Cada tanto vemos imágenes de osos polares famélicos buscando comida entre la basura o de glaciares cayendo como una roca al vacío sobre el mar. También, cada tanto, conocemos informes sobre las consecuencias del aumento de la temperatura en la Tierra y la extinción de algunos animales. Palabras como biodiversidad, emisiones de CO2 o acidificación del mar se vuelven parte del lenguaje cotidiano sin que entendamos muy bien qué quieren decir.
(Lea también: ‘Los viejos ya deben irse a su casa a jugar bingo’: Isabel Allende)
¿Cómo hacer comprensible estos conceptos tan abstractos, pero al mismo tiempo tan importantes? Esta pregunta fue la que se hizo el escritor y activista medioambiental islandés Andri Snaer Magnason: “A lo largo de los últimos años empecé a hablar con muchos científicos y todos me insistían en que había que encontrar otra forma de comunicar lo que estaban descubriendo sobre los peligros de un modelo en el que estamos acabando con la Tierra, pero también de las soluciones que encontraban. Ahí entendí que las palabras y las historias son el mejor vehículo para hablar sobre un tema que todos oímos, pero pocos entendemos”. Este fue el primer llamado que tuvo, el segundo vino de una vaca mitológica.
Sobre el tiempo y el agua es la respuesta a todos esos interrogantes que se hizo Magnason. Este libro es un intento por explicar, a través de la imaginación, los viajes y las palabras, el mundo que estamos dejando a nuestros descendientes. En cada una de sus páginas está esa vieja idea de que una historia o una imagen pueden transformar o hacernos entender nuestros problemas. De ahí que a partir de su historia familiar Andri buscara contarnos qué puede pasar si los glaciares dejan de existir, a partir de sus viajes por diferentes partes del planeta nos habla del peligro de no tomar conciencia sobre nuestra capacidad destructiva y a partir de sus reflexiones entendemos que no todo está perdido y que hay tiempo de actuar.
Sobre el tiempo y el agua es un libro que reflexiona respecto al cambio climático. Sin embargo, la forma en que aborda el tema se aleja de datos, estadísticas, del alarmismo, y se centra más bien en contar un mito. ¿Por qué tomó esta decisión?
Uno podría creer que los mitos son algo obsoleto en nuestros tiempos porque nos hemos convertido en seres muy racionales y educados. Pero los mitos tienen una especie de magia que apelan a algo muy profundo en nuestras mentes. Se diferencian de la historia, incluso del folclore, porque invocan una especie de relato universal que es difícil de ignorar. Además, son fascinantes y divertidos, algo no muy presente en otro tipo de narraciones. Por eso lo que trato de hacer en mi libro es que el lector note que, así vivamos en un mundo que creemos racional, los resultados no lo son y tal vez las respuestas a nuestros problemas puedan llegar de otras formas de entender el mundo.
¿Cómo cuáles?
En este momento en que estamos viendo una destrucción inmensa de nuestro planeta, la mitología puede ser una de las mejores vías para explicar lo que está pasando.
Estamos acostumbrados a escuchar términos abstractos, pero el problema es que no los entendemos. Tomemos la palabra sostenibilidad para ilustrar esto. La oímos cada tanto, en informes, en la prensa y no captamos lo que quiere decir. Solo la podemos entender mediante historias, relatos o imágenes. La mejor forma de explicar la sostenibilidad es decir: “no hagas algo hoy que pueda hacer que una persona muera mañana” o “no comas alimentos en exceso que produzcan que alguien muera mañana de hambre”. Eso es la sostenibilidad. En este momento en que estamos viendo una destrucción inmensa de nuestro planeta, la mitología puede ser una de las mejores vías para explicar lo que está pasando. Las grandes tragedias de nuestro tiempo, como la desaparición de los glaciares, no las vamos a comprender a través de libros de 700 páginas. Las entenderemos si somos capaces de crear mitos que todos sepamos, como se hace en la Biblia o en los mitos nórdicos, por ejemplo.
