Tras posponerlo por al menos una década, Cuba aplicó a comienzos del año pasado un plan para reordenar sus finanzas en medio de una dura crisis económica: unificó la tasa de cambio y su sistema hasta entonces de doble moneda, aumentó los salarios, flexibilizó el acceso a las utilidades para los trabajadores y ajustó los precios.
Ahora las autoridades deben lidiar con varios enemigos que desataron aquellas medidas: una inflación galopante acompañada de un desabastecimiento generalizado; una nueva dolarización del consumo y una brecha entre el dólar oficial y el paralelo que golpea a la población.
Muchos cubanos sienten que no les alcanza el salario para cubrir necesidades básicas y otros se lamentan por las largas filas, mientras el gobierno comunista reconoció públicamente el problema y los expertos reclamaron acción.
La inflación, la brecha cambiaria y los problemas financieros fueron el último año una constante en varios países de América Latina, pero en Cuba el fenómeno es una novedad y puso de manifiesto una desigualdad en el consumo difícil de entender para los ciudadanos en un país socialista que por décadas se basó en una distribución relativamente igualitaria de los bienes.
“Con mi salario imposible mantener a mi familia, sólo con la ayuda de él (su hijo) puedo comprar un aseo (jabón y champú), el detergente, una carne que está en este momento a 200 pesos una libra (US$ 8 al cambio oficial)”, comentó Marcia Ochoa, una trabajadora estatal que cobra mensualmente un salario de 2,400 pesos, US$ 100 al cambio oficial.
Para completar sus gastos Ochoa, quien vive con sus padres ancianos y su esposo, cuenta con el envío de remesas de su hijo residente en Estados Unidos, una operación que se volvió complicada luego de que en noviembre del 2020 la administración del entonces presidente Donald Trump incrementó las sanciones contra la isla afectando las transferencias.
“Mi hijo me depositaba (en Western Union). Le costaba US$ 112 y yo obtenía aquí 100 pesos convertibles o CUC (equivalentes a US$ 100), podía ir a una tienda, compraba y resolvía muchísimos problemas… hoy es un dilema, tiene que buscar un mecanismo para mandar”, agregó Ochoa. El mes pasado, por ejemplo, recibió esas divisas por vías informales -personas que las traen- y que le dieron 70 pesos cubanos por cada unidad del billete estadounidense.
Esta semana el dólar paralelo -el único que pueden adquirir los ciudadanos dado que el Estado dejó de venderlo- subió a 100 pesos cubanos por unidad mientras la tasa oficial se mantiene en 24.
Hasta el 1 de enero del 2021 Cuba tenía dos monedas: el peso cubano y el CUC -en paridad con el dólar- que desapareció en un intento del gobierno de volver a controlar y darle más claridad a la economía, desestimular las importaciones y eliminar los subsidios a empresas ineficientes.
La unificación eliminó también varias tasas de cambio y dejó sólo una en 24 pesos cubanos por dólar. Además, se aplicó un aumento de los salarios estatales -sector que emplea al 70% del mercado laboral- y se ajustaron los precios de los servicios y las mercancías básicas que el Estado controla.
Y como la crisis ocasionada por la pandemia y las sanciones estadounidenses ya habían mostrado su impacto en el desabastecimiento generalizado, el gobierno dispuso la ampliación de una red de comercios en los que se paga en una divisa virtual llamada Moneda Libremente Convertible (MLC) equivalente al dólar y mediante la cual puede captar divisas.
Pero la escasez es tal que en cualquier comercio, sea de pesos cubanos o MLC, se producen largas filas cada día.
“Estuve muchas horas parada, hay que esperar que te toque el turno para poder pasar por dos botellitas, pero es algo”, dijo la jubilada Julia Sardiñas, de 65 años, mientras mostraba el interior de una bolsa blanca con envases de aceite. Cada litro le costó 48 pesos cubanos, unos US$ 2.
Sardiñas llegó a las 6:00 de la mañana y tras esperar siete horas pudo adquirir en una tienda de pesos cubanos los aceites autorizados. La entrega es controlada mediante el escaneo del carné de identidad para evitar la reventa.
Junto con las tiendas de MLC y las de pesos cubanos, adonde aparecen y desaparecen los productos cada jornada -jabones, papel sanitario, frijoles o pollo-, la población consigue mercancías en el mercado negro alimentado por personas que acaparan para luego vender más caro.
En las últimas semanas, por ejemplo, faltó la leche en polvo en los comercios legales y quienes necesitaron el producto llegaron a pagar 1,000 pesos por un kilo (US$ 41 al cambio oficial), la tercera parte de un sueldo promedio.
Dependiente de los ingresos del turismo y las remesas, sectores semiparalizados por la pandemia, la economía cubana no logra autoabastecerse de productos básicos que importa.
“Hay muchos factores (para el aumento de los precios), pero el principal es la caída en la oferta de bienes y servicios. Si hoy usted no tiene aceite debe pensar que en los próximos días va a subir el precio”, indicó el economista y catedrático Omar Everleny Pérez.
El propio gobierno reconoció que la inflación es un problema serio.
Según el ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil, el incremento de los precios alcanzó en el 2021 el 70%, una cifra discutida por los expertos y la realidad.
Un cartón de huevos podía conseguirse a comienzos del año pasado por 150 pesos cubanos (US$ 6 al cambio oficial) y hoy cuesta 400 pesos cubanos (US$ 16 al precio oficial) en el mercado informal; un paquete de salchichas podía costar 40 pesos cubanos (US$ 1.50 al cambio oficial) y actualmente se vende a 118 (casi US$ 5 al cambio oficial) en las tiendas legales, mientras que la carne de cerdo pasó de unos 40 pesos cubanos a 200 la libra (US$ 1.50 a US$ 8 al precio oficial).
“En el país es el tema de más debate y preocupación… Estamos permanentemente buscando alternativas dentro de las posibilidades que tenemos”, dijo Gil la semana pasada en una comparecencia televisiva. Para el ministro la base del problema es “un déficit de oferta” dada la poca producción nacional que a su vez “trae consigo la especulación y la reventa”.
Aun así, el funcionario indicó que algunos precios como la luz, las comunicaciones o los alimentos de la libreta de abastecimiento que cada cubano tiene mensualmente garantizada -que aunque se recortó en los últimos años beneficia a los más vulnerables- se mantuvo sin incrementos desde el inicio del reordenamiento.
El malestar por la inflación, los salarios que perdieron su poder adquisitivo y el desabastecimiento estuvieron entre las principales quejas de miles de personas que salieron a manifestarse a las calles en julio del año pasado.
Para los expertos las propuestas de soluciones irían desde la flexibilización del naciente sector privado -por ejemplo, dejarlos importar o exportar libremente-, la descentralización en las decisiones de las empresas estatales para fomentar la producción, autorizaciones para el ejercicio de los profesionales -y evitar la creciente migración-, hasta los permisos de operación de cadenas de tiendas internacionales minoristas dado que el Estado tiene el monopolio del comercio interior.
“Se requiere una acción enérgica y pública. Hace falta un plan. Tiene que haber un programa de reactivación de la economía. Hay muchos desequilibrios macroeconómicos de corto plazo que están estrangulando a una parte de la población y las empresas”, indicó el economista y profesor de la Universidad de La Habana, Oscar Fernández.