Por un momento imaginemos la siguiente situación: un pequeño emprendedor comienza a invertir en una hectárea en alguna zona productiva para que esa viña comience a producir frutos recién unos tres años después. A la par ir registrando una marca, para ese vino pensado y adoptado casi como un hijo. Contratar un estudio de diseño que desarrolle la imagen y el marketing; y luego de varios años salir al mercado a compartir lugar con miles de etiquetas que copan góndolas y cartas de restaurantes.
Y en ese preciso momento, encontrarse con la novedad de que hay una costumbre (ya no tan ejercida por todos, afortunadamente) de que para ingresar a ese restaurante su etiqueta tiene que entregar 6 cajas “liberadas” de su vino. Luego de eso, el dueño del lugar verá si logra colocarla dentro de sus “selectos” vinos.