De hecho, el hilo conductor del libro es su búsqueda de un mito muy particular…
El mito de la vaca sagrada, sí. Este mito se convirtió en mi obsesión, al punto de que hace diez años no hago más que pensar en él. Es más, creo que estoy a punto de armar una pequeña secta alrededor de la vaca sagrada. Pero más allá de esto, la historia comienza porque en la mitología nórdica el mundo nace de una vaca congelada. De ella emanan los ríos que dan agua a la tierra, desde las praderas en Islandia hasta las montañas de los Andes. Entendí que esto podía ser una referencia a los glaciares y a su rol en el medioambiente. Vi en este mito una imagen para comprender las consecuencias de su posible desaparición. Por eso, cuando me preguntan por qué escribí este libro, digo que fue el llamado de esa vaca sagrada que me dijo que estaba en problemas y que necesitaba mi ayuda (risas). Acepté su llamado.
Hablemos de otro tema que aborda en su libro: el tiempo. Hoy sentimos que va a toda velocidad. ¿Cuál es nuestra relación con un concepto tan abstracto como el tiempo?
![Andri Snaer Magnason](https://www.eltiempo.com/images/1x1.png)
Magnason ha recorrido varios géneros en su obra, como novela, teatro, ensayo o poesía.
Tengo una teoría, aunque puede que me falte más investigación para mejorarla. En la cumbre del clima en Glasgow, el año pasado, empecé a reflexionar que si le preguntaba a alguno de los asistentes si creía que 1970 fue hace treinta años, probablemente me diría que sí. Pero luego, si les preguntaba sobre lo que podía pasar en el 2050, seguro su conciencia del tiempo era diferente. Para muchos eso está a más de 50 años de distancia. Esto se debe a que una gran parte de nuestra clase dirigente no tiene la capacidad de conectarse o imaginar el mundo en el 2070, 2080 o 2090. Solo están concentrados en el presente. Por esto, para mí el tiempo es un gran tema. Estamos en una época en que tenemos una gran oportunidad de presenciar muchos cambios, pero también de enmendar lo que hemos hecho mal y preguntarnos ¿qué tanto dura realmente una vida humana? O ¿qué tan grande o eterno es este cambio?
Parece que dejamos de entender el futuro y de paso no entendemos el presente…
Las decisiones que tomemos hoy van a afectar a dos o tres generaciones futuras. Los cambios que estemos produciendo sobre la Tierra serán una carga gigante para ellos. A diferencia de nuestros antepasados, hemos perdido lo que llamo un pensamiento de catedral. Antes éramos capaces de imaginar proyectos que duraban siglos, en los que una generación comenzaba la construcción de algo que seguramente no iban a ver terminado, pero igual lo hacían. Ahora estamos en este mundo de un solo uso. Usamos algo y lo botamos a los cinco minutos. Hemos llegado al punto en que no vamos a tener nada para dejarles a nuestros nietos. Antes uno podía heredar el reloj de uno de sus padres, o la ropa de nuestros hermanos mayores, y eso nos daba una sensación de continuidad que hoy no existe. Nadie, estoy seguro, querrá mi televisor o mi carro en unos años. Esta preocupación me hizo conectar en mi libro las consecuencias que tendrá la ciencia y lo que hagamos en las vidas de las personas que amamos.
Una escena que lo hizo pensar en lo que les vamos a dejar a las futuras generaciones fue cuando en la universidad pudo leer y ver un manuscrito de más de 700 años de antigüedad…
Antes uno podía heredar el reloj de sus padres, o la ropa de nuestros hermanos. Nadie, estoy seguro, querrá mi televisor o mi carro en unos años.
Sí, y por eso creo que si algo puede trascender el tiempo, son los mitos, las historias. Cuando tuve frente a mí este manuscrito pensé: ‘tengo que imaginar un plan para poder conservar esto hasta el año 2700, para que las personas del futuro sepan todo lo que ha cambiado el mundo’. Con el pensamiento tiene que pasar igual, debemos buscar métodos dentro de la filosofía que nos conecten con las generaciones futuras y con las actuales, porque todavía estamos a tiempo de cambiar el destino del planeta. Así sea una posibilidad pequeña, podemos reparar mucha de la naturaleza que hemos destruido.
Uno de los paisajes claves en esta historia son los glaciares. Allí se conocieron sus abuelos, y en gran medida son responsables de que la vida exista en muchas partes del planeta. ¿Qué debemos aprender de ellos?
Los glaciares son las bibliotecas del pasado de la tierra. Han preservado la
atmósfera y la vegetación por más de tres mil años. También son un símbolo de
algo que hemos dado por sentado y es que nos han enseñado que somos muy
fuertes. No creo que ninguna generación pasada pensara que podía tener un
efecto sobre los glaciares, menos pensar en acabarlos. Son un símbolo de la
fuerza destructora de la humanidad y de lo débil y frágil que es el planeta. Y son,
además, una forma de entender todo lo que hace la tierra por nosotros. Basta con
ver cómo los glaciares del Himalaya guardan el agua durante las temporadas de
lluvias y la devuelven a la tierra durante las temporadas secas. No son eso extraño
o inútil que pensábamos. Hace unos meses me preguntaron que cuando veía
Titanic de qué lado estaba ¿si del iceberg o del barco? Al final respondí que lo que
el iceberg estaba tratando de decirnos era que nosotros los humanos íbamos muy
rápido, que somos muy arrogantes, que necesitamos ir más despacio y que lo
necesitamos porque si desaparece algunas de nuestras ciudades también lo
harán.
¿Cómo describiría los glaciares? Porque su país, Islandia, tiene una relación muy particular con ellos.
![Andri Snaer Magnason](https://www.eltiempo.com/images/1x1.png)
Sobre el tiempo y el agua es publicado por la editorial Salamandra.
Diría que son los lugares más mágicos que uno puede conocer. Son tan diferentes que la mente solo puede sorprenderse. Son muy variados y con estructuras muy diferentes a las que conocemos. Este año caminé sobre uno, el más alto de Islandia, y me quemé muy rápido por la gran cantidad de brillo que da el blanco. Los glaciares se mueven contigo mientras los caminas, porque también son líquidos. Son gigantes y frágiles. Después está el sonido, un sonido que pareciera venir de las entrañas del planeta.
Un personaje importante en su libro es el Dalai Lama. Usted habló con él dos veces y fue a visitarlo a la India. Si bien él es un líder religioso, también lo es político y ambiental. ¿Faltan más líderes comprometidos con frenar el cambio climático?
Tengo conflictos con esta idea. Siempre me pregunto ¿por qué necesitamos a Greta Thunberg o a una figura para que nos fijemos en algunos temas? Nuestra cultura se centra mucho en los líderes y en los héroes. Pero si uno mira al Dalai Lama, él entiende muy bien que estos temas del medioambiente sobrepasan a su propia lucha de un Tíbet libre. Entiende que si se da una crisis por el agua en Asia, no hay posibilidad de un Tíbet libre. Pienso que eso es lo primero, comprender que el cambio climático es un tema muy grande que va más allá de las luchas personales. Todo el mundo tiene que tomar responsabilidades en ello, desde los líderes políticos, espirituales hasta nuestros dioses modernos del fútbol, por ejemplo.
Ante este panorama, ¿hay espacio para el optimismo?
Mientras haya una pequeña posibilidad de cambiar debemos aferrarnos a ella. Soy optimista porque veo un despertar en las nuevas generaciones y ojalá esto lleve a un movimiento más grande entre jóvenes. La historia nos muestra que, si bien somos capaces de lo peor, también somos capaces de hacer cosas increíbles.
DIEGO FELIPE GONZÁLEZ GÓMEZ