra región por la firma Ecomangment. La tecnología de Valmetal recupera agua del sistema de efluentes arrastrando el estiércol de las vacas a una máquina que separa las fases sólidas y líquidas. La materia sólida se utiliza en las camas de las vacas, mientras que la fracción líquida se bombea a los digestores anaeróbicos para ser convertido en biogás. Otro tema que está explotando en el Valle de San Joaquín.
Cada granja lechera tiene un promedio de entre dos y tres mil vacas cada una y prácticamente todas producen biogás. Aproximadamente, cada mil vacas se logra un volumen de biogás energéticamente equivalente a 1.000 litros de combustible diésel por hora. Es decir que cada establecimiento, además de la leche, está produciendo una cantidad de biogás suficiente para sustituir entre dos y tres metros cúbicos de gasoil fósil por hora, los 365 días del año.
El biogás producido en más de 40 establecimientos lecheros es adquirido por la empresa CalBio, que ha construido una serie de ductos por donde bombea el gas de 4 o 5 tambos a diferentes centrales ubicadas estratégicamente que lo purifican a biometano. Luego, es inyectado a los gasoductos del Estado y vendido a Chevrón, la empresa que originalmente se llamó Standard Oil y fue fundada por Rockefeller en 1870, que lo comercializa en estaciones de servicio para su uso en flotas de camiones. CalBio está terminando de construir nuevas centrales y ductos para conectar otros 40 establecimientos.
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En una California que se ha dispuesto a eliminar los combustibles fósiles, el biometano es considerado el combustible más limpio, ya que cumple el doble propósito de sustituir combustibles fósiles a partir de la captura de gases de efecto invernadero, que de otro modo se emitirían a la atmósfera. Es la circularidad a su máxima expresión. Por eso nos llevamos la grata sorpresa de habernos encontrados en la feria con el tractor New Holland T6 Methane Power, el primer tractor del mundo fabricado en serie para ser impulsado con este biocombustible.
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La nutrición de precisión fue otro de los temas que más espacio ocupó en el pabellón destinado a ganadería. Allí nos encontramos con Ivan Zhelev, un joven búlgaro que contactamos gracias a Martín Brito, un emprendedor de Rio Cuarto que estará inaugurando un tambo robotizado en pocas semanas. Ivan trabaja en Native Microbial, una startup que produce microorganismos en forma de suplementos que ayudan a las vacas a digerir mejor los alimentos. Native realizó sus ensayos en un laboratorio de nutrición ganadera llamado Dairy Experts, ubicado a pocos metros de la feria. Tuvimos la oportunidad de visitarlo (pronto subiremos material de esta visita), y allí su presidente, Alfonso Lago, nos contó que están trabajando en la reducción de las emisiones de metano de las vacas. Un tema que se viene con todo.
Como también se viene con todo las delicatesen para mascotas, que en California están cada día más humanizadas. Aunque cueste creerlo, viajan en cochecitos de bebés y tienen sus foodtrucks exclusivos con cervezas, huesos, alimentos frescos producidos localmente y hasta cannabis. Too mucho, ¿no?
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