Fue el dueño y señor del prime time de Telefé los domingos a fines de los 90′, modeló en las principales capitales europeas, actuó en series estadounidenses de más de 20 años de duración y se metió en el mundo de los NFTs y las criptomonedas. Vivió en Miami, Nueva York, Los Ángeles y Barcelona; también en Quilmes, Córdoba y San Telmo. La vida de Tomy Dunster tiene tantas historias que comienzan, hace ya tiempo, con un mimo en una plaza de Corrientes.
Modelo de Pancho Dotto en los 90′, la irrupción de Tomy Dunster en la masividad llegó de la mano de Versus, el popular programa que condujo junto a Iván de Pineda, a fines de la década de la pizza con champán. Sin embargo, el mundo del espectáculo no siempre fue su metié. “Yo soy de Quilmes, pero a los 10 años me fui a vivir a Córdoba por el trabajo de mi viejo y después de unos años nos volvimos”, cuenta Tomy Dunster a LA NACION al recordar su infancia. La palabra nómade, asegura, parece ser la que mejor lo define; de Quilmes a Córdoba, de ahí otra vez al sur de la Provincia de Buenos Aires y sin escalas, a los 17 años, a Corrientes.
“Mi hermana, que es más grande que yo, se quedó acá con mi abuela”, explica. En cambio, él prefirió acompañar a sus padres, y ahí comenzar su experiencia universitaria: probó con Ciencias Económicas, pero no le gustó; hizo después un intento en Agronomía, pero duró poco. En medio de esa búsqueda por construir su propio camino, un encuentro en una plaza de Corrientes le cambió la vida. “Había un mimo y empecé a flashear con las cosas que hacía, me le acerqué a hablar y pegamos onda”, recuerda Tomy antes de seguir: “Me contó que era el director del Grupo de Teatro Independiente de ahí y me invitó a ver los ensayos de su obra”.
Lentamente, el mundo del espectáculo empezó a llamar su atención. Día tras día, Tomy siguió yendo a los ensayos hasta que la oportunidad apareció ante él. “Una vez uno de los actores no pudo ir y me pidieron que lo reemplazara, porque ya lo había visto tantas veces que me sabía todos los diálogos de memoria. Por primera vez en mi vida me subí a un escenario y lo sentí como un viaje increíble. Cuando bajé, quedé flasheado”, recuerda.
Fue ahí que tomó una importante decisión: volvió a Buenos Aires a vivir con su hermana y su abuela con la idea de estudiar teatro en Capital. “Me metí a estudiar en la escuela de Lito Cruz y tenía de compañera de teatro a Carolina Peleritti, que en ese momento era una súper top model y me empezó a insistir que la acompañé así me presentaba a Pancho Dotto; yo estaba medio alejado de eso, lo veía como un mundo distinto, en el que no sabía si podía manejarme”, explica. Su destino estaba escrito.
A pesar de su reticencia al respecto, el destino parecía estar encaprichado por entrecruzar su camino con el del modelaje. Una noche en un boliche de Núñez, mientras pedía un trago en la barra, una persona lo reconoció. “De repente me tocan la espalda, me doy vuelta y me encuentro con un tipo altísimo y muy fachero. Me mira y me dice: ‘Vos sos Tomy’. Yo le dije que sí y le pregunté quién era él y ahí se presentó… era Pancho Dotto”, rememora, antes admitir divertido: “No se cómo me reconoció, nunca se me ocurrió preguntarle”.
Se intercambiaron teléfonos y después de un par de intentos del representante por ubicarlo -eran épocas donde solo había teléfonos fijos- lo contactaron para hacer una reunión. Dotto, sin dudarlo, lo convocó para ser parte de su staff de modelos. “Un día nos juntamos y me invitó a trabajar juntos y yo acepté. Me acuerdo que él traía muchas chicas del interior, estaba Valeria Mazza viviendo en un departamento abajo de ahí”, acota Tomy.
Al mismo tiempo, en el entonces Canal 13 empezaba la producción de una de las novelas más recordadas de los 90: Son de diez. “Silvia Montanari me había propuesto para trabajar ahí”, agrega Tomy antes de aclarar que debió rechazar la invitación: “Ya habíamos empezado las lecturas de los guiones, yo iba a ser del hijo de Silvia, pero Pancho me mandó a un casting en Brasil y me eligieron”. A pesar de que el sueño de actuar estaba tan cerca, Tomy no pudo rechazar la propuesta de Dotto. “Era muchísimo dinero, ni en un año de programa me podían pagar lo que iba a ganar en ese viaje a Brasil”, rememora.
Allí, la carrera como modelo de Dunster explotó. “Con Matías Camisani nos fuimos juntos a vivir a Europa para hacer campañas. Viví en Madrid, Milán, París, Atenas…”, recuerda antes de aclarar: “Pero siempre volvíamos a la Argentina para trabajar con Pancho”. En uno de esos viajes de vuelta al país fue que conoció a Mariela, quién se convirtió en la madre de sus dos hijas.
“En un momento volví definitivamente a la Argentina para estar con Mariela y ahí nació mi hija más grande”, cuenta. Mientras tanto, junto a Iván de Pineda, eran la cara de John L. Cook, un trabajo que les abrió la puerta para la televisión. “En un momento de la campaña nos empezaron a hacer unas entrevistas internas, en modo de publicidad, donde uno contaba sus experiencias en estos viajes que hacíamos con la marca”, explica antes de hacer una pausa y seguir: “Silvina Torres, que después fue productora de Versus, se contactó con Pancho, él le habló de mí y de Iván, y le mostró esas entrevistas. Hicimos un par de pruebas los dos y salió el programa”. Así, como quien ni se lo esperaba, se llevó de frente a Versus, el programa que lo metería en los hogares de los argentinos.
“Yo hice 98, 99, 2000 y 2001. Empezó siendo un formato que grabábamos en un estudio muy chiquitito en donde los dos hacíamos unas especies de cápsulas”, explica Tomy. “Después se fue Iván y se sumó al piso Jimenita (Cyrulnik) que estaba haciendo notas”, narra sobre el desembarco de su nueva dupla. Rápidamente el programa empezó a tomar notoriedad y el canal se replanteó tanto la duración como el formato. “De un momento a otro pegamos el salto para hacer el programa en vivo; ahí eran dos horas, en prime time de los domingos de Telefe, con una competencia muy fuerte que era Fútbol de Primera”, subraya sobre los tanques de la TV de aire.
“Hacíamos muchos viajes al exterior, era una producción muy grande. Teníamos cuatro o cinco personas viajando por el mundo haciendo contenido. A veces yo tenía que viajar y tenía que volver a hacer el piso y me volvía a ir, todo era muy vertiginoso”, agrega. Más de veinte años después, el conductor asegura que el secreto del éxito de Versus fue la amistad entre todos los compañeros de trabajo. “Seguimos teniendo un grupo de WhatsApp en donde estamos conectados con los productores… con todos”, cuenta antes de ejemplificar: “Sigo en contacto con Fierita, que es un amigo”.
Sin embargo, el espíritu nómade volvió a hacer de las suyas y tras un par de idas y vueltas (en donde casi trabaja en un programa junto a Bette Midler), Tomy decidió probar suerte en Estados Unidos y se mudó (sin trabajo en vista) junto a su esposa y su hija. “Yo me quería ir a Los Ángeles. Había estado ahí en un especial de Versus y me había volado la cabeza. Mariela no quiso por el tema del idioma y también porque es mucho más lejos, por eso decidimos ir a Miami”, narra.
A pesar de que económicamente no les faltaba nada, Dunster asegura que irse del país fue una de las decisiones más complicadas de su vida: “Dejamos a todos; amigos, familia, trabajo… acá mi hija tuvo que dejar a todos sus amiguitos, a sus primos y a sus abuelos”. “Me acuerdo y no me voy a olvidar más: estábamos los tres en nuestra casa en Quilmes, ya preparando todo para el viaje, y nos pusimos a llorar y nos abrazamos”, dice, como si el recuerdo estuviera ahí, sobre la mesa.
A seis meses de su llegada a Miami le llegó su ansiada oportunidad en la actuación. “Tuve una audición para un proyecto para grabar en Nueva York. Se llamaba All My Children, una novela que llevaba más de 20 años al aire en la cadena ABC”, cuenta. Tras pasar el primer filtro, lo llamaron para que fuera a Nueva York a hacer un segundo casting, en el que irían actores de todas partes de Estados Unidos. Fue, se probó y volvió a su hogar en Miami. Dos días después recibió la esperada confirmación y un aviso: tenía menos de una semana para mudarse a la ciudad.
El operativo fue veloz: Mariela y su hija viajaron a la Argentina para ver a la familia, mientras que su hermano y su padre lo ayudaron a mudar todo. Su participación en el programa fue un éxito y le abrió las puertas a nuevos proyectos que lo llevaron a su ansiado Los Ángeles. Sin embargo, el llamado de vuelta a casa empezó a sonar más fuerte. “Nos empezó a pegar la nostalgia; mi papá iba a venir a pasar las fiestas con nosotros, pero falleció en octubre. Mariela también extrañaba a sus viejos, a su hermana y quería estar con sus sobrinos. Luana, mi hija mayor, tenía 15 años; había nacido mi otra hija… en fin, un montón de cosas que van incentivando la vuelta”, explica. Una vez en la Argentina, Dunster volvió a aparecer en televisión (participó en Aliados, entre otros programas), además de idear otros proyectos.
Motivado por esa búsqueda de nuevas experiencias que tuvo toda su vida, decidió crear junto a un grupo de socios 22.22, una empresa dedicada a la producción de contenido NFTs. “Buscamos hacer uso de las innovaciones tecnológicas más recientes, como las criptomonedas, para poder brindarle a una industria tradicional un aire fresco con ideas distintas de gente que antes no tenía acceso a este mundo”, cuenta. “He visto las dificultades que proyectos independientes muy copados han tenido para financiarse y las condiciones que el financiamiento a veces trae. Guiones espectaculares que terminan no filmándose por falta de plata o que, cuando consiguen la plata, son editados tan fuertemente que pierden todo sentido”, agrega al explicar el por qué decidió incursionar en este mundo.
Según explica, su primer proyecto se llamará Canis. ¿De qué trata? De una serie animada que busca ser financiada a través de NFTs, permitiendo que quienes aporten puedan decidir, entre otros aspectos, cómo continuará la historia. “Parte de lo recaudado por la venta de los NFTs de Canis vamos a donarlo al proyecto ‘Proof of Humanity’. Una causa que consideramos muy noble y que busca distribuir los beneficios del mundo crypto entre miles de personas a través del pago de un Ingreso Básico Universal”, cierra.