Por lo general, los empresarios responden a la pregunta sobre cómo van las cosas de la misma manera: “los resultados de la empresa van bien, pero el país no tanto”. Es sorprendente que mientras el Gobierno Nacional rebosa en optimismo por el dato del crecimiento del PIB del año pasado, que superó los dos dígitos llevándolo hasta el histórico 10,6%, las personas encuestadas por Invamer digan que su mayor preocupación es la economía en su conjunto. Esa dicotomía tiene que ver con la inflación de casi 7% y el desempleo de casi 14%, problemas que no dejan ver los beneficios del alto crecimiento registrado el año pasado y las buenas proyecciones para este de 5%.
El problema es que la distorsión de las visiones -gubernamental y consumidores- pueden hacer enfriar la economía en un año crucial para recuperar los ingresos. Al final del año pasado, el Índice de Confianza del Consumidor registró un balance de -13,5%, lo que representa una disminución de 6,5 puntos porcentuales frente a los últimos meses. La disposición a comprar bienes durables, la compra de vivienda o de vehículos sigue frenada, lo que se convierte en una alarma temprana y obliga a las autoridades económicas a probar con acciones distintas a intervenir la oferta monetaria con tasas altas. El mantra del Ministerio de Hacienda, el Banco de la República y los gremios de la producción debería ser: “la economía no se puede enfriar”, máxime en un año electoral en el que el modelo económico se está poniendo en entredicho por algunos candidatos y hay ideas entre los aspirantes al Congreso de arremeter en contra del libre mercado, la propiedad privada y la libertad para emprender. No es un hecho menor que 34 de cada 100 colombianos consideren que el mayor problema por el que atraviesan como personas es de tipo económico, bien sean los altos precios, el desempleo o los intereses bancarios.
El segundo asunto que más les preocupa es la corrupción, explicado por el frenesí político que ha puesto el tema de moda como eje de algunas campañas; el tercero es la salud o la movilidad, pero lo que es interesante es que el orden público y los estragos del covid son menores. Claramente, las sensaciones de las personas vienen cambiando y el despertar de una larga pandemia ha hecho que la economía y el conjunto de sus necesidades básicas insatisfechas sean la prioridad. Hay muchas acciones que pueden ayudar a que la economía no entre en barrena, se enfríe o se estanque, todas ellas asociadas al costo del dinero, los créditos accesibles, a la ejecución de políticas públicas rezagadas, a la generación de empleo, pero sobre todo, a empujar el regreso a la normalidad en todos los sectores económicos y poblacionales, pues dicho sea de paso, hay un alto grupo poblacional que aún siente miedo a seguir con la vida ordinaria, viajar, comprar, asistir a eventos, etc.
Es de esperar que los indicadores de confianza de los empresarios y consumidores cambien positivamente, regresen a terreno de toma de decisiones de inversión, compra y expansión de mercados. Sería muy dañino que este año de cambio de Gobierno esté marcado por un frenazo en los negocios y un aplazamiento de la recuperación del grado de inversión. El país no puede seguir siendo mediocre en sus cifras y en sus anhelos, para ello debe enfocarse en que ese 10,6% de PIB en 2021 no sea una ilusión.