Las redes sociales han permitido que las tiendas de ropa de segunda mano lleguen cada vez a más público y se generen reflexiones en torno a la moda. Alargar la vida de las prendas, ayudar al planeta y repensar el consumo son algunos de los motivos para hacer parte de esta industria.
“Yo creo que la ropa de segunda mano afianza nuestra autenticidad, nos ayuda a conocernos más porque empezamos a encontrar qué nos gusta realmente. No somos unos títeres de la industria que te dice cada tres meses como deberías vestirte, sino que cada uno crea su propia tendencia”, dice Miguel, creador de Valu Vintage Store, uno de los negocios de la feria de emprendimiento de ropa de segunda mano Closet Flip Fair que abre sus puertas a la moda sostenible.
Valú nació hace dos años y medio. Algunas personas empezaron a elogiar la forma de vestir de Miguel, quien compraba la mayoría de su ropa en tiendas de segunda mano, así que clasificó un par de sus prendas y montó fotografías en sus redes sociales para venderlas. Poco a poco, la gente se interesó por los atuendos que semanalmente nutrían el perfil de Instagram y así fue creciendo el negocio.
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La historia de Miguel coincide con las de otras cientos de tiendas virtuales de ropa de segunda mano que han permitido impulsar el negocio, pero sobre todo, empezar a tener conversaciones más profundas sobre la transformación de la moda, la historia de las prendas, las herencias, y las memorias de los estilos que fueron populares y que lo seguirán siendo por muchos años más.
Diario Criterio conversó con emprendedoras, compradoras y especialistas en moda para entender cómo se han fortalecido estos negocios, cómo funciona la moda circular y si realmente el problema ambiental radica en la industria o el consumidor.
Ropa de segunda mano, una tendencia de miles de años
Aunque los negocios de ropa de segunda mano han tenido más visibilidad desde la llegada de las redes sociales, su historia es mucho más antigua de lo que se cree.
“Usar ropa de segunda mano ha sido una regla en la historia, sobre todo para las clases más bajas. La ropa, antes de la revolución industrial, era un bien muy costoso y de acceso restringido. No se podía desechar una prenda como lo hacemos hoy. No existía ese paisaje tan cotidiano en nuestros días de la ropa tirada en la calle junto a las bolsas de basura”, explica a Diario Criterio María Teresa Flórez Rico, filósofa y creadora de la tienda vintage Retorno.
Según explica María Teresa, el reúso de ropa ha sido una práctica sobre todo entre las comunidades de bajos recursos, y usar ropa nueva se convirtió en un símbolo de ascenso social y bienestar. “En el uso de ropa de segunda mano está muy presente este componente sociológico: tener estatus o no tenerlo y aspirar a él”.
Como muchas otras necesidades básicas del ser humano, la ropa ha mostrado las desigualdades de la sociedad y ha sido una manera de demostrar el poder y diferenciar los estratos “más altos” de los ”bajos”. Sin embargo, estas teorías se han transformado, no solo porque las opciones de segunda mano se crearon hace décadas, sino porque las herencias empezaron a tener un valor importante en las familias.
“El tema de segunda mano ya existía en muchos contextos, por ejemplo, los mercados populares de ropa de la Plaza España en Bogotá. Algunas culturas juveniles como los movimientos de punketos también tenían un apego especial a la ropa de segunda o a refabricar y rehacer la ropa que ya tenían o que le pertenecía a alguien de la familia”. Así lo asegura Edward Salazar, sociólogo de la Universidad Nacional y magíster en Estudios Culturales de la Universidad de Los Andes.
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Edward explica que la ropa de segunda mano no es un fenómeno esencialmente nuevo, pero sí se ha renovado en relación al interés por el vintage o por ciertas piezas emblemáticas de otras generaciones, “esa suerte de coleccionismo de la moda donde juegan un papel importante los museos, por ejemplo, en validar ese pasado glorioso de las prendas que fueron importantes en su momento”.
Es por esto que la moda ha adquirido significados infinitos y vive una “redefinición de sus fronteras”, como indica el sociólogo.
“La moda está en un momento de cuestionamiento de sus modelos de producción de su propia historia, en la cual se buscan descentralizar los relatos únicos europeos, (…) donde se cuestionan las maneras como ha sido producida, consumida, pensando cómo poder construir una experiencia de la moda mucho más amable y en defensa del cuidado de la vida”, explica Salazar.
Las energías “negativas” de la ropa
“Esa ropa tiene malas energías”, “el alma del muerto se quedó en esa chaqueta”, “sin saber quién usó eso antes”. Estas son algunas de las frases que las personas expresan sobre la ropa de segunda mano. Mitos y creencias que han generado una serie de rechazo a adquirir estas prendas.
“Históricamente, antes del siglo XX estaba muy bien visto heredar los vestidos de la familia. Eso era algo que se deseaba, que hacía parte de los testamentos porque la ropa tenía un valor económico, simbólico y de legado muy alto”, asegura Edward, también cocreador del diplomado en Estudios Críticos de Moda en la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
El sociólogo cree que el fast fashion hace que la ropa en sí misma se desvalorice y sea “fácil de ser comprada o acceder“. En esta cadena, los imaginarios de recuperar la ropa que fue de otra persona van cediendo a favor de tener lo nuevo y lo que está en tendencia.
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Sobre este punto María Teresa considera que este tipo de negocios ha existido justamente porque la ropa puede durar mucho más que la vida de una persona. “Una forma de aprovechar y de honrar los recursos con los que se manufacturó una prenda es poniéndola a circular para que muchas personas puedan usarla hasta que se agote su vida útil”.
Estamos asistiendo a una transición de las prácticas del vestir. Pero no es todavía la tendencia general del consumo de las personas, porque igual hay un apego muy grande por la novedad.
Edward Salazar
Los mitos en torno a los daños, el polvo, el desgaste y el cuidado de la ropa seguirán permaneciendo en el consumidor. Sin embargo, para Edward las redes sociales o los comunicadores de moda han hecho un buen trabajo en mostrar cómo la ropa se cuida, se cura, se arregla, se lava, se plancha y se modifica en muchos casos para darle una mejor apariencia que dé como resultado una prenda lista para volverse a usar. Y así lo demuestran los emprendedores.
Tiendas de segunda mano, la alternativa vintage de la actualidad
Cuando Miguel se quedó sin ropa para vender en Valu Vintage Store tuvo que empezar a recorrer diferentes tiendas de segunda mano en Medellín. Luego se mudó a Bogotá y empezó a hacer la curaduría de prendas en “las zonas de Chapinero, en Plaza España, el mercado de las Pulgas y Corabastos, son lugares que sabemos que existen y donde se puede conseguir lo que se quiera. Lo más importante es seleccionar bien y el tiempo que le dediques a cada pieza”, dice.
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El trabajo posterior pasa por la limpieza, planchada, adecuación y la creatividad para crear el contenido en redes sociales con las fotos para el público o los posibles clientes de esas prendas.
Otra emprendedora que descubrió el valor de la ropa de segunda mano fue Daniela Thomas, creadora de Elsa una tienda de ropa de segunda mano que empezó durante la pandemia con la exploración del armario de su abuelita y mamá.
“Me encontré con mucha ropa que ya no usaban y que podía ser una alternativa para tener ingresos económicos. Por eso mi emprendimiento se llama Elsa, en honor a mi abuelita, porque siempre he tenido el afán de que mis proyectos tengan algo de mi familia”, dice a Diario Criterio.
Algunas de las primeras prendas que Daniela encontró fueron sacos que usó su mamá cuando estuvo embarazada. Del closet de la abuelita sacó muchos trajes formales, blazers de sastre y un poco de gabanes y gabardinas. “Allí también encontré ropa de mi abuelito y eso fue muy bonito”. Cuando vendió todas estas prendas se dio cuenta que su comunidad había crecido y empezó a investigar otros almacenes de ropa de segunda mano.
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Encontró dos proveedores que cada mes seleccionan prendas para ella. “Voy a la bodega o, como lo conocemos en el second hand, los ‘pulgueros’”. Ellos me dejan la montaña de ropa, yo hago una curaduría que pasa por dos filtros: primero escojo lo que me guste visualmente y después la reviso para que no tenga manchas ni daños”.
Aunque hay algunas prendas que son imposibles de arreglar, se venden con imperfecciones, pues al igual que Miguel, Daniela asegura que la historia de esa prenda es irremplazable, y este es uno de los motivos que muchas veces lleva al público a comprar.
“Diana Quintero, compradora de ropa de segunda mano, asegura que “la historia que tiene la ropa es maravillosa. A mí me gusta comprar esta ropa porque puedo entablar un diálogo con los dueños de las tiendas que me enseñan el tipo de tela, de dónde sacaron la prenda (cuando saben) o simplemente me ayudan a entender la época. Eso me parece precioso”.
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María Teresa Flórez creó una tienda virtual de ropa vintage en 2016. “El primer ‘lote’ de ropa lo traje de La Minorista, de Medellín. Le guardo mucho cariño al recuerdo de ese día. Traté de escoger sacos porque pensaba que eso era lo que más salida tendría en Bogotá, por el frío y porque estaba pegando una tendencia ‘grunge’”.
Dos años después, esta filósofa de profesión entendió que el proyecto sería mucho más que un hobbie y creó RETORNO “porque quería que desde el nombre se notara el interés ecológico que me motivaba a continuar con la tienda. Escogí el nombre pensando en la circularidad, un concepto que vi mucho en mi carrera de filosofía”.
Además de manejar este proyecto, María Teresa ha sido compradora de segunda mano desde su adolescencia, aunque hubo un tiempo donde consumió mucha ropa de fast fashion. Cuenta que “a los 21 años retomé esta práctica y resolví que compraría principalmente ropa de segunda. De eso ya han sido siete años en los que mi primera opción es la segunda mano (para los muebles, los electrodomésticos, los cacharros de la casa, las joyas, los libros. No sólo para la ropa), y en la mayoría de los casos no he necesitado recurrir a las siguientes opciones. Con el tiempo ya se vuelve un hábito y es más fácil hacerlo”.
La moda circular: ¿por qué comprar ropa de segunda mano?
Alargar la vida de las prendas, ayudar al planeta y reflexionar sobre el consumo son algunos de los motivos más frecuentes para comprar ropa de segunda mano.
“No solo le estamos dando una oportunidad a las prendas de cumplir su ciclo de vida útil, sino también al planeta y a los sistemas de manejo de basuras. Más que comprar ropa de segunda mano, hay que repensar la relación que tenemos con la ropa, incluso la relación ansiosa que puede generarnos el consumo y la necesidad de estar al día con las tendencias”, asegura Edward Salazar.
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Con este punto coincide Daniela Thomas, quien es consciente de que “hay ropa en nuestro armario que nos colocamos una o dos veces y las desechamos. Comprar ropa de segunda mano es una forma de ser consumidores responsables”.
Miguel cree que uno de los motivos más relevantes para comprar ropa de segunda mano es que “si vas a una tienda fast fashion ves cientos de prendas que hoy cuestan 200 mil y en dos meses 50 mil, y luego sales y ves a más de cinco personas con las mismas prendas, sin contar la explotación que hay detrás de esta producción y el daño ambiental que genera”.
Así mismo, María Teresa considera que esta es una “práctica de cuidado con la vida de la Tierra. Porque cuando compramos ropa de segunda mano con la conciencia de que vale la pena extender su vida útil, estamos honrando todos los procesos y todos los recursos que se requirieron en la fabricación de la prenda”.
Entonces, ¿el problema es el fast fashion?
La industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo, por encima de la manufacturera, la de energía, la de transporte e incluso la alimentaria, de acuerdo con un informe de la ONU en 2019.
Los datos de los daños son infinitos, pero más que culpar a las marcas que cada tres meses lanzan ropa nueva, hay que repensar la forma en que nos relacionamos con las prendas que vestimos.
“El problema no es necesariamente que existan esas tiendas, sino lo que hacemos con las prendas que compramos ahí. Podemos comprar una chaqueta de una de estas marcas y tener una relación muy a largo plazo con esta prenda”, analiza Edward.
Para el docente “no es posible condenar a las personas (o a todas las personas) de manera unidireccional en su uso de fast fashion nacional o internacional, porque también es cierto que, en un país empobrecido, para muchas personas recurrir a estas marcas de ropa es la forma que tienen de solucionar una serie de necesidades sociales, culturales y humanas” .
Finalmente, Edward afirma que habría que pensar, desde el lado crítico, hasta qué punto la industria de la moda de segunda mano también puede estar siendo cooptada por las grandes empresas y relatos de moda simplemente como una categoría más: “así como uno compra ropa deportiva, de invierno, verano, etc., la ropa de segunda o sostenible se empieza a volver una categoría de consumo más, y creo que hay que prestarle atención“.
Foto de portada: Shanna Camilleri en Unsplash