Sara (nombre ficticio) tenía 20 años cuando comenzó a usar Instagram. Hasta entonces no había tenido problemas de inseguridad. Al menos no que la familia pudiese advertir. Sin embargo, poco después sus comportamientos comenzaron a cambiar. Dejó de usar su ropa habitual, para comprarse ropa de la sección de niñas, de tallas muy pequeñas. Para poder entrar en ella, hacía ejercicio de forma compulsiva, apenas comía y lo poco que comía lo vomitaba. Con el tiempo su familia descubrió que todo empezó después de que conociera en la red social a otra chica que la introdujo en varios grupos de los conocidos como “Proana”, en los que se hace apología de la anorexia. Su historia, cinco años después, nos la cuenta su hermano Mateo (nombre ficticio), pues ella actualmente se encuentra ingresada en un centro especializado en trastornos de la conducta alimentaria (TCA).
Por desgracia el suyo no es un caso aislado. En Hipertextual hemos hablado también con Marta. Ella no comenzó con su TCA a causa de las redes sociales. En realidad, explica que siempre tuvo baja autoestima, pues se desarrolló muy rápido y oyó muchos comentarios sobre su físico o que no debería usar ciertas prendas de ropa. Todo esto fue haciendo mella y a los 14 años ya sentía un “desprecio total por su cuerpo”. Ahí empezaron los vómitos, el consumo de laxantes, el ejercicio excesivo y los atracones seguidos de purgas. No era capaz de pesarse ni de mirarse a un espejo, pues le hacía sentirse una fracasada. Y esa fue la tónica durante años. Por eso, cuando a los 22 años se introdujo en Instagram, tampoco le hizo ningún bien. “En las épocas no tan buenas, abrir Instagram se convertía en una tortura”.
Su caso es similar al de Alba. Elle tiene diagnosticado un trastorno por atracón, un TCA mucho menos conocido que la bulimia o la anorexia. No cree que fuese solo consecuencia del uso de Instagram, pues ya tenía muchas inseguridades, después de haber sufrido acoso escolar. “Es complicado construir una autoestima positiva si el entorno no ayuda”. Sin embargo, cuando empezó a usar esta red social, con 16 años, vio como la cosa no hizo más que empeorar. “En el momento de desarrollarme físicamente, tenía presente la imagen que vendían las modelos y personas que seguía en ese momento y como no encajaba por la fisionomía me cuesta aceptar partes positivas de mi cuerpo”.
Todos estos casos son solo una reducidísima muestra de lo peligroso que puede ser un determinado uso de las redes sociales. Y de lo grave que puede ser esa idealización del mundo que nos venden algunas como Instagram. Afortunadamente, la propia red social ya está intentando luchar contra esta lacra, con filtros que avisan cuando alguien intenta buscar términos y grupos relacionados con los TCAs. Pero aún queda mucho camino por andar hasta acabar con este problema. Y, por desgracia, en ese camino muchas más personas pueden sufrir todo lo que nos han contado las que han participado en este artículo.
Los peligros de un mundo ideal
Instagram se ha convertido en un expositor mundial de postureo. Vacaciones idílicas, desayunos perfectos, picnics en el río, citas románticas a la luz de las velas… Eso es lo que mostramos a nuestros seguidores. Los atascos, el donut de chocolate después del desayuno, las manchas de césped y los mosquitos se quedan para esa otra parte de nuestras vidas. Más real, pero menos atractiva. En principio el postureo no tiene que ser algo malo. Lo malo viene cuando ese idilio se convierte en un modelo a seguir para quienes nos siguen. O cuando se potencian mensajes que, consciente o inconscientemente, pueden acabar provocando en otras personas problemas tan serios como los que han sufrido Sara, Marta y Alba.
De hecho, eso es precisamente lo que se extrae de una revisión de estudios realizada por profesionales del máster en eSalud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y el Hub eSalud sin Bulos. De dicha investigación se extraen datos como que las chicas con cuenta en Instagram realizan ejercicio de una forma más estricta que las que no tienen. O que en general muchos jóvenes usan esta red en busca de redes de apoyo para mantener su objetivo perdiendo peso. Incluso se advierte de la existencia de “grupos cohesionados y organizados que promueven el denominado impulso por la delgadez como un estilo de vida”.
Afortunadamente, según ha explicado a HipertextualMamen Bueno, psicóloga sanitaria y psicoterapeuta experta en trastornos de la conducta alimentaria, en Instagram es más fácil denunciar este tipo de prácticas que en otras redes sociales. Pero aun así no es sencillo, porque a menudo se emplean técnicas de despiste, como escribir hashtags como #proana, #proanorexia o #probulimia con faltas de ortografía. De hecho, este es otro de los datos observados por los investigadores de la UOC.
De cualquier modo, Bueno señala que la situación es todavía peor en otras redes sociales como Twitter, donde no hay ningún tipo de filtro ni control y es mucho más difícil denunciar. O incluso en Telegram, donde si pones “perder peso” en el buscador “te salen grupos proana y proanorexia sin sonrojo”. Algunos privados, pero otros públicos.
‘Cuerpos perfectos’ y vida ‘healthy’, la mezcla más explosiva de Instagram
Por lo general, un TCA no se genera sola y exclusivamente por culpa de las redes sociales. Eso es algo en lo que ha incidido mucho la psicóloga consultada para este artículo. Se trata de algo multifactorial, en lo que pueden influir otros hechos, como el acoso, los abusos, la industria de la perfección o incluso la genética. No obstante, tanto Instagram como otras redes sociales reúnen varios ingredientes que suponen un caldo de cultivo inmenso para la proliferación de este tipo de problemas.
Por un lado, están los grupos como aquellos en los que se introdujo Sara antes de ser diagnosticada de anorexia. Hoy en día no son tan frecuentes ya en Instagram, pero sí en otras redes sociales. Por otro lado, existe un bombardeo constante de imágenes de cuerpos supuestamente normativos, que pueden llegar a potenciar las inseguridades de muchas personas.
Es precisamente lo que cuenta Marta que le pasó a ella. “El bombardeo constante de imágenes de cuerpos de mujeres exitosas con cuerpos normativos (que de normativos no tienen nada, porque desde luego no son la norma), de chicas y mujeres siendo como yo siempre he querido ser alimentaban mis pensamientos intrusivos sobre lo fracasada que era”, señala la joven, que ahora tiene 33 años. “Esto provocaba mucha ansiedad en mí, hasta el punto de desinstalar la app varias veces”.
También Alba se topó de lleno con este problema. “Me influenció mucho no ver ningún referente con un cuerpo similar y que se quisiera y mostrara el movimiento body positive”.
Por otro lado, en Instagram es habitual el uso de retos, unos más peligrosos que otros, pero todos con un formato similar, que hace que se confundan entre sí. Por ejemplo, hace poco se puso de moda el reto del café con limón. Supuestamente, tomarlo ayudaba a adelgazar, hasta el punto de que muchas personas llegaron casi a basar su alimentación únicamente en eso. Con todas las carencias nutricionales que conlleva. La situación fue denunciada numerosas veces y a día de hoy apenas queda rastro de ella en la red social. Pero las personas que se vieron afectadas siguen ahí.
En el otro extremo están los retos que son presentados precisamente por profesionales. O por personas que se presentan como tales. Con estos no saltan tanto las alarmas. Al fin y al cabo, se supone que son personas que saben lo que hacen. Pero también pueden ser peligrosos. “Incluso hay veces que los profesionales sin querer promueven actitudes que también pueden favorecer un TCA, poniendo retos de bajada de peso, proponiendo diuréticos, desintoxicantes, no comer azúcar durante no sé cuánto tiempo, hacer mucho deporte…“, ejemplifica Bueno. “Es verdad que ahora se considera peligroso o dañino hacer apología de la delgadez, pero no hay esa misma sensibilidad para lo que tiene que ver con lo aparentemente saludable o fit, y eso puede ser muy peligroso”.
Sobre esto hemos hablado también con la nutricionista especializada en TCA Mariana Álvarez. Ella nos cuenta que “es esencial que la gente entienda que lo más importante desde el punto de vista de la salud será tener una buena relación con los alimentos, y el hecho de llevar a rajatabla este tipo de corrientes, es justamente lo contrario”. Por eso, recuerda que “es fundamental que revisemos el concepto de flexibilidad, que es el que nos permite cuidar nuestra alimentación, pero sin culpas o frustraciones cuando por el motivo que sea no podemos hacerlo”.
De hecho, en redes sociales como Instagram es muy común ver referencias al cheat meal o 10%. Este término supuestamente hace referencia a un capricho puntual que nos damos dentro de una dieta sana. Un placer no culpable, pues se supone que entra dentro de las pautas de esa rutina healthy.
Pero aunque se venda como placer no culpable no hace más que generar culpabilidad si en vez de ser un 10% del total de la dieta o una comida puntual, se convierte en tres comidas puntuales. Para Álvarez, eso también puede ser muy perjudicial. “Desde mi punto de vista es absolutamente negativo porque otra vez pone el foco en el lugar equivocado”, recuerda la nutricionista. “En consulta de nutrición siempre, pero sobre todo cuando trabajamos con TCA, intentamos dejar claro que las y los pacientes tienen permiso incondicional para comer y no es necesario que encajen en una estructura de cheat meal o calculen si es un 10 o un 20% de su alimentación”.
¿Cómo sabemos que se está produciendo un TCA?
Las personas que están desarrollando un TCA pueden tardar en reconocerlo. Por eso, es importante que sus familiares y amigos estén pendientes a posibles signos que les delaten. En lo concerniente a las redes sociales, puede ser llamativo que cambien ciertos comportamientos a raíz de comenzar a usarlas. Alba, por ejemplo, nos cuenta que empezó a buscar siempre posturas que no mostraran aquellas partes de su cuerpo que no le gustaban por culpa de lo que veía en Instagram.
Elle ya tenía cierta edad y pudo darse cuenta. Sin embargo, a veces, especialmente si se trata de adolescentes aún más jóvenes, puede ser necesaria la intervención de las personas que les rodean.
Pero, para empezar, si estamos hablando de niños, sería conveniente que los familiares tuviesen en cuenta las edades de acceso a las redes sociales. Pero, incluso hecho esto, la comunicación es fundamental, como bien narra Bueno:
“Una forma de prevenir es la comunicación con nuestros hijos, compartir a quién seguimos nosotros y ellos, hacer una crítica constructiva de los mensajes que se ven… Yo sí creo que es peligroso darles un móvil a la edad que sea sin ese filtro comunicativo simultáneo. Es importante que haya una buena comunicación con los hijos y con las hijas y ayudarles a desarrollar un espíritu crítico, animarles a que observen cómo les hacen sentir determinadas publicaciones, si se empiezan a sentir menos felices por no tener esa vida idílica que aparece en las redes, si empiezan a compararse, a sentir que tienen un cuerpo grande o pequeño o que no encaja… Animarles a que vean que algo está pasando. De nada sirve poner un filtro parental durante una temporada y que luego todo el campo sea orégano cuando tienen cierta edad. Tienen que ir acompañados durante mucho tiempo”.
Mamen Bueno, psicóloga experta en TCA
Por otro lado, la psicóloga recuerda que esto no es importante solo de cara a la prevención de TCA. También es aplicable a evitar otros problemas asociados al uso de redes sociales, como posibles abusos.
Si nos comunicamos, será más fácil detectar de forma precoz esas señales que pueden encender nuestras alarmas. En niños más pequeños estas pueden ser, por ejemplo, que a edades muy tempranas empiecen a hablar de que quieren hacer dieta porque creen que pesan demasiado. Además, si “de repente empiezan a restringir alimentos, a querer comer a solas, a ir al baño inmediatamente después de comer de forma sistemática…”. Todo esto puede ser signo de que algo va mal, como también lo serían posibles cambios de humor.
No obstante, la psicóloga consultada nos explica que esto también puede ser totalmente normal en la adolescencia y no necesariamente tiene que ir asociado a un TCA. Por eso, debemos observar, pero desde la cautela. “Todo esto hay que tomarlo con pinzas, pero estando alerta”, aclara. “Podemos empezar a abrir los ojos y comunicarnos, pero no tanto confrontativamente pues un TCA puede ser el producto de una serie de variables, como el acoso, que se sienta solo, insultado, menospreciado…”. Por eso, la psicóloga recomienda que, en lugar de confrontar con la alimentación, nos interesemos por la vida de ese adolescente: “Cómo se siente, si tiene amigos, qué cosas le interesan, etcétera”.
La dos caras de Instagram y su relación con los TCA
En realidad, las redes sociales son una gran herramienta. Gracias a ellas podemos comunicarnos en todo momento con personas al otro lado del mundo u obtener todo tipo de información a golpe de clic. Ambas cosas son un arma de doble filo, con sus partes buenas y sus partes malas. Podemos comunicarnos con amigos a los que hace mucho que no vemos. Pero un pedófilo se puede poner en contacto con un adolescente sin llamar la atención de sus familiares. Podemos encontrar todo tipo de información útil sin necesidad de ir a una biblioteca. Pero también son un gran caldo de cultivo para los bulos.
Para evitar ambos problemas es importante la comunicación. Sobre todo porque a veces es muy difícil distinguir un bulo de lo que no lo es. “Los adolescentes no siempre saben discernir la información veraz y científica de algo que dice un famosete”, señala Bueno. “Sobre todo cuando los hay que usan el mismo código de reels y demás”. Además, no saben diferenciar si un producto se está promocionando simplemente para beneficio económico del influencer o porque realmente es beneficioso.
Este es un aspecto peligroso. Los influencers, como su propio nombre indica, influyen muchísimo sobre sus seguidores. Por eso, si promocionan un producto, es muy probable que quienes les siguen fielmente opten por comprarlo. A veces es publicidad. Otras veces ni siquiera hay beneficio económico para el influencer, pero sigue siendo dañino. Es el caso, por ejemplo, cuando, sin ser sanitarios, recomiendan fármacos que a ellos les han ido bien. Pasa mucho cuando se aconseja el uso de cremas antibióticas como si fuesen un cosmético más.
Otras veces, quizás haya beneficio para el influencer; pero, a su vez, lo que promociona sí pueda ser beneficioso. O no dañino, al menos. Pero esto, según la psicóloga, es difícil de diferenciar, por lo que debería legislarse mucho mejor.
Y con el tema de alimentación pasa algo parecido. Instagram, así como otras redes sociales, está plagado de personas que se venden como expertos en alimentación y promocionan su vida healthy a diestro y siniestro. Sin embargo, muchas veces no dejan de ser aficionados al tema, sin ningún tipo de formación nutricional. Y aquí empiezan los problemas. Por eso, la nutricionista consultada para este artículo nos recuerda que “es fundamental desarrollar el pensamiento crítico”. Y, sobre todo, “ser conscientes de que, si el hecho de seguir una cuenta nos hace sentir mal o nos genera un conflicto interno en el que estamos constantemente comparando nuestra alimentación con el influencer de turno, es que estamos en el sitio equivocado y debemos dar al maravilloso botón de dejar de seguir”.
Entonces, ¿qué hacemos?
Con todo lo que hemos visto podríamos pensar que para prevenir un TCA lo mejor es abandonar Instagram o cualquier otra red social. Sin embargo, también hemos visto que son algo bueno. Por eso, dependerá de cada persona buscar la forma de centrarse en su parte positiva o, si es lo que necesita, dejarlas.
En el caso de Sara, por ejemplo, su hermano nos cuenta que dejó de usar Instagram radicalmente. Marta se borró la aplicación de vez en cuando, pero luego volvió. Alba no ha llegado a borrarla. Sin embargo, a día de hoy piensa mucho más a quién sigue: “Sigo usando Instagram, porque me gusta compartir algunos aspectos de mi vida y la relación ha cambiado, porque yo he conseguido cambiar la visión que tenía de la red social”, nos cuenta. “Dejé de seguir a personas que perpetuaban algunas conductas nocivas para mí, empecé a seguir a otras que sí que muestran la realidad corporal y sobre todo con la ayuda de la terapia y un entorno seguro me ayudan cada día a no caer constantemente en pensamientos y actitudes nocivas hacia mi persona”.
También Álvarez nos cuenta que, en lo que a nutrición se refiere, hay muchas cuentas en Instagram que pueden ser muy positivas. “Realmente hay miles de cuentas que tienen un contenido estupendo y que pueden encajar en lo que necesitamos, que es aprender a comer mejor pero alejados de la rigidez y la obsesión”.
En definitiva, se pueden seguir usando redes sociales. No podemos culpar a Instagram ni a ninguna otra red social de los TCAs. Como bien nos recuerda Mamen Bueno, esto es algo multifactorial. Y, de hecho, ya existían antes de que nos sumergiéramos en esta era digital. Los cánones de belleza estereotipados nos llegaban por otras fuentes, como las revistas o la televisión. Los complejos y las inseguridades podían surgir de mil maneras. Y, por desgracia, el acoso ha existido desde que el mundo es mundo.
Lo importante, ante todo, es saber cuándo debemos pedir ayuda. Tanto Sara, como Marta y Alba se encuentran mejor a día de hoy gracias a que lo hicieron. No somos más fuertes ni más valientes por intentar afrontar un TCA en soledad. Porque no hay mayor valentía que la de pedir ayuda cuando se necesita. Si te has sentido identificado con este artículo, no dudes en buscarla